Jorge Ospina Sardi
Gracias a una propaganda muy bien orquestada por el Partido Comunista Chino (PCC) existe la creencia en el resto del planeta que ese país es un modelo a seguir. Son numerosos los propagadores de lo que no es mas que un cuento chino.
Es curioso que en pleno Siglo XXI un gobierno totalitario, que reprime las mas preciadas libertades individuales y empresariales y que viola sistemáticamente los derechos humanos de grupos enteros de sus población, pretenda ufanarse ante el resto del mundo de la “superioridad” de su modelo político y económico. Pero sorprende todavía mas que millones de personas por fuera de China acepten sin ojo crítico la versión unilateral oficial del PCC.
Muchas de estas personas son implacables en sus críticas a los gobiernos de sus propios países y de las situaciones que ahí se presentan. Pero cuando se trata de analizar lo que acontece en China, lo hacen desde una lejanía, sin conocimiento de causa, con base en unos comunicados oficiales del PCC y de analistas “comprados”. Adoptan como si fuera artículo de fe el contenido de esos comunicados y análisis.
¿Cómo explicar este fenómeno? Los seres humanos somos dados a pensar con el deseo para escapar de nuestras propias difíciles realidades. Somos dados a despreciar lo propio y a sobrevalorar lo ajeno. De ahí el refrán, “el pasto siempre luce mas verde en la finca vecina que en la propia”. Y si no se trata de la finca vecina sino de una finca lejana, no tenemos reparo en creerle a unos ‘photoshop’ que nos presentan como si fueran fiel reflejo de la realidad.
De China se sabe que en 2021 su población ascendía a 1.412.000.000 habitantes y que es el tercer país mas extenso del planeta. Entonces cuando se dice que su economía es gigante, pues lo es por el tamaño de su población. Por ejemplo, es cuatro veces la población de Estados Unidos y 28 veces la de Colombia. Pero cuando se habla de PIB por habitante vemos que China es un país poco avanzado bajo estándares planetarios.
Según cifras oficiales su PIB por habitante es de 8.700 dólares. Pero según analistas serios esa cifra es inferior dada la innata propensión del PCC a manipular las estadísticas y a pintar de ‘color rosa’ la realidad del país que gobierna.
Una cifra mas realista estaría por los lados de 6.000 dólares por habitante, si se castigaran las inversiones inconclusas o inoficiosas en el sector de la construcción, si se contabilizara el verdadero aporte de un ineficiente sector agropecuario (y no el inflado que aparece en las cifras oficiales), y si se midiera con rigor el impacto negativo que ha tenido la pandemia del Covid-19 en el sector de servicios y especialmente entre las pequeñas y medianas empresas.
Este PIB por habitante de 6.000 dólares (o el de 8.700 dólares si se acepta la mentira oficial) contrasta con los muchos mas altos de otros países asiáticos. Por ejemplo, el PIB por habitante de Japón es 40.000 dólares, el de Corea del Sur es 31.500 dólares, el de Taiwan es 31.000 dólares, el de Malasia 10.400 dólares, y el de Tailandia 7.200 dólares.
Ahora bien, el PIB por habitante de Estados Unidos es 63.500 dólares, o sea prácticamente 10 veces el de China. El de los países europeos ronda entre 30.000 dólares y 45.000 dólares. Y el de los países mas grandes de América Latina (Brasil, Mexico, Colombia y Argentina) se sitúa en un nivel similar al de China: entre 6.000 dólares y 8.500 dólares.
No se entiende entonces la admiración de tantos intelectuales y empresarios del resto del mundo con China, un país que está en una escala planetaria apenas promedio en materia de desempeño económico. Y que en materia de indicadores sociales (educación, salud, provisión de servicios públicos y desigualdades) tampoco se destaca mayormente.
Incluso, en áreas como la igualdad de género China está muy abajo de la media planetaria. No es sino observar las imponentes reuniones del Comité Permanente del Buró Político del PCC en las que la presencia de mujeres es mínima. Pero no solamente es evidente que el PCC es una institución con un DNA machista, sino que son numerosas las evidencias que muestra que la cultura machista se extiende a lo largo y ancho de la sociedad china, incluido el mundo empresarial mas importante.
Como si lo anterior fuera poco se trata de un país donde no se respetan las libertades individuales mas preciadas y donde los derechos a la propiedad privada son continuamente cercenados por innumerables controles y regulaciones impuestas de manera unilateral y arbitraria por el PCC. Las violaciones a los derechos humanos están a la orden del día como lo ilustra lo sucedido recientemente en Hong Kong y con el tratamiento a diversos grupos étnicos, según consta en los informes de Amnistía Internacional y en los de otras instituciones especializadas en el tema.
Hay que tener en cuenta que la de China es una cultura milenaria, que en algunos períodos históricos fue bastante mas avanzada que otras culturas. Esa tradición histórica fue casi totalmente destruida por el PCC bajo el liderazgo de Mao Zedong cuando tomó el poder después de la Segunda Guerra Mundial.
