Se reveló que el desempleo subió de 18,8% en el cuarto trimestre de 2009 a 20% en el primer trimestre de 2010.
Hay 4.6 millones de desempleados. Este nivel de desempleo es el más alto desde 1997. Entre los extranjeros el desempleo es de 31%. Quienquiera que se aventure inmigrar a España a buscar trabajo debe estar fuera de sus cabales. Precisamente uno de los sectores más afectados en esta recesión es el de la construcción, que era fuente de empleo para una parte importante de los inmigrantes.
En 2009, la economía española se contrajo 3,6% y el déficit fiscal ascendió a 11,2% del PIB. Hace poco Standard & Poor’s redujo la calificación de la deuda soberana española de AA+ a AA, en lo que se considera un primer campanazo sobre lo que puede suceder hacía adelante si el país no endereza su rumbo con un programa de austeridad significativo. Aparte de una deuda pública que supera 75% del PIB, la deuda privada asciende a un escandaloso 178% del PIB. A lo anterior se agrega insostenibles beneficios sociales y una alta inflexibilidad en el régimen laboral que le impide al país ser competitivo con sus exportaciones.
El problema de la precaria situación económica de España tiene con los pelos en punta a los círculos financieros internacionales. Se trata de un país cuya economía es cinco veces la de Grecia. En el caso de este último país, el Fondo Monetario Internacional ha dicho que su paquete de salvamento costaría al menos US$118.000 millones. Si España, Portugal y otros países más grandes siguen el camino de insolvencia de Grecia, la Unión Europea y el euro recibirían un golpe mortal, para no hablar del devastador impacto que ello tendría sobre los mercados financieros internacionales.
Esta crisis no es la del capitalismo. En un régimen capitalista de verdad los gobiernos no gastan más de lo que reciben por concepto de impuestos y no intervienen sobre las tasas de interés y sobre la disponibilidad de crédito para generar burbujas de sobre endeudamiento y sobre inversión. Tampoco en ese régimen los gobiernos intervienen sobre el mercado laboral para garantizarle a los trabajadores remuneraciones muy superiores a sus contribuciones productivas.
El sistema social demócrata europeo ha conducido, al final de cuentas, a un paraíso artificial en el cual la población disfruta de un bienestar que no es el fruto de su trabajo, sino que se fundamenta en un creciente endeudamiento del sector público y del privado. En ese sistema los gobiernos intervienen en todo, hasta convertirse en una pesada carga, cuya financiación es una de las causas principales del excesivo endeudamiento. Y es así como los gobiernos europeos, con toda clase de artificios financieros, han estirado irreponsablemente la deuda hasta alcanzar los límites insostenibles actuales.
En 2009, la economía española se contrajo 3,6% y el déficit fiscal ascendió a 11,2% del PIB. Hace poco Standard & Poor’s redujo la calificación de la deuda soberana española de AA+ a AA, en lo que se considera un primer campanazo sobre lo que puede suceder hacía adelante si el país no endereza su rumbo con un programa de austeridad significativo. Aparte de una deuda pública que supera 75% del PIB, la deuda privada asciende a un escandaloso 178% del PIB. A lo anterior se agrega insostenibles beneficios sociales y una alta inflexibilidad en el régimen laboral que le impide al país ser competitivo con sus exportaciones.
El problema de la precaria situación económica de España tiene con los pelos en punta a los círculos financieros internacionales. Se trata de un país cuya economía es cinco veces la de Grecia. En el caso de este último país, el Fondo Monetario Internacional ha dicho que su paquete de salvamento costaría al menos US$118.000 millones. Si España, Portugal y otros países más grandes siguen el camino de insolvencia de Grecia, la Unión Europea y el euro recibirían un golpe mortal, para no hablar del devastador impacto que ello tendría sobre los mercados financieros internacionales.
Esta crisis no es la del capitalismo. En un régimen capitalista de verdad los gobiernos no gastan más de lo que reciben por concepto de impuestos y no intervienen sobre las tasas de interés y sobre la disponibilidad de crédito para generar burbujas de sobre endeudamiento y sobre inversión. Tampoco en ese régimen los gobiernos intervienen sobre el mercado laboral para garantizarle a los trabajadores remuneraciones muy superiores a sus contribuciones productivas.
El sistema social demócrata europeo ha conducido, al final de cuentas, a un paraíso artificial en el cual la población disfruta de un bienestar que no es el fruto de su trabajo, sino que se fundamenta en un creciente endeudamiento del sector público y del privado. En ese sistema los gobiernos intervienen en todo, hasta convertirse en una pesada carga, cuya financiación es una de las causas principales del excesivo endeudamiento. Y es así como los gobiernos europeos, con toda clase de artificios financieros, han estirado irreponsablemente la deuda hasta alcanzar los límites insostenibles actuales.