Jorge Ospina Sardi
Los mensajes del gobierno ruso sobre su invasión a Ucrania han sido incoherentes y en nada justifican sus actuaciones. El pueblo ruso es cómplice de las atrocidades cometidas por su gobierno.
¿Cómo justificar las pérdidas de vidas, una crisis humanitaria de grandes proporciones, la destrucción de un país vecino y el ataque a plantas nucleares de generación de energía eléctrica? El dictador Vladimir Putin argumenta que está “liberando” a su vecino de un gobierno neo-nazi que lo tiene cautivo.
En primer lugar, el Presidente de Ucrania Volodímir Zelenski es de origen judío. Su abuelo peleó contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial.
En segundo lugar, desde 2014 cuando Ucrania se libró de gobiernos títeres de Rusia, ha sido una vibrante democracia. Ahí no hay un dictador sin límites como en Rusia, sino Presidentes electos cada cinco años (la constitución ucraniana solo permite dos mandatos consecutivos).
Lo que se asemeja a un gobierno neo-nazi es el de Rusia. Su gobierno autoritario reprime la libertad de expresión y las protestas pacíficas. El éxito de los empresarios mas importantes está supeditado a la voluntad del dictador. Y periódicamente utiliza su poderío militar en contra de países vecinos.
Si lo de Rusia en Ucrania fuera una guerra de “liberación”, ¿por qué la gran resistencia militar y civil que sus tropas han encontrado desde el primer minuto de la invasión? ¿Por qué el irrestricto apoyo de los ucranianos a su gobierno?
En las pocas entrevistas que casualmente medios europeos han realizado a rusos en las calles, muchos se niegan a ver las fotos o imágenes de la destrucción y sufrimiento que su país ha ocasionado en Ucrania.
Tanto la televisión rusa como Putin en su declaraciones públicas han dado a entender que las tropas rusas no han atacado objetivos civiles. Han negado de la manera mas descarada y cínica lo que es evidente ante los ojos de cualquiera que le haya hecho seguimiento a la invasión.
Al interior de Rusia, pocos están interesados en investigar sobre hechos y razones. La gran mayoría le creen ciegamente al dictador y están dispuestos a asumir con paciencia y resignación los costos económicos de su decisión.
Al escuchar a estos rusos y su falta de curiosidad, se podría decir que en asuntos de política son unos zombis intelectuales. Tantas dictaduras y represiones los han enajenado. Les castraron su libertad de pensamiento y de expresión y aceptan sin reparos lo que les dice su gobernante.
Putin se vanagloria del apoyo del pueblo ruso a la invasión y cita unas encuestas. En realidad poco importan estas encuestas. El dictador trata a sus gobernados como zombis intelectuales y ellos no hacen nada para superar esa condición.
La pregunta es entonces si el pueblo ruso es cómplice o víctima. La respuesta es que es cómplice porque, por las razones que sean, le ha cedido su libertad, su autonomía e independencia, a un dictador quien en su nombre toma decisiones como la invasión a Ucrania.
En este sentido, el pueblo ruso no se puede lavar las manos como lo viene haciendo. Es cómplice de los crímenes de guerra y contra la humanidad que se han dado en Ucrania y de la amenaza que la irracionalidad de su dictador representa para el futuro de la humanidad.
Putin ha dicho que Rusia y Ucrania son “un solo pueblo”. Entonces, según el dictador, dado que considera que los ucranianos son iguales a los rusos, ¿eso le da el derecho a arrasarlos, destruirlos y asesinarlos?
Putin también ha dicho que no va a tolerar que Ucrania ingrese a la OTAN y posea armas nucleares. La OTAN es defensiva. Así Ucrania ingrese a la OTAN nadie va a poner misiles nucleares ahí, como nos lo hay en Polonia, Rumania, Hungría y los Países Bálticos que están a la misma distancia de las ciudades occidentales rusas. El concepto de guerra nuclear no es territorial. Los cohetes y aviones con bombas nucleares pueden salir de cualquier sitio del planeta y llegar a Moscú en cuestión de minutos.
Todo este tema de la amenaza a la seguridad que representa una Ucrania independiente no hace sentido en un mundo en el que es impensable el ataque, venga de donde proviniere, a una potencia nuclear como Rusia, por los funestos resultados que ello tendría sobre el futuro del planeta.
Por donde se mire no hay una justificación para esta guerra. Un análisis costo beneficio llevaría a la conclusión de que se trata de una decisión absurda. Pero es eso precisamente lo que mas preocupa en este caso porque ante la irracionalidad no hay argumento que valga fuera del que otorga el uso de la fuerza bruta.