Durante las primeras dos décadas del régimen comunista las muertes por concepto de persecuciones, asesinatos y hambrunas ascendieron a millones. La economía quedó en ruinas.
Lo que siguió después, especialmente a partir de los años ochenta, ha sido en buena medida la reconstrucción de lo que destruyó el propio PCC, gracias a la apertura de la inversión extranjera para procesos de maquila industrial, así como a la introducción de condiciones de libertad de mercado en varios sectores de la economía doméstica.
Con la Revolución Cultural de Mao Zedong, entre 1966-1976, el PIB por habitante cayó a algo así como 1.000 dólares por habitante. El mismo PCC con sus políticas obliteró a la economía china. Posteriormente, en las siguientes cuatro décadas, logró nivelar su PIB por habitante a uno similar al promedio de América Latina (pero muy inferior al de Estados Unidos y los países mas avanzados de Europa y Asia).
A ese proceso de rescate económico el PCC y sus admiradores lo pintan como un espectacular logro, sin importar en lo mas mínimo el daño hecho inicialmente y los abusos propios de una dictadura que hace y deshace como le venga en gana.
Hay muchos que viven en sociedades y entornos políticos y económicos abiertos y donde se respetan libertades de todo tipo, que añoran un sistema totalitario como el de China. Hay la creencia que en ese tipo de régimen las decisiones se implementa con mas rapidez y eficacia y que esas decisiones son siempre favorables en sus resultados.
Esos muchos se dejan cautivar por la idea que el mundo puede ser mas simple de administrar con un sistema político y económico regido por un dictador que alinea a toda la población bajo su tutela y que expide ordenes cuyo impacto es “milagroso”. Muy al contrario de las formas dispendiosas y lentas que se dan en sociedades donde proliferan la interacción de distintos puntos de vista y alternativas y el respeto por los derechos humanos.
Un dictador super humano e infalible, es en lo que Xi Jinping pretende convertirse como por arte de magia en la próxima reunión del Comité Permanente del PCC. Se busca así la centralización total del poder político en manos del PCC, solo posible acentuando la represión a todos los niveles de la sociedad china. Y no paran ahí: dicen que con ello buscan “inspirar” a otros países sobre cómo deben organizar sus gobiernos.
El crecimiento económico de China no ha sido como lo describe la propaganda oficial y lo publicitan sus admiradores. Para lograr ese crecimiento, que en parte ha sido un “rebote” luego de la destrucción inicial que propició el PCC, China se ha endeudado hasta mas no poder.
Su deuda pública y privada asciende a 280% del PIB, un porcentaje de los mas altos para un país emergente. Solo países avanzados se pueden dar el lujo de contraer deudas de ese tamaño.
Las decisiones que han llevado a ese muy elevado endeudamiento son las de una dictadura que ha optado por estimular una burbuja especulativa inmobiliarias gigantesca, así como un gasto en unos muy costosos trenes bala que no resuelven el tema del transporte de carga y cuya operación y mantenimiento es altamente deficitaria. También un gasto proporcionalmente muy alto en armamentos de todo tipo.
El problema del pago de una muy elevada deuda ya empieza a aflorar en distintos frentes de la economía. Será una carga que frenará el crecimiento a futuro. El hecho que el gobierno de China sea una dictadura no evitará que la población del país termine asumiendo de distintas maneras el costo de este endeudamiento, como de hecho ya ha venido sucediendo en estos últimos años.
Quienes admiran el supuesto milagro económico de China no se dan por enterados que en ese sistema, mas allá de la maquila de exportación con extranjeros, no opera como debería ser la racionalidad de los mercados. Y que en las decisiones de asignación de recursos productivos lo importante no es necesariamente su contundencia o la rapidez en su ejecución sino precisamente que se realicen bajo los parámetros de esa racionalidad, una que depende de las señales de precios y utilidades que se manifiestan en entornos donde prevalecen libertades individuales y empresariales.
China no ha superado su condición de país de ingreso medio. El propio PCC se ha fijado como meta para los próximos 5 años que por fin el país ingrese al club de aquellos caracterizados por un “moderadamente alto nivel de desarrollo”. Que de el salto hacia una economía de consumo basada en servicios, así como lo han hecho países mas avanzados.
Hasta ahora la de China es una economía de maquila industrial en la que los extranjeros han jugado un papel fundamental. Dada su trayectoria política reciente y su situación económica actual no es difícil predecir el incumplimiento de los objetivos que a mediano plazo se ha trazado el PCC.
Y tampoco es difícil predecir que sus admiradores, muchos de los cuales no se han recuperado del desplome de la Unión Soviética y la Cortina de Hierro, y otros que por una razón u otra llevan años divulgando la propaganda del PCC, mantendrán invariables sus posturas y puntos de vista. Pues nunca será fácil reconocer que las ilusiones que brotan de pensar con el deseo son tan solo eso: ilusiones.