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Las pirámides captan dinero y lo pagan a un alto interés. DMG "capta" dinero de una manera bastante novedosa. El cliente recibe dos tarjetas: una, la tarjeta prepago, que corresponde al capital de su inversión y que tiene la opción de ser utilizada para compras. Estas compras se pueden realizar en cualquier momento o pueden redimirse por dinero en un plazo  acordado
en el momento de hacer la operación. La otra tarjeta es para el pago de los "intereses" (que solo se pueden cobrar en ese plazo acordado). Sin embargo, DMG no considera que esta última tarjeta constituye pago de intereses sino que alega que se trata de un pago por publicidad personalizada. En sus balances no es un gasto (pago de intereses) sino una inversión para posicionamiento de la marca. DMG activa en el balance ese gasto, con lo cual maquilla su P&G. Poco importa si estos clientes realmente hagan o no hagan promoción de la marca o si la promoción da resultados (aunque aparentemente hay un sistema de premios para quien enganche nueva clientela).

El plazo y los "intereses" a favor de quien compra las tarjetas se establecen el día de la compra. Cada día las condiciones cambian. A veces es a tres meses y un interés de 50%. Otras veces es a un mes y un interés de 100%. O cualesquiera otras condiciones, pero siempre con un rendimiento muy atractivo. Es de suponer que estas condiciones varían según sea la situación de liquidez de DMG. Así, cuando DMG está con poca caja o prevé dificultades, tenderá a ofrecer menores plazos y más intereses para, de esta manera, atraer más clientes y aumentar su liquidez.

En caso de pánico, DMG no se enfrenta a la necesidad de devolver efectivo. No es como en el caso de las pirámides simples, las cuales sucumben rápidamente en las corridas porque no tienen los billetes para responderle a su clientela. En el caso de DMG, lo único que puede hacer quien tiene miedo de perder su dinero, es utilizar una de las tarjetas, la prepago, y rescatar con compras el principal de su "inversión". A lo mejor DMG tiene con varias empresas comerciales un sistema para responder por la utilización de estas tarjetas prepago. Pero sería interesante conocer sobre el tamaño de la reserva que DMG dispone para tales efectos. En caso de un pánico, si las reservas no son las suficientes, podría presentarse la eventualidad de que DMG no alcance a responderle a su clientela, a través de los puntos comerciales, los compromisos adquiridos con las prepago.

Es claro que la gente se siente segura porque cree que por lo menos puede recuperar el capital con las compras que le garantizan las prepago. Incluso muchos creen erróneamente que las empresas dueñas de los productos que se compran con las prepago respaldan o son socias de DMG. Por otro lado, la gente se siente atraída por los altos "intereses" (o altos pagos por la supuesta publicidad personalizada). Lo que más le conviene a DMG es que su clientela reinvierta tanto el principal (si es que no lo ha redimido en compras) como los "intereses" (lo que la gente gana por la supuesta publicidad personalizada). Esta reinversión es motivada a través de persuasión y, obviamente, por los altos "intereses" que se ofrecen en el momento de una nueva negociación.

En resumen, DMG "capta" dinero utilizando tarjetas prepago y paga altos "intereses" utilizando otra tarjeta que supuestamente es una retribución por publicidad personalizada. Distorsiona sus balances activando gastos. Su liquidez, que es la que determina su supervivencia, depende del aumento de su clientela y de que esa clientela reinvierta el dinero comprometido. Mientras DMG crezca le es más fácil administrar su liquidez. Pero si dejara de crecer, si su clientela disminuyera o empezara a recortar lo ahí "invertido", enfrentaría dificultades para atender sus compromisos.

DMG puede catalogarse como un esquema piramidal. Retribuye el dinero que recibe con un rendimiento implícito altísimo. Ese altísimo rendimiento es el gancho que utiliza para atraer su clientela. Al igual que las pirámides más simples, DMG paga estos rendimientos con la liquidez que obtiene con el ingreso de nueva clientela o con la reinversión que hace la vieja clientela. También al igual que las pirámides más simples, DMG convierte a su clientela en cómplice (el grado de compromiso de la clientela es enorme por cuanto todos quienes están ahí saben que pierden si la pirámide se derrumba o que dejan de ganar si la pirámide no crece). Y al igual que las pirámides más simples, su organizador y quienes ahí han "invertido" culpan a la banca tradicional y al gobierno de persecución y de ser los eventuales o reales causantes de la quiebra. (Populismo del barato dirigido a desviar la culpabilidad en el caso de que se pierda la plata). Y, por último, al igual que las pirámides más simples, no hay cuentas claras que permitan establecer cómo se maneja y dónde diablos está el dinero recibido.

Nadie le pregunta al organizador de DMG cuál es el maravilloso negocio o los negocios en los que invierte el dinero que recibe con la venta de las tarjetas prepago. Porque lo que promete retribuir por concepto de "intereses" o publicidad personalizada es mucho. Y si no gana los suficiente por el lado de la forma como invierte el dinero que recibe, ¿cómo puede pagar por el otro lado de los elevados compromisos que adquiere con su clientela? Ahora bien, DMG tiene unas empresas que son más de fachada que reales en cuanto a generación de actividad. Esas empresas (una clínica antienvejecimiento, una constructora, una comercializadora virtual, un canal de cable y un negocio de modelos y de modas), ni tienen el volumen de ventas ni son tan rentables como para garantizar la viabilidad de la matriz. Se habla de una marca o de marcas que están adquiriendo un gran valor, pero DMG no ha logrado siquiera limpiar las dudas que hay sobre su origen y sus operaciones actuales. Mientras esas dudas persistan es irreal cualquier valor que se le asigne a la marca o a las marcas.