Vladimir Putin visitó a Venezuela para ver qué más armamento vendía. Curiosamente, logró una orden de compra de armas por parte de Bolivia.
Tanto el gobierno de Venezuela como PDVSA están financieramente sobre comprometidos. No tienen los recursos para emprender las inversiones que han acordado realizar con empresas extranjeras para extraer petróleo de la faja del Orinoco, para indemnizar por las nacionalizaciones y expropiaciones que han hecho, para explorar y explotar las reservas de gas natural, para aumentar significativamente la capacidad de generación y transmisión de energía eléctrica, para atender las concesiones salariales realizadas a una creciente e improductiva burocracia oficial, para subsidiar unas industrias estatales que cada vez producen menos y gastan más, para cubrir el hueco que han dejado los bancos que fueron saqueados por los amigos del régimen, para proporcionar las divisas de importaciones ya autorizadas a la sobre valorada tasa oficial de cambio. En fin, la lista de los compromisos financieros no satisfechos es interminable.
Como sea, Hugo Chávez firmó con el primer ministro de Rusia 31 acuerdos y convenios, de esos que se publican pero que no se cumplen. Entre ellos, la colaboración rusa para la construcción de una planta nuclear y una eventual participación venezolana en el desarrollo de una estación espacial. Es la especialidad de Chávez la firma de estos papeles: según un último conteo, ha firmado con jefes de gobiernos extranjeros 1.476 acuerdos y convenios, de los cuales sólo 4 se han ejecutado. Lo importante para Chávez es el show mediático detrás de los actos protocolarios de las firmas, aunque es creciente el escepticismo entre los medios de comunicación sobre estas noticias y decreciente el número de pelmazos que le dan importancia a estos actos.
Al final de cuentas, Putin no se fue del todo con las manos vacías de su viaje. Chávez convenció a Evo Morales para que fuera Caracas a reunirse con el primer ministro ruso y comprometerse en la compra del equivalente a US$100 millones en armamento. Morales, obediente como siempre a Chávez, acudió presuroso a firmar esa orden de compra.
¿Y que pasó con las otras armas que supuestamente Venezuela le iba a comprar a Rusia? Los rusos simplemente señalaron que en 2009, cuando Chávez visitó a Moscú, le abrieron al gobierno de Venezuela una línea de crédito por US$2.000 millones para comprar armamento, la que todavía no ha sido empleada. Da la impresión que Venezuela está atragantada con armas pesadas, costosas todas ellas de operar y de mantener. La verdad, Putin confirmó lo que ya sospechaba: es poco lo que queda en esa olla para raspar.
Ahora bien, Rusia se ha habituado a venderle armas a Chávez sin ofrecerle mayor cosa a cambio. Se habla de una supuesta inversión rusa en el desarrollo conjunto de las reservas petroleras venezolanas. Pero se trata de una inversión que sólo se haría efectiva efectiva si PDVSA invierte como contraparte miles de millones de dólares, de los cuales no dispone por el momento. Y de la cual supuestamente Rusia obtendría unos interesantes retornos a largo plazo.
Como sea, Hugo Chávez firmó con el primer ministro de Rusia 31 acuerdos y convenios, de esos que se publican pero que no se cumplen. Entre ellos, la colaboración rusa para la construcción de una planta nuclear y una eventual participación venezolana en el desarrollo de una estación espacial. Es la especialidad de Chávez la firma de estos papeles: según un último conteo, ha firmado con jefes de gobiernos extranjeros 1.476 acuerdos y convenios, de los cuales sólo 4 se han ejecutado. Lo importante para Chávez es el show mediático detrás de los actos protocolarios de las firmas, aunque es creciente el escepticismo entre los medios de comunicación sobre estas noticias y decreciente el número de pelmazos que le dan importancia a estos actos.
Al final de cuentas, Putin no se fue del todo con las manos vacías de su viaje. Chávez convenció a Evo Morales para que fuera Caracas a reunirse con el primer ministro ruso y comprometerse en la compra del equivalente a US$100 millones en armamento. Morales, obediente como siempre a Chávez, acudió presuroso a firmar esa orden de compra.
¿Y que pasó con las otras armas que supuestamente Venezuela le iba a comprar a Rusia? Los rusos simplemente señalaron que en 2009, cuando Chávez visitó a Moscú, le abrieron al gobierno de Venezuela una línea de crédito por US$2.000 millones para comprar armamento, la que todavía no ha sido empleada. Da la impresión que Venezuela está atragantada con armas pesadas, costosas todas ellas de operar y de mantener. La verdad, Putin confirmó lo que ya sospechaba: es poco lo que queda en esa olla para raspar.
Ahora bien, Rusia se ha habituado a venderle armas a Chávez sin ofrecerle mayor cosa a cambio. Se habla de una supuesta inversión rusa en el desarrollo conjunto de las reservas petroleras venezolanas. Pero se trata de una inversión que sólo se haría efectiva efectiva si PDVSA invierte como contraparte miles de millones de dólares, de los cuales no dispone por el momento. Y de la cual supuestamente Rusia obtendría unos interesantes retornos a largo plazo.
Mientras PDVSA consigue recursos para invertir en la explotación petrolera de la faja del Orinoco, lo que más le interesa al gobierno de Rusia en su relación con Venezuela aparte de la venta de más armas, es transmitirle al mundo que no ha perdido del todo su influencia en regiones lejanas para ella como lo es América Latina.