Se trata de los S-300 que Rusia tenía envolatados después de que no pudo vendérselos a Irán debido a las sanciones impuestas a ese país por el Consejo de Seguridad de la ONU.

 

Cada vez que Hugo Chávez viaja a Rusia sale con el maletín repleto de armas de todo tipo, que es de lo poco que ese país le puede vender a Venezuela. Igualmente, es poco lo que a Venezuela pueden ofrecerle Irán, Bielorrusia, Siria y Libia. Y viceversa. Sin embargo, Chávez se la pasa viajando a esos países y disfrazando sus viajes con supuestos acuerdos de cooperación económica que nunca se materializarán.

En el caso de Rusia, Venezuela ya le ha comprado más de US$4.000 millones en armamento de todo tipo. Quedan otros US$2.000 millones, parte de los cuales se gastarán en los misiles antiaéreos S-300. Otra parte serán 35 tanques de un total de 92 que Venezuela ha solicitado (según parece tanques T-72).

Los S-300 son más potentes que los Tor M-1 que Venezuela compró hace unos años. O sea que Venezuela está coleccionando misiles antiaéreos, cuyo destino final podría ser un museo militar. Si de lo que se trata es de defenderse de un ataque de Estados Unidos, lo cual es impensable actualmente, ese armamento es totalmente insuficiente para hacerlo. Y en el caso de Colombia o cualquier otro país de la región, no ha habido, ni hay, ni habrá la más mínima probabilidad de que se vaya a producir un ataque que justifique el uso de los misiles.

O sea que se trata de unos costosos juguetes que además requieren de un gravoso mantenimiento. Definitivamente a Chávez no lo desvela que el gasto en armamento pesado no contribuye a combatir la inseguridad reinante en su país. Ni mucho menos que por gastar en ese armamento se desvían recursos que se hubieran podido utilizar para resolver los innumerables problemas sociales que aquejan a los venezolanos.