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En las campañas presidenciales, y especialmente en las muy disputadas, afloran las llamadas “guerras sucias”. Lo que sorprende en el caso de Colombia es la rasgada de vestiduras por parte de los medios de comunicación.
 
Es hasta divertido observar cómo los medios de comunicación son dependientes de los escándalos, cómo los utilizan para atraer audiencia, cómo son adictos hasta la médula a ellos, cómo los avivan hasta mas no poder, y como los manipulan para favorecer los intereses de su predilección, para luego colocarse por encima del bien y el mal y editorializar sobre sus funestas consecuencias. Los escándalos al final de la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2014 en Colombia ilustran muy bien el punto.

El titular de portada de la revista Semana (11 de mayo) es muy emblemático de esta hipocresía: “¡No mas Guerra Sucia! El país está hastiado de la polarización que se vive en esta campaña electoral. Necesitamos propuestas y no insultos”. Hay que recordar que el director de esta publicación es el sobrino del candidato-presidente Juan Manuel Santos, cuya estrategia a estas alturas del paseo es aprovechar su entronque con los medios de comunicación para presentarse como una inocente paloma que nada que ver con los escándalos que tocan a su campaña, ni con los escándalos que su campaña se ha inventado para enlodar a su rival y presentarlo como el culpable de la tal “guerra sucia”.

Este titular de Semana, y los artículos en su interior, son de una manipulación interpretativa relativamente sofisticada, pero predecible si se tiene en cuenta la inclinación de la revista a favor de la candidatura de Santos. Todos los artículos sobre el tema están dirigidos a desinflar la gravedad de las denuncias relacionadas con el supuesto ingreso de dineros del narcotráfico a los bolsillos de J. J. Rendón y Germán Chica, ex asesores de Santos, y a inflar la importancia del caso de un aspirante a hacker, Andrés Fernando Sepúlveda, quien con su familia hizo trabajos de transmisión de mensajes por las redes sociales a favor de la candidatura de Oscar Iván Zuluaga y en contra de la de Santos y del proceso de paz con las Farc.

De Sepúlveda los medios de comunicación qué no han dicho, pero sin mayores evidencias. No ha sido juzgado, pero ya fue condenado, entre otros, por el diario El Tiempo, que es un medio manejado en su línea editorial por parientes y amigos de Santos.

A Sepúlveda lo han tildado de neo-nazi, psicópata, desadaptado social y otros calificativos por el estilo. Lo han presentado como un hacker profesional, pero no hay evidencia alguna de que tenga esa capacidad y de que haya penetrado otros computadores o chuzado llamadas telefónicas. Aparentemente obtenía información que circula en el mercado negro de la inteligencia militar y a la que tradicionalmente también han tenido acceso periodistas. Sepúlveda cuando podía la vendía, pero sin ser el origen de ella. De qué lo puedan acusar y condenar al final de cuentas, aparte de sus creencias políticas, no se sabe realmente.

Pero volviendo al tema del diario El Tiempo, sorprende el inusitado despliegue que le ha dado a la noticia del hacker, intentando sugerir que su trabajo “ilegal” fue ordenado por la campaña de Zuluaga. Para la muestra los siguientes dos botones. Gran titular en primera página del 11 de mayo: “Los archivos del hacker acusado del espiar los diálogos. En sus equipos se hallaron desde correos de las Farc hasta documentos secretos de la inteligencia colombiana”. Pero a la hora de leer el contenido, solo información relativamente inocua sobre estos temas y nada que indique que Sepúlveda jaqueara o chuzara para hacerse a ella y menos que la campaña de Zuluaga le hubiera pagado para que cometiera actos indebidos.

Al día siguiente, mayo 12, el otro gran titular en primera página de El Tiempo: “Sube la tensión por el caso del hacker. Ante acoso a sus investigadores, la Fiscalía decidió blindar el proceso.” Pero a la hora de la verdad se trata de un refrito que poco o nada aporta a la información ya proporcionada en días anteriores. Vanos esfuerzos los de este diario para mantener vivo un tema que, hasta donde lo puede analizar un observador imparcial, está muy lejos de tener la importancia que se le ha dado.

Tampoco se sabe si el supuesto ingreso de dineros del narcotráfico a los bolsillos de los dos ex asesores de Santos, y posteriormente la supuesta utilización de parte de ese dinero para cubrir faltantes de la campaña de 2010, sean verdad o chismes nada mas. Es posible que nunca se sepa, aunque se trata de un asunto de mas trascendencia que el del hacker y que merece investigarse a fondo.

Días antes de que surgieran estos dos temas, María Isabel Rueda, dentro de su manifiesta disposición de ayudarle a Santos, había escrito en su columna del domingo en El tiempo que por allá en 2007 Zuluaga, cuando fue ministro de Hacienda, sacó de la Superintendencia Financiera a Augusto Acosta por presiones de Interbolsa. Y sugirió que la crisis de esta comisionista de bolsa se originó en esta decisión del candidato del Centro Democrático. Entrevistado Acosta no pudo dar pruebas concretas de que ello hubiera sido así.

María Isabel sabía que su acusación no tenía respaldo sólido y sin embargo, utilizó su columna en El Tiempo para sembrar una especie de cizaña, la que fue recogida por otros medios de comunicación. Y no cualquier cizaña dada la resonancia que tuvo el caso de Interbolsa. Sin embargo, la crisis de esta comisionista estalló a finales de 2012 en el gobierno de Santos. Si de echar culpas se tratara, es al gobierno actual al que le cae el lodo y no a quien ocupaba la cartera de Hacienda cinco años antes.

Pero bueno, todo esto para sostener que quienes han sacado del cubilete, como por arte de magia, una “guerra sucia” entre Santos y Zuluaga son los propios medios de comunicación. Le han dado una importancia indebida a acusaciones no probadas y a situaciones que son “cortinas de humo” y mas nada. Todo ello no obsta para que al mismo tiempo editorialicen acerca del “peligro para el estado de derecho y las instituciones” de ese enfrentamiento. Los principales columnistas de estos medios, todos al unísono, se dan golpes en el pecho sobre las funestas consecuencias que traerá la “guerra sucia”. Si fueran al Templo de Jerusalén, serían expulsados a latigazos por hipócritas y fariseos.

Tales editorialistas y columnistas exageran. En casi todas las campañas presidenciales del planeta se dan estas escaramuzas y crispación de ánimos, y se escuchan quejas sobre la carencia de propuestas programáticas. Pero lo cierto es que en la actual campaña, todos los candidatos sin excepción, han presentado con lujo de detalles y en distintos medios de comunicación sus respectivos programas de gobierno. Otra cosa es que quienes manejan los medios, y la población en general, no hagan el esfuerzo de adentrarse en las propuestas y se enfoquen en lo espectacular, en los titulares sensacionalistas que son por lejos lo que mas llaman la atención.