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Cada vez que un gobierno cae en las encuestas de favorabilidad replantea sus estrategias de comunicaciones. El de Juan Manuel Santos no es la excepción.
 
Según una entrevista que proporcionó a W Radio, el estratega y consultor político Miguel Silva considera que la agenda del gobierno de Santos se debe simplificar para comunicarla mejor. El estratega consultor concluye que hay que escoger unas cosas para comunicar y en especial “las que representan al presidente Santos porque los ciudadanos necesitan simplificar lo que son sus gobernantes”.

Silva indudablemente pone el dedo en la llaga en relación con los problemas de comunicación del actual gobierno colombiano. Santos, él personalmente, no tiene problemas de comunicación. El tema es otro. Es uno relacionado con una agenda que abarca tanto que no se sabe muy bien cuáles son las prioridades.

La “unidad nacional”, “prosperidad para todos” y “locomotoras” por todas partes, no le dan a la gente una idea clara de que es lo que distingue a esta administración. Para ella, todo es importante, todos están invitados al convite (incluso las Farc), todos deben ser prósperos y todos los sectores deben constituirse en locomotoras. El jueves 14 de marzo de 2013 el diario El tiempo reporta que Santos dijo que “nuestra visión es un país justo, moderno y seguro”. Pues si, esa no es solamente su visión sino la de todos los colombianos. ¿Y?

El problema con una agenda tan amplia es que Santos ya no es dueño de lo que finalmente la gente percibirá como sus prioridades. Son los eventos positivos o negativos del entorno los que van a determinar la percepción popular al respecto. Por ejemplo, considérese el cuento de la “prosperidad para todos”. Al inicio del gobierno había un optimismo acerca de la capacidad de la economía colombiana de crecer consistentemente a tasas anuales superiores a 5%. Se pensó que Santos se la iba a jugar a ser el Presidente bajo cuya tutela el país ingresaría a un sendero de altos aumentos del PIB.

Sin embargo, para sorpresa de algunos, su gobierno fue pasivo en materia de hacer de Colombia el mas atractivo desde el punto de vista de la inversión nacional y extranjera. Ni en materia tributaria, ni en el manejo de las reglas de juego en sectores clave como el petróleo y la minería, ni en el impulso a la infraestructura vial, ni en desarrollo agropecuario, el gobierno ha sido capaz de adoptar políticas agresivas de promoción al crecimiento.

Pero además, en materia de orden público sus señales han sido contradictorias, así sostenga lo contrario. El actual proceso de paz con las Farc ha introducido un factor de confusión e incertidumbre que ha afectado el clima de inversión en actividades productivas definidas como “locomotoras” en el plan de desarrollo.

Es cierto que el entorno económico internacional ya no es tan favorable como el de 2010-2011 y que ello se ha traducido en una desaceleración en Colombia. Pero este hecho simplemente lo que ha puesto en evidencia es que las ambiciosas metas de crecimiento económico de inicios del gobierno se basaron exclusivamente en la esperanza de que se mantendría la inercia del pasado y nada mas. Falló la inercia y no estaban en su lugar políticas pro activas de crecimiento que atenuaran esa negativa evolución.

La suerte que han corrido la reforma a la justicia, la reforma pensional, y la reforma a la salud (esta todavía con beneficio de inventario), lo que han demostrado es que este gobierno, por tratar de darle gusto a todas las partes interesadas, termina por no reformar nada esencial. Es un gobierno de espíritu consensual, de esos que reforma para que todo siga mas o menos igual.

Con un menor crecimiento económico al esperado, con unas encuestas menos favorables, con un aumento del pesimismo entre empresarios y consumidores, Santos está en un juego diferente al del comienzo de su gestión. Se la está jugando a que regalar casitas, a que apagar incendios con subsidios, a que aumentar aranceles de algunas actividades privilegiadas, a que la reparación de víctimas del conflicto armado y a que el proceso de paz con las Farc sea lo que finalmente lo defina frente a los electores que decidirán su reelección.

Lo complicado con este esquema es que el proceso de paz con las Farc se ha convertido en el único “As” bajo su manga. No tiene otras cartas altas con que jugar. Si ese único “As” termina por no combinar con sus demás cartas, o sea si el proceso de paz se derrumba o no concluye a tiempo, correría un gran riesgo de que su futuro político se enrede definitivamente.

Por tratar de abarcarlo todo sin profundizar, por sobredimensionar sus posibilidades, por no concentrarse en lo mas importante de su agenda inicial, por precipitarse en su diferenciación del gobierno anterior, ha terminado por comprometer sus posibilidades de reelección.