A dos semanas de las primeras primarias del Partido Republicano en Estados Unidos, Donald Trump luce inatajable.
En países como Colombia y otros de América Latina hay todavía mucho escepticismo acerca de las posibilidades de Donald Trump de ser nominado candidato del Partido Republicano para las elecciones presidenciales que tendrán lugar en noviembre de 2016. Igual pensaban en Estados Unidos hasta hace muy poco la gran mayoría de los comentaristas políticos de los medios de comunicación.
Pero después de seis meses de puntear en las encuestas, es evidente que de todos los candidatos republicanos Trump es el que tiene las mayores probabilidades de quedarse con la nominación. Ha roto los innumerables pronósticos de que su candidatura era flor de un día o de que si no lo era, en cualquier momento se desmoronaría.
Después de todo, esta era la primera incursión de Trump en la política y si se tiene en cuente su personalidad determinante y su manera de expresarse políticamente incorrecta, los analistas pronosticaron que de un momento a otro iba a cometer un error mayúsculo que daría al traste con sus aspiraciones.
Su lema de hacer América grande de nuevo (‘make America great again’ ) pegó de inmediato, al igual que su postura en contra del lenguaje políticamente correcto. Desde el inicio escandalizó a los comentaristas y a la clase política tradicional con sus tajantes afirmaciones. Para la muestra unos botones:
–Que había que construir una muralla en la frontera con México para evitar el ingreso de inmigrantes ilegales entre los que había asesinos, violadores y narcotraficantes.
–Que el senador John McCain no fue un héroe por haber sobrevivido durante varios años a la prisión durante la guerra de Vietnam, puesto que los héroes son los que triunfan y no los que son derrotados y apresados.
–Que las cosas hay que llamarlas por su nombre y que uno de los grandes peligros que enfrenta Estados Unidos es el terrorismo islámico, a tal punto que hay que hacer una pausa en el otorgamiento de visas a los musulmanes (hasta tener una idea clara sobre qué diablos está sucediendo con el odio que se transmite en las mezquitas y por Internet y con el apoyo financiero que los radicales están recibiendo de distintos lados de la comunidad islámica).
–Que la mayoría de los medios de comunicación son intelectualmente deshonestos porque tergiversan descaradamente sus declaraciones para cumplir con una agenda política opuesta a la suya.
–Que la clase política que gobierna su país es estúpida e incompetente, ya que ha hecho tratos que favorecen a otros países y no a Estados Unidos en áreas críticas como el comercio y porque además se han equivocado en materia grave en sus intervenciones militares en el exterior.
–Que los políticos son todo habladuría y nada de acción (‘all talk and no action’).
–Que Bill Clinton fue un abusador y acosador de mujeres con la complacencia de Hillary.
–Que Hillary fue ‘schlonged’ por Obama en 2008 en la carrera por la candidatura del Partido Demócrata (aunque no existe una traducción literal de ‘scholonged’, sería algo así como lo que en algunos países de América Latina se entiende por “verguiada”).
–Que uno de sus competidores, Carly Fiorina, no posee una cara presidenciable.
–Que los hijos de inmigrantes ilegales se llaman ‘anchor babies’ (algo así como bebés que son anclas para obtener la ciudadanía).
–Que durante su gobierno se recuperará el uso de la expresión “felices navidades” (la que ha sido reemplazada por “felices fiestas”).
Y así sería de nunca acabar citar todas las ocasiones que en estos seis meses de campaña Trump se ha expresado en términos considerados como políticamente incorrectos y que ha provocado la indignación de unos, pero también la admiración de otros. Una significativa franja de electores lo considera un candidato sincero y auténtico. Uno que es capaz de saltarse los vericuetos y las idas y vueltas lingüísticas implícitas en lo políticamente correcto.
En su propuesta de programa de gobierno Trump ha incluido varias tesis que han hecho parte del ideario reciente del Partido Republicano: El rechazo y reemplazo de la reforma de salud de Barack Obama (llamada Obamacare); la reducción de tarifas impositivas y la simplificación del código tributario; la eliminación de toda clase de regulaciones federales que están asfixiando la iniciativa empresarial; el recorte del déficit fiscal y la introducción de una mayor eficacia en la administración pública; el rechazo a los intentos de control a la posesión de armas; el fortalecimiento de las fuerzas militares y un mejor trato a los veteranos; y la devuelta a las comunidades locales del manejo de la educación básica.
