Judith Rodríguez Molina
Lo que comemos afecta nuestros estados de ánimo. Cómo nos sentimos incide en nuestra forma de comer. Prácticas y recomendaciones para superar las influencias negativas del COVID-19 sobre nuestros hábitos alimenticios.
Estar recluido en la casa durante el día y la noche es un gran desafío, especialmente si dura mas de una semana. El día se vuelve eterno, lo rutinario adquiere una inusitada importancia y el aburrimiento invade el alma. Además hay que enfrentar un entorno donde prevalecen las noticias negativas y proliferan las angustias de todo tipo. Para rematar, un relacionamiento social diferente al que estábamos acostumbrados con quienes compartimos nuestra experiencias de vida.
Comer para calmar angustias y ansiedades trae problemas mayores
En ese muy exigente nuevo contexto la alimentación es un arma de doble filo. Si sobre ella recae la responsabilidad de atenuar las insatisfacciones y frustraciones del momento, los daños a nuestro organismo pueden ser considerables.
Emociones negativas y ánimos deprimidos nos llevan a buscar compensaciones cuya eficacia inmediata contrasta con malos resultados posteriores. Equilibrio, prudencia y fuerza de voluntad son las tres virtudes cardinales para salir airosos en el desafío que plantea el interrogante de cómo alimentarse en tiempos de cuarentena.
Tiempos como este demandan actitudes valientes. Es heroico organizarse en medio de la cuarentena para comer a las horas y abstenerse de hacerlo a las deshoras (con la misma disciplina como lo hacemos con la alimentación de las mascotas). Para comer lo justo y no en exceso. Para tener una dieta balanceada.
Mejor dicho, en esto de la alimentación se precisa evitar que las angustias y ansiedades sean las que decidan por nosotros. Se puede caer en una gula impulsada por las presiones propias de un entorno muy complejo e exigente. Hay que agarrar ese toro por los cuernos.
Recomendaciones para armonizar alimentación y emociones
Aunque no hay fórmulas mágicas si hay muletas, por llamarlas de alguna manera, que ayudan en el logro de esta armonización. Lo primero es reconocer que en una situación así no es oportuno hacer cambios drásticos en la dieta, si bien quienes gustan del arte culinario pueden perfeccionar recetas anteriores y mejorar el sabor de las comidas que hacen parte de su menú hogareño.
A una relativamente estricta supervisión de la calidad y cantidad de alimentos se le podría agregar un mejor manejo del agua como fuente de vida. La recomendación general diaria para un adulto es de 2 a 2,5 litros (basado en adulto promedio de 70 kilos, 15-20 ml/kg de peso), y en niños es de 1 a 1,5 litros (basado en aportes de 50-60 ml/kg de peso).
Ciertas conductas complementarias pueden ser útiles. Prácticas de ayuno/autofagia. La meditación y juegos de mesa intelectualmente exigentes. Rutinas diarias de ejercicios básicos o como mínimo, prácticas de estiramiento.
En fin, tener presente que hay que ser riguroso con conductas que ya conocemos pero que requieren de cambios marginales para adaptarlas a las nuevas condiciones planteadas por la cuarentena. Se trata de una estrategia dirigida a pulir lo que llamamos los pequeños grandes detalles.
Proponerse objetivos que sean viables y realistas es lo recomendable. Tener presente siempre que no estamos ante el fin del mundo y que no está lejos nuestro triunfo sobre el COVID-19.
Aprovechar la oportunidad para salir mas fuertes en lo físico y en lo espiritual. Hacernos acreedores a una medalla de honor que premie nuestro heroísmo a medida que se ganan las batallas. No perder de vista que estamos en una guerra que no admite derrotas y que para ello es necesario estar pura vida.