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Jorge Ospina Sardi

 

Muchos críticos de Trump se refieren a la violación de los derechos humanos por enviar a inmigrantes ilegales a sus países de origen en aviones militares. Según estos críticos, las condiciones del viaje violan esos derechos.

 

Lo primero que hay que aclarar es que esos inmigrantes ilegales no pueden ser enviados en aerolíneas comerciales por el riesgo que eso implica para los pasajeros comunes y corrientes. Sería asumir riesgos innecesarios juntar personas que han cometido el delito de entrar ilegalmente a un país, y algunos de ellos otros delitos durante su estadía en ese país, al lado de personas que nada tienen que ver con el tema y con tripulaciones que no disponen de medios y capacidades para controlarlos en caso de motines o actuaciones comprometedoras. 

 

El transporte de inmigrantes ilegales en aviones militares es una práctica bastante común. Es muy difícil para las autoridades del país donde ingresaron determinar con certeza cuál es su nivel de peligrosidad. De manera que recurrir a aviones militares, sobre todo cuando la deportación es de un número importante de ellos, hace todo el sentido del mundo. 

 

Las peores violaciones a los derechos humanos que sufren estos inmigrantes ocurren en sus travesías hacia los países donde emigran. Ahí son chantajeados y abusados, y de qué manera, por las mafias que controlan el gran negocio del tráfico de personas. 

 

Una buena pregunta que deben hacerse Presidentes como Gustavo Petro y Lula da Silva es por qué esos inmigrantes ilegales prefieren asumir toda clase de riesgos y abusos, así como unos futuros inciertos en un país que no es el suyo, en lugar de quedarse en el propio donde gobiernan personajes como ellos dos. 

 

 

El gobierno de Brasil recibió a los 88 inmigrantes ilegales que fueron deportados a su territorio en un avión militar de Estados Unidos. Argumentó que en el viaje a sus nacionales les violaron sus derechos fundamentales porque venían esposados.

 

Pero la verdad fue que llegaron sanos y salvos a Brasil. Se los vio bien al bajar del avión. Adicionalmente, y esto es fundamental, la tripulación norteamericana que los transportó también llegó sana y salva.

 

Sea como fuere, el gobierno de Brasil se quejó por las condiciones con las que sus nacionales fueron transportados y elevó una nota diplomática de protesta ante el gobierno de Estados Unidos. Hasta allí llegó todo este cuento, excepto porque la protesta del gobierno brasileño fue utilizada por los ‘progres’ de Colombia y del resto de América Latina para acusar al gobierno de Trump de hasta lo inimaginable. 

 

Pero la realidad, guste o no guste, es que Estados Unidos está en todo su derecho de deportar a quienes entran ilegalmente a su país. En esta ocasión fue una promesa de campaña del Presidente recién elegido, quien ha dejado muy en claro que la nueva política migratoria entraría en vigencia desde el primer día de su gobierno y que los países de origen que no colaboraran en el proceso de deportación serían duramente sancionados.

 

 

El gobierno de Gustavo Petro fue mas allá que el gobierno de Brasil. Después de haber acordado recibir a 160 inmigrantes ilegales en dos aviones militares de Estados Unidos, ya cuando esos aviones se encontraban en pleno vuelo, resolvió impedir su entrada a Colombia. Según Petro, estaba de por medio la dignidad del país representada en esos inmigrantes ilegales. 

 

La reacción del gobierno de Estados Unidos no se hizo esperar. Una catarata de sanciones cayó sobre Colombia. Si se hubieran aplicado esas sanciones, si el gobierno de Petro no hubiera reculado casi inmediatamente, la dignidad de al menos 50 millones de colombianos hubiera quedado por el suelo debido a las catastróficas consecuencias económicas y sociales de las sanciones. 

 

La reculada llegó después de una larga carta de Petro, que tiene la particularidad que cuando se lee por primera vez no se entiende, cuando se lee por segunda vez tampoco, y por tercera vez menos. Es una mezcla de un confuso realismo mágico a lo colombiano alterado posiblemente por el efecto del consumo de no se sabe qué. 

 

 

No le salió para nada bien a Petro su enfrentamiento con Trump y su intento de convertirse en el abanderado de la causa ‘progre’ en este tema de los inmigrantes ilegales. Al día siguiente de este incidente Trump, en su twitter Truth Social, publicó una foto suya con sombrero de gánster al lado de la sigla FAFO que significa ‘fuck around and find out’, en lo que se ha interpretado como un mensaje dirigido a Petro y a otros que se le enfrenten en un tema que considera vital para los intereses de su país, como es este de la política migratoria.