Quien en Venezuela, sin ser parte interesada, todavía busque razones para votar por la oposición en las elecciones de Asamblea, es un pelmazo.

 

Son casi 12 años de un desastroso gobierno. En ese lapso las realizaciones (?) de Hugo Chávez han sido mínimas. Durante esos 12 años Venezuela ha tenido los precios internacionales del petróleo más elevados de su historia. Los gobierno anteriores de la Cuarta República no tuvieron a su disposición los inmensos recursos que se han recibido en la Quinta República y que se esfumaron en un insólito bacanal de despilfarro.

Es una verdadera lástima puesto que con esos recursos provenientes de la bonanza petrolera se hubieran podido sentar las bases para colocar a Venezuela en una posición privilegiada dentro de la región en términos de desarrollo económico y social.

No sucedió así. Chávez y sus funcionarios han hecho hasta lo imposible para destruir la riqueza del país. Han perseguido sin tregua a los emprendedores, a los inversionistas y a los más capaces. De la mano de unos voraces y destructivos sindicatos, se han apropiado de las principales fuentes de riqueza y las han mal administrado, al punto que actualmente Venezuela es un país completamente postrado, en términos financieros y económicos.

Pero peor aún. Chávez pretende auto perpetuarse en el poder. No tolera la existencia de oposición. Ha anunciado que impondrá un régimen totalitario comunista al estilo del de Cuba.

Le quedan algunos escollos para acabar con los últimos vestigios de democracia y libertad en Venezuela. Uno que otro medio de comunicación independiente. Una que otra gran empresa todavía no expropiada. Y por sobre todo, unos venezolanos que se resisten a ser esclavizados.

Entre estos escollos, la Asamblea podría convertirse en uno muy importante. Si al partido oficialista, el PSUV, no le va bien el 26 de septiembre, se le dificultará a Chávez continuar gobernando como lo ha venido haciendo: violando la Constitución y atropellando a todo aquel que se interpone en su camino. Su gobierno tendría que empezar a rendir cuentas en temas como el manejo de los dineros públicos, la inseguridad y la violación de los derechos humanos.

Si la oposición gana, y si el gobierno no desconoce su triunfo con un fraude, no será para gobernar. El gobierno continuará en manos de Chávez. Pero será un gobierno sometido a la vigilancia del poder legislativo. De un poder legislativo no sometido, donde las leyes y políticas gubernamentales serían objeto de unas mínimas evaluaciones y debates.

 

Es posible que, ante esta eventualidad, a Chávez le de por pasar por alto el poder de la nueva Asamblea. Que busque atajos para gobernar sin ella. Pero no le quedaría tan fácil hacerlo por cuanto estaría burlándose de la voluntad mayoritaria del pueblo venezolano.

De todas maneras, no hay que anticiparse a los acontecimientos. Como señalaba el filósofo de Buga, “cada día trae su afán, cada noche su pesadilla, y con ambos hay que lidiar, pero en su debido momento.”