De semanal pasaría a ser mensual. La decisión la tomó la Casa Editorial El Tiempo (CEET) por razones de negocios básicamente.
La revista fue fundada por Patricia Lara a comienzos de los años noventa y adquirida por Gabriel García Márquez y un grupo de periodistas encabezados por Mauricio Vargas a finales de esa década. Finalmente pasó a propiedad de CEET en 2007.
Cambio nunca dio utilidades. Durante su trayectoria de casi 18 años perdió alrededor de US$30 millones. Siempre fue un hueco negro.
Recientemente, la situación se ha vuelto más crítica para los productos editoriales impresos con la competencia de Internet y de otros medios de comunicación. Y más aún para publicaciones de actualidad como lo era Cambio. Muchas de estas han cerrado a lo largo y ancho de planeta y muchas otras se encuentran al borde de hacerlo.
En el caso de Cambio, no faltarán los pelmazos que digan que se trató de un acto de censura porque la revista se caracterizó por publicar, de vez en cuando, artículos controvertidos de investigación. Pero a pesar del ruido que produjeron algunos de esos artículos, la verdad es que entre suscriptores y ventas en la calle Cambio nunca superó los 10.000 ejemplares. Últimamente las ventas totales eran alrededor de 5.000 ejemplares, no obstante el respaldo y la promoción gratis de El Tiempo.
La nómina de periodistas de Cambio era demasiado costosa para tan pocas ventas y para una publicidad que últimamente se ha vuelto muy esquiva a los impresos. Cambio nunca logró acercarse a su directa competidora la revista Semana en audiencia e influencia. Difícil, entonces, justificar su permanencia.
Los pelmazos que se rasgan las vestiduras con la desaparición de Cambio, deberían estar felices con lo que sucedió. Nadie les impide llenar el supuesto vacío que deja esta publicación. Pero obviamente estos pelmazos son de aquellos que opinan y critican decisiones de negocios ajenas, pero sin estar dispuestos a comprometer un centavo de su propio bolsillo. Ellos, de seguro, nunca pagaron una suscripción de la revista.
Cambio nunca dio utilidades. Durante su trayectoria de casi 18 años perdió alrededor de US$30 millones. Siempre fue un hueco negro.
Recientemente, la situación se ha vuelto más crítica para los productos editoriales impresos con la competencia de Internet y de otros medios de comunicación. Y más aún para publicaciones de actualidad como lo era Cambio. Muchas de estas han cerrado a lo largo y ancho de planeta y muchas otras se encuentran al borde de hacerlo.
En el caso de Cambio, no faltarán los pelmazos que digan que se trató de un acto de censura porque la revista se caracterizó por publicar, de vez en cuando, artículos controvertidos de investigación. Pero a pesar del ruido que produjeron algunos de esos artículos, la verdad es que entre suscriptores y ventas en la calle Cambio nunca superó los 10.000 ejemplares. Últimamente las ventas totales eran alrededor de 5.000 ejemplares, no obstante el respaldo y la promoción gratis de El Tiempo.
La nómina de periodistas de Cambio era demasiado costosa para tan pocas ventas y para una publicidad que últimamente se ha vuelto muy esquiva a los impresos. Cambio nunca logró acercarse a su directa competidora la revista Semana en audiencia e influencia. Difícil, entonces, justificar su permanencia.
Los pelmazos que se rasgan las vestiduras con la desaparición de Cambio, deberían estar felices con lo que sucedió. Nadie les impide llenar el supuesto vacío que deja esta publicación. Pero obviamente estos pelmazos son de aquellos que opinan y critican decisiones de negocios ajenas, pero sin estar dispuestos a comprometer un centavo de su propio bolsillo. Ellos, de seguro, nunca pagaron una suscripción de la revista.