Jorge Ospina Sardi
Una nueva encuesta confirma que actualmente los colombianos están sumidos en un patético pesimismo acerca del futuro de su país. Coincide con la imagen desfavorable que tienen de Juan Manuel Santos.
Se trata de la encuesta bimestral de Datexco realizada a comienzos de septiembre de 2013. Según esta encuesta, el 64% de los entrevistados piensa que Colombia va por mal camino y apenas el 28% piensa que va por buen camino. Estos resultados coinciden con los de otras encuestas recientes.
Al mismo tiempo que se ha incrementado el número de colombianos que piensa que el país va por mal camino, la imagen del Presidente Juan Manuel Santos ha caído a niveles de los que difícilmente podrá recuperarse. Un 64% tiene una imagen desfavorable de Santos, lo que contrasta con la situación de hace exactamente un año cuando en la misma encuesta su favorabilidad era del 65%.
Por otro lado, aún en sus mejores momentos de imagen, los colombianos se han mostrados renuentes a apoyar la reelección de Santos. Ahora último, un 77% de ellos está en desacuerdo con dicha reelección.
Si se mira la trayectoria de las respuestas a esta encuesta bimestral se observa que el pesimismo de los colombianos frente a Santos y al rumbo que ha tomado el país empezó a aumentar desde finales de 2012 y se acentuó especialmente en el último bimestre donde se presentaron una serie de paros localizados que algunos denominaron “paro agrario” y otros “paro campesino”.
Algunos comentaristas opinan que los resultados están especialmente afectados por los eventos que rodearon al tal “paro campesino” y a la errática reacción de Santos frente a ellos. Y efectivamente, es posible que ello sea así. Pero la afectación de las cifras por este evento coyuntural no parecería ser suficiente para explicar la trayectoria ascendente del pesimismo de los colombianos, y la trayectoria descendente de la imagen de Santos.
¿Qué hay detrás de estas variaciones en los resultados de las encuestas? No se puede desconocer que la desaceleración económica puede haber incidido en las expectativas de los colombianos acerca de su futuro. Los dos primeros años del gobierno de Santos se distinguieron por una aceleración del crecimiento que tuvo su pico en 2011 cuando el PIB se incrementó en 6,6%. Luego ese crecimiento cayó a 4% en 2012 y a un estimado de 3,5% en el primer semestre de 2013.
Aunque no se trata de un desplome económico catastrófico, esta trayectoria es un duro golpe para un Presidente cuyo lema central de su gobierno ha sido el de la “prosperidad para todos”.
A lo anterior se agrega que prácticamente todas las llamadas “locomotoras” o sectores que el gobierno presentó en los inicios de su gestión como impulsores de la economía, ninguno realmente lo fue con el paso del tiempo. Al entrar al último año del período para el que fue elegido, los colombianos han enterrado por completo el cuento de las “locomotoras” y el gobierno no tiene mayores logros que presentar al respecto.
Y es aquí dónde cabe la pregunta, ¿cuáles son los logros reales del actual gobierno para que merezca una reelección? En realidad no se ven por ningún lado. Al menos el colombiano del común no los ve por ningún lado. Mucha bulla en temas como el de la justicia, el de la salud, el de las obras viales, el de la tributación y otros más, pero a la hora de la verdad, escasas realizaciones para mostrar.
Considérese el caso de la última reforma tributaria porque ilustra el talante del actual gobierno. Inicialmente se presentó como que se trataría de una reforma fundamental al régimen, que llevaría a su simplificación, a una ampliación de la base, y a una reducción interesante de las tarifas para quienes eran cumplidores en el pago de los impuestos. Pero después de meses de discusión el gobierno salió con una reforma cositera, que como otras anteriores, modificó una gran cantidad de artículos pero mantuvo inalterada la esencia de lo que había. Fue una reforma fiscalista, sin visión acerca de la necesidad que existe de hacer de Colombia un país muy competitivo y atractivo para la recepción de inversión y para la gestación de actividades empresariales.
Y así ha sido todo lo de este gobierno. Anuncios de grandes reformas que terminan en pequeñas reformas o simplemente en nada. Un liderazgo desgastado en reformar para que todo siga igual.
