Lanzándolos llenos de explosivos era la manera como las Farc destruían y arrasaban pueblos. Lo volvieron a hacer en Inzá en el departamento del Cauca.
Con el ataque, la edificación donde estaban el puestos de policía se desplomó al igual que las viviendas circundantes. Como resultado ocho muertos y 50 heridos entre policías, soldados y civiles.
La utilización de cilindros explosivos por parte de las Farc era el pan de cada día antes del gobierno de Álvaro Uribe. Sin embargo, ese gobierno, con grandes esfuerzos, logró erradicar tan tenebrosa práctica terrorista. Pero ahora en el gobierno de Juan Manuel Santos, para demostrar que todavía tienen peso como fuerza militar dentro de la lógica imperante en unas negociaciones como la de La Habana, esa organización volvió por estas viejas andanzas.
Lo de los cilindros se agrega al reclutamiento de niños, a la siembra de minas quiebra patas, a la destrucción de la infraestructura, a la extorsión, al secuestro, y por supuesto al narcotráfico y lavado de dinero, delitos todos estos que las Farc actualmente continúan ejecutando a mas de un año de inicio del proceso de negociaciones.
Un año fue el límite que Santos se dio para producir resultados significativos en estas negociaciones, los que sencillamente no se han dado. Con la mayor frescura del caso, se hizo el de la vista gorda con este plazo. Y mientras mueren policías, soldados y civiles se pavonea frente a los colombianos y ante los extranjeros de los supuestos avances o éxitos en esta negociación. En medio de la torre de marfil en la que se encuentra no depara en lo ofensivo que es para una mayoría de los colombianos, incluidas las numerosísimas víctimas de las Farc, ese show diplomático y mediático en el que se ha embarcado últimamente.
En medio de su afán reeleccionista Santos intenta convencer a colombianos y extranjeros de que efectivamente existen unos resultados. ¿Será qué cree que la firma de unos pronunciamientos babosos que no significan nada en concreto es un logro digno de ser presentado como un gran éxito?
Si ello es así, la cuestión con este Presidente ha pasado de castaño a oscura. Porque ello querría decir que la mano fuerte, que es la del gobierno, se contenta con ganar el cace de la partida y nada mas. Que se trata, tal como lo ha calificado Marta Lucía Ramírez, de “un partido desigual en el que las Farc han logrado acondicionar los tiempos y las reglas de juego a su acomodo con una esperanza renovada de terminar ganando.”
Al igual que sucedió con las negociaciones del Caguán, los indicios son de que en las actuales negociaciones a las Farc nuevamente se les subió el humo a la cabeza. Pero, ¿cómo no va ser así? Puede que no disfruten de un territorio en Colombia para moverse a sus anchas, pero ahí están Venezuela y Cuba para hacerlo. E igual que en la época del Caguán, una horda de funcionarios públicos, políticos, periodistas y columnistas les celebran todo lo que dicen. Y hay un Presidente atento a velar por sus intereses políticos de largo plazo. ¿Qué mas pueden pedir?
La utilización de cilindros explosivos por parte de las Farc era el pan de cada día antes del gobierno de Álvaro Uribe. Sin embargo, ese gobierno, con grandes esfuerzos, logró erradicar tan tenebrosa práctica terrorista. Pero ahora en el gobierno de Juan Manuel Santos, para demostrar que todavía tienen peso como fuerza militar dentro de la lógica imperante en unas negociaciones como la de La Habana, esa organización volvió por estas viejas andanzas.
Lo de los cilindros se agrega al reclutamiento de niños, a la siembra de minas quiebra patas, a la destrucción de la infraestructura, a la extorsión, al secuestro, y por supuesto al narcotráfico y lavado de dinero, delitos todos estos que las Farc actualmente continúan ejecutando a mas de un año de inicio del proceso de negociaciones.
Un año fue el límite que Santos se dio para producir resultados significativos en estas negociaciones, los que sencillamente no se han dado. Con la mayor frescura del caso, se hizo el de la vista gorda con este plazo. Y mientras mueren policías, soldados y civiles se pavonea frente a los colombianos y ante los extranjeros de los supuestos avances o éxitos en esta negociación. En medio de la torre de marfil en la que se encuentra no depara en lo ofensivo que es para una mayoría de los colombianos, incluidas las numerosísimas víctimas de las Farc, ese show diplomático y mediático en el que se ha embarcado últimamente.
En medio de su afán reeleccionista Santos intenta convencer a colombianos y extranjeros de que efectivamente existen unos resultados. ¿Será qué cree que la firma de unos pronunciamientos babosos que no significan nada en concreto es un logro digno de ser presentado como un gran éxito?
Si ello es así, la cuestión con este Presidente ha pasado de castaño a oscura. Porque ello querría decir que la mano fuerte, que es la del gobierno, se contenta con ganar el cace de la partida y nada mas. Que se trata, tal como lo ha calificado Marta Lucía Ramírez, de “un partido desigual en el que las Farc han logrado acondicionar los tiempos y las reglas de juego a su acomodo con una esperanza renovada de terminar ganando.”
Al igual que sucedió con las negociaciones del Caguán, los indicios son de que en las actuales negociaciones a las Farc nuevamente se les subió el humo a la cabeza. Pero, ¿cómo no va ser así? Puede que no disfruten de un territorio en Colombia para moverse a sus anchas, pero ahí están Venezuela y Cuba para hacerlo. E igual que en la época del Caguán, una horda de funcionarios públicos, políticos, periodistas y columnistas les celebran todo lo que dicen. Y hay un Presidente atento a velar por sus intereses políticos de largo plazo. ¿Qué mas pueden pedir?