Pero quizás los dos aspectos programáticos que han tenido el mayor eco han sido sus duras posiciones frente a la inmigración y al comercio. “Si queremos tener un país debemos frenar la inmigración ilegal y devolver a los inmigrantes ilegales que están en Estados Unidos, empezando por aquellos que han cometido delitos”. “No debemos permitir que los hijos nacidos en Estados Unidos de inmigrantes ilegales se conviertan en ciudadanos de Estados Unidos”.
Siempre que habla del tema inmigratorio Trump agrega que es partidario de recibir por una puerta ancha a la inmigración legal. Es interesante señalar que la política de inmigración de Trump ha sido visceralmente rechazada en muchas partes del planeta. Sin embargo, es la política inmigratoria que se aplica en casi todos los países. En casi todos ellos los nacidos de inmigrantes ilegales no tienen derecho a la ciudadanía. En casi todos ellos no son bienvenidas hordas de inmigrantes ilegales como las que ingresan por la muy porosa frontera del sur de Estados Unidos. En casi todos ellos se persigue y se expulsan a los inmigrantes ilegales y muy especialmente aquellos comprometidos en delitos.
De manera que con este tema de Trump ha salido a la luz una patética doble moral de los ciudadanos de otros países frente a la caótica situación inmigratoria que vive Estados Unidos. En esto si que aplica aquello de “ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”.
El otro tema en el que Trump ha adoptado una posición llamativa es el del comercio con países como China y Japón. Una y otra vez ha señalado que esos países se han aprovechado de Estados Unidos. Con ambos hay unos inmensos déficit comerciales. Ambos venden en el mercado americano infinidad de productos, pero venderles cualquier cosa es prácticamente imposible por la manipulación que sus gobiernos hacen de sus monedas y por las barreras que hábilmente aplican para defender sus mercados internos.
Difícil estar en desacuerdo con Trump en este análisis: en el caso de América Latina se trata de dos países que compran materias primas y que las intercambian por productos terminados. Para los países de esta región es imposible vender en China o Japón productos semi terminados o terminados. Se trata de mercados cerrados repletos de barreras para arancelarias de todo tipo.
En general, Trump ha tocado un descontento que no es solamente de los republicanos. El estado de ánimo de la gente en Estados Unidos es de impaciencia frente a la situación de empleo e ingresos debido al mediocre desempeño económico desde la Gran Recesión de 2008-2009. Por otro lado, el tema de la seguridad ha pasado a un primer plano en razón de las acciones terroristas islámicas que han tenido lugar en Paris, California y otras partes del planeta.
El apoyo a Trump proviene no solamente de los republicanos sino también de independientes y demócratas que desean un Presidente “fuerte” en seguridad y capaz de impulsar políticas de creación de empleo. Su atractivo se ve realzado por su habilidad histriónica frente a los medios de comunicación y por su capacidad para comunicarse con sentido de humor y de manera fresca y espontánea. Algunos lo comparan con Ronald Reagan.
Trump está auto financiando su campaña y sostiene que está libre de condicionamientos y presiones de lobistas e intereses creados. Su candidatura ha despertado toda clase de recelos en el “establecimiento” político que gira alrededor de Washington.
Pero lo cierto es que es grande el descontento con la inoperancia de este “establecimiento”, tanto así que los ‘outsiders’ suman en las encuestas en promedio a nivel nacional 65% de la preferencias de los votantes republicanos. A tal porcentaje se llega si al 35% que registra Trump en esas preferencias se agrega el 19% de Ted Cruz, el 9% de Ben Carson, y el 2% de Ron Paul.
Los candidatos del “establecimiento” con los mayores puntajes son Marcos Rubio en el tercer lugar con el 12% seguido de Jeb Bush en el quinto lugar con 5%.
