Al presidente de Venezuela Hugo Chávez no le fue bien en las elecciones regionales que tuvieron lugar el domingo 23 de noviembre.

Aunque ganó en 17 de los 22 estados, perdió en Zulia donde se produce la mayor parte del petróleo, en Carabobo donde está ubicada la industria automotriz y petroquímica, en Nueva Esparta de gran actividad turística, en Táchira de importante riqueza agrícola y ganadera y en Miranda el estado que rodea a Caracas. También perdió en las dos principales ciudades, Caracas y Maracaibo. A nivel nacional la oposición obtuvo el 52% del voto popular frente a 48% del partido de Chávez.

Estos resultados se dieron a pesar de la arbitraria inhabilitación de dos centenares de candidatos de la oposición y no obstante el uso de todos los poderes públicos, que están bajo su control, para promover abiertamente a los candidatos oficiales. Con los resultados de esta elección, la oposición venezolana demostró que es alternativa de poder. Y a Chávez se le enreda el tema de su reelección y la profundización de un esquema de gobierno totalitario que no es del agrado de la mayoría de los venezolanos.

Hay que tener en cuenta que estos resultados se dieron después de una bonanza petrolera sin precedentes, pero cuyos recursos no se han irrigado para favorecer de manera duradera a los grupos más vulnerables de la población. La alta criminalidad que padece el país (en Caracas hay cuatro veces más asesinatos que en Medellín) y una inflación que se acerca al 40% ciertamente contribuyeron a los éxitos de la oposición. Queda por verse cómo administrará el gobierno de Chávez la caída en los precios internacionales del petróleo y cuál será el impacto sobre su popularidad de un eventual ajuste económico.