A inicios de 2014 el entorno económico externo se ha vuelto adverso para países emergentes como Colombia. ¿Qué tan preparado está el país para enfrentarlo?
Todavía es motivo de dudas la profundidad de estos cambios. Pero en términos generales todo apunta al inicio de un ciclo de mayores tasas de interés internacionales, retraimiento de los capitales externos de los países emergentes y debilitamiento de sus monedas. Parece haberse consolidado el inicio de un ciclo de precios a la baja en los productos básicos de exportación.
Obviamente serán muy castigados los países con desequilibrios macroeconómicos significativos y con problemas de baja productividad y eficiencia en las distintas áreas de la actividad económica. Los que no ahorraron en el período anterior de vacas gordas estarán en una posición de mayor vulnerabilidad.
Aunque Colombia no llega a este entorno externo mas adverso en una situación tan crítica como Argentina y Venezuela, ni tan preocupante como Brasil y Ecuador, no deja de tener lunares con los cuales debe lidiar a la mayor brevedad posible.
Obviamente serán muy castigados los países con desequilibrios macroeconómicos significativos y con problemas de baja productividad y eficiencia en las distintas áreas de la actividad económica. Los que no ahorraron en el período anterior de vacas gordas estarán en una posición de mayor vulnerabilidad.
Aunque Colombia no llega a este entorno externo mas adverso en una situación tan crítica como Argentina y Venezuela, ni tan preocupante como Brasil y Ecuador, no deja de tener lunares con los cuales debe lidiar a la mayor brevedad posible.
Veamos en primer lugar la parte positiva. La inflación está en un punto bajo, oscilando en un rango entre 2% y 3% anual. Ello le permitirá a las autoridades, al menos durante un año o algo parecido, un manejo relativamente expansivo de la política monetaria y de las tasas de interés, y al aparato productivo absorber sin muchos traumatismo un encarecimiento de las importaciones como resultado de la devaluación del peso.
El déficit fiscal está en niveles mínimos, lo que facilitará la adopción de políticas contra cíclicas de aumento de la inversión pública en áreas como las obras civiles y la expansión de los servicios públicos. La deuda externa pública está en niveles razonables (alrededor de 14% del PIB), lo que le permitirá financiar, al menos durante dos años, aumentos en la inversión pública.
Las reservas internacionales (US$43.630 millones a diciembre 31 de 2013) son el equivalente a mas de 6 meses de importaciones de bienes y servicios y constituyen un “colchón” con el cual se puede enfrentar caídas no muy abruptas en los precios internacionales de los productos tradicionales de exportación como petróleo, carbón, oro y café, así como disminuciones no muy acentuadas en la inversión extranjera.
Sin embargo, la deuda externa privada se ha mas que duplicado desde 2009 y una devaluación del peso de cierta magnitud golpearía con dureza a las organizaciones empresariales mas expuestas, tal como es el caso de los grupos financieros mas representativos del país.
Otro aspecto que afecta negativamente en medio de circunstancias externas negativas es la baja productividad de la mano de obra colombiana y unas reglas del juego para los inversionistas que no son del todo competitivas frente a otros países de similar grado de desarrollo. En especial, las cargas tributarias nominales son relativamente altas, al igual que los sobrecostos por la inoperancia del sector público y sus desbordados niveles de corrupción y de tramitología. No ha habido mejoras sustanciales en lo que tradicionalmente ha sido una carencia de profesionalismo y seriedad de los proveedores locales.
De manera que Colombia podría enfrentar sin mayores problemas a corto plazo un choque externo no muy pronunciado, pero no está en condiciones de superar sin grandes traumatismos uno que durara mas de dos años. En especial, si se tiene en cuenta la no despreciable dependencia de los ingresos fiscales en el petróleo y la minería, así como en los flujos de capital externo que se requieren para financiar un déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos que se aproxima a 4% del PIB.
El déficit fiscal está en niveles mínimos, lo que facilitará la adopción de políticas contra cíclicas de aumento de la inversión pública en áreas como las obras civiles y la expansión de los servicios públicos. La deuda externa pública está en niveles razonables (alrededor de 14% del PIB), lo que le permitirá financiar, al menos durante dos años, aumentos en la inversión pública.
Las reservas internacionales (US$43.630 millones a diciembre 31 de 2013) son el equivalente a mas de 6 meses de importaciones de bienes y servicios y constituyen un “colchón” con el cual se puede enfrentar caídas no muy abruptas en los precios internacionales de los productos tradicionales de exportación como petróleo, carbón, oro y café, así como disminuciones no muy acentuadas en la inversión extranjera.
Sin embargo, la deuda externa privada se ha mas que duplicado desde 2009 y una devaluación del peso de cierta magnitud golpearía con dureza a las organizaciones empresariales mas expuestas, tal como es el caso de los grupos financieros mas representativos del país.
Otro aspecto que afecta negativamente en medio de circunstancias externas negativas es la baja productividad de la mano de obra colombiana y unas reglas del juego para los inversionistas que no son del todo competitivas frente a otros países de similar grado de desarrollo. En especial, las cargas tributarias nominales son relativamente altas, al igual que los sobrecostos por la inoperancia del sector público y sus desbordados niveles de corrupción y de tramitología. No ha habido mejoras sustanciales en lo que tradicionalmente ha sido una carencia de profesionalismo y seriedad de los proveedores locales.
De manera que Colombia podría enfrentar sin mayores problemas a corto plazo un choque externo no muy pronunciado, pero no está en condiciones de superar sin grandes traumatismos uno que durara mas de dos años. En especial, si se tiene en cuenta la no despreciable dependencia de los ingresos fiscales en el petróleo y la minería, así como en los flujos de capital externo que se requieren para financiar un déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos que se aproxima a 4% del PIB.