En conclusión, la trayectoria exitosa de un anti político como Trump ha sido uno de los hechos mas destacados de la actual campaña electoral de Estados Unidos. A los seis meses de haber lanzado su candidatura se le reconoce como el candidato con la mayor opción para conseguir la nominación de su partido. El haber roto esquemas tradicionales de hacer política lo ha colocado en posición privilegiada en las encuestas, lo que dice mucho de la actual hostilidad del electorado con quienes gobiernan en Washington.
Pero después de seis meses de puntear en las encuestas, es evidente que de todos los candidatos republicanos Trump es el que tiene las mayores probabilidades de quedarse con la nominación. Ha roto los innumerables pronósticos de que su candidatura era flor de un día o de que si no lo era, en cualquier momento se desmoronaría.
Después de todo, esta era la primera incursión de Trump en la política y si se tiene en cuente su personalidad determinante y su manera de expresarse políticamente incorrecta, los analistas pronosticaron que de un momento a otro iba a cometer un error mayúsculo que daría al traste con sus aspiraciones.
Su lema de hacer América grande de nuevo (‘make America great again’ ) pegó de inmediato, al igual que su postura en contra del lenguaje políticamente correcto. Desde el inicio escandalizó a los comentaristas y a la clase política tradicional con sus tajantes afirmaciones. Para la muestra unos botones:
–Que había que construir una muralla en la frontera con México para evitar el ingreso de inmigrantes ilegales entre los que había asesinos, violadores y narcotraficantes.
–Que el senador John McCain no fue un héroe por haber sobrevivido durante varios años a la prisión durante la guerra de Vietnam, puesto que los héroes son los que triunfan y no los que son derrotados y apresados.
–Que las cosas hay que llamarlas por su nombre y que uno de los grandes peligros que enfrenta Estados Unidos es el terrorismo islámico, a tal punto que hay que hacer una pausa en el otorgamiento de visas a los musulmanes (hasta tener una idea clara sobre qué diablos está sucediendo con el odio que se transmite en las mezquitas y por Internet y con el apoyo financiero que los radicales están recibiendo de distintos lados de la comunidad islámica).
–Que la mayoría de los medios de comunicación son intelectualmente deshonestos porque tergiversan descaradamente sus declaraciones para cumplir con una agenda política opuesta a la suya.
–Que la clase política que gobierna su país es estúpida e incompetente, ya que ha hecho tratos que favorecen a otros países y no a Estados Unidos en áreas críticas como el comercio y porque además se han equivocado en materia grave en sus intervenciones militares en el exterior.
–Que los políticos son todo habladuría y nada de acción (‘all talk and no action’).
–Que Bill Clinton fue un abusador y acosador de mujeres con la complacencia de Hillary.
–Que Hillary fue ‘schlonged’ por Obama en 2008 en la carrera por la candidatura del Partido Demócrata (aunque no existe una traducción literal de ‘scholonged’, sería algo así como lo que en algunos países de América Latina se entiende por “verguiada”).
–Que uno de sus competidores, Carly Fiorina, no posee una cara presidenciable.
–Que los hijos de inmigrantes ilegales se llaman ‘anchor babies’ (algo así como bebés que son anclas para obtener la ciudadanía).
–Que durante su gobierno se recuperará el uso de la expresión “felices navidades” (la que ha sido reemplazada por “felices fiestas”).
Y así sería de nunca acabar citar todas las ocasiones que en estos seis meses de campaña Trump se ha expresado en términos considerados como políticamente incorrectos y que ha provocado la indignación de unos, pero también la admiración de otros. Una significativa franja de electores lo considera un candidato sincero y auténtico. Uno que es capaz de saltarse los vericuetos y las idas y vueltas lingüísticas implícitas en lo políticamente correcto.
En su propuesta de programa de gobierno Trump ha incluido varias tesis que han hecho parte del ideario reciente del Partido Republicano: El rechazo y reemplazo de la reforma de salud de Barack Obama (llamada Obamacare); la reducción de tarifas impositivas y la simplificación del código tributario; la eliminación de toda clase de regulaciones federales que están asfixiando la iniciativa empresarial; el recorte del déficit fiscal y la introducción de una mayor eficacia en la administración pública; el rechazo a los intentos de control a la posesión de armas; el fortalecimiento de las fuerzas militares y un mejor trato a los veteranos; y la devuelta a las comunidades locales del manejo de la educación básica.
Pero quizás los dos aspectos programáticos que han tenido el mayor eco han sido sus duras posiciones frente a la inmigración y al comercio. “Si queremos tener un país debemos frenar la inmigración ilegal y devolver a los inmigrantes ilegales que están en Estados Unidos, empezando por aquellos que han cometido delitos”. “No debemos permitir que los hijos nacidos en Estados Unidos de inmigrantes ilegales se conviertan en ciudadanos de Estados Unidos”.
Siempre que habla del tema inmigratorio Trump agrega que es partidario de recibir por una puerta ancha a la inmigración legal. Es interesante señalar que la política de inmigración de Trump ha sido visceralmente rechazada en muchas partes del planeta. Sin embargo, es la política inmigratoria que se aplica en casi todos los países. En casi todos ellos los nacidos de inmigrantes ilegales no tienen derecho a la ciudadanía. En casi todos ellos no son bienvenidas hordas de inmigrantes ilegales como las que ingresan por la muy porosa frontera del sur de Estados Unidos. En casi todos ellos se persigue y se expulsan a los inmigrantes ilegales y muy especialmente aquellos comprometidos en delitos.
De manera que con este tema de Trump ha salido a la luz una patética doble moral de los ciudadanos de otros países frente a la caótica situación inmigratoria que vive Estados Unidos. En esto si que aplica aquello de “ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”.
El otro tema en el que Trump ha adoptado una posición llamativa es el del comercio con países como China y Japón. Una y otra vez ha señalado que esos países se han aprovechado de Estados Unidos. Con ambos hay unos inmensos déficit comerciales. Ambos venden en el mercado americano infinidad de productos, pero venderles cualquier cosa es prácticamente imposible por la manipulación que sus gobiernos hacen de sus monedas y por las barreras que hábilmente aplican para defender sus mercados internos.
Difícil estar en desacuerdo con Trump en este análisis: en el caso de América Latina se trata de dos países que compran materias primas y que las intercambian por productos terminados. Para los países de esta región es imposible vender en China o Japón productos semi terminados o terminados. Se trata de mercados cerrados repletos de barreras para arancelarias de todo tipo.
En general, Trump ha tocado un descontento que no es solamente de los republicanos. El estado de ánimo de la gente en Estados Unidos es de impaciencia frente a la situación de empleo e ingresos debido al mediocre desempeño económico desde la Gran Recesión de 2008-2009. Por otro lado, el tema de la seguridad ha pasado a un primer plano en razón de las acciones terroristas islámicas que han tenido lugar en Paris, California y otras partes del planeta.
El apoyo a Trump proviene no solamente de los republicanos sino también de independientes y demócratas que desean un Presidente “fuerte” en seguridad y capaz de impulsar políticas de creación de empleo. Su atractivo se ve realzado por su habilidad histriónica frente a los medios de comunicación y por su capacidad para comunicarse con sentido de humor y de manera fresca y espontánea. Algunos lo comparan con Ronald Reagan.
Trump está auto financiando su campaña y sostiene que está libre de condicionamientos y presiones de lobistas e intereses creados. Su candidatura ha despertado toda clase de recelos en el “establecimiento” político que gira alrededor de Washington.
Pero lo cierto es que es grande el descontento con la inoperancia de este “establecimiento”, tanto así que los ‘outsiders’ suman en las encuestas en promedio a nivel nacional 65% de la preferencias de los votantes republicanos. A tal porcentaje se llega si al 35% que registra Trump en esas preferencias se agrega el 19% de Ted Cruz, el 9% de Ben Carson, y el 2% de Ron Paul.
Los candidatos del “establecimiento” con los mayores puntajes son Marcos Rubio en el tercer lugar con el 12% seguido de Jeb Bush en el quinto lugar con 5%.
En conclusión, la trayectoria exitosa de un anti político como Trump ha sido uno de los hechos mas destacados de la actual campaña electoral de Estados Unidos. A los seis meses de haber lanzado su candidatura se le reconoce como el candidato con la mayor opción para conseguir la nominación de su partido. El haber roto esquemas tradicionales de hacer política lo ha colocado en posición privilegiada en las encuestas, lo que dice mucho de la actual hostilidad del electorado con quienes gobiernan en Washington.