Quizás como un intento para neutralizar la percepción de una carencia de realizaciones concretas, Santos resolvió en la segunda parte de su gobierno jugársela a las negociaciones de paz con las Farc. ¿Jugada brillante de póquer? Hasta ahora parece que ha sido una movida con mas costos que beneficios. Según Datexco, actualmente el 63% de los encuestados está en desacuerdo con la forma como se maneja la negociación en Cuba y una mayoría de los colombianos votaría en contra de la ratificación de los acuerdos mediante un referendo.
Y la verdad parecería ser que este proceso de paz ha afectado la imagen de Santos de una manera sutilmente negativa. Santos no fue elegido para hacer un proceso de estos sino que por el contrario, para continuar con la política de seguridad de Álvaro Uribe, su antecesor. Su distanciamiento con Uribe especialmente en este tema es visto por muchos colombianos como una especie de traición a sus ofrecimientos de campaña. Su imagen inicial de líder firme y predecible se ha transformado en una de líder ambiguo en sus objetivos y un tanto chueco en su accionar
Esta imagen de líder ambiguo y un tanto chueco se ha acentuado con los bandazos que su gobierno ha dado en distintos aspectos de las políticas sectoriales ante las presiones gremiales que le ha tocado enfrentar. Una que ilustra el punto a la perfección son las concesiones absurdas a los transportadores de carga ante la amenaza de un paro. Estos pescadores en río revuelto lograron aumentar el flete que los colombianos pagan por sus servicios a un extremo que atenta contra lo que se necesita para convertir a Colombia en un país competitivo. Y así se puede hablar de una serie de barreras arancelarias y salvaguardias impuestas para favorecer la posición privilegiada de unos pocos productores a costa del bolsillo de los colombianos.
Para rematar, resulta que ahora, después de los últimos cambios en el gabinete ministerial, el samperismo se convirtió, ni mas ni menos, en su principal punto de apoyo. Pero la verdad es que el grueso de quienes votaron por Santos rechazan abiertamente lo que representan el ex Presidente Ernesto Samper y sus amigos mas cercanos.
Por todo lo anterior parecería que la suerte ya está echada y que Santos, al final de este primer período presidencial se las ha arreglado para alienar a una buena parte del caudal electoral que necesita en su reelección. A muchos de estos electores que lo apoyaron inicialmente y que le dieron el beneficio de la duda durante dos o tres años se les llenó la copa. El personaje por el cual votaron tiene muy poco que ver con el de ahora. No tiene para mostrar de lo que prometió en la campaña y por el contrario, sus acciones últimamente lo han desdibujado por completo frente a lo que esperaban de su liderazgo.
Al mismo tiempo que se ha incrementado el número de colombianos que piensa que el país va por mal camino, la imagen del Presidente Juan Manuel Santos ha caído a niveles de los que difícilmente podrá recuperarse. Un 64% tiene una imagen desfavorable de Santos, lo que contrasta con la situación de hace exactamente un año cuando en la misma encuesta su favorabilidad era del 65%.
Por otro lado, aún en sus mejores momentos de imagen, los colombianos se han mostrados renuentes a apoyar la reelección de Santos. Ahora último, un 77% de ellos está en desacuerdo con dicha reelección.
Si se mira la trayectoria de las respuestas a esta encuesta bimestral se observa que el pesimismo de los colombianos frente a Santos y al rumbo que ha tomado el país empezó a aumentar desde finales de 2012 y se acentuó especialmente en el último bimestre donde se presentaron una serie de paros localizados que algunos denominaron “paro agrario” y otros “paro campesino”.
Algunos comentaristas opinan que los resultados están especialmente afectados por los eventos que rodearon al tal “paro campesino” y a la errática reacción de Santos frente a ellos. Y efectivamente, es posible que ello sea así. Pero la afectación de las cifras por este evento coyuntural no parecería ser suficiente para explicar la trayectoria ascendente del pesimismo de los colombianos, y la trayectoria descendente de la imagen de Santos.
¿Qué hay detrás de estas variaciones en los resultados de las encuestas? No se puede desconocer que la desaceleración económica puede haber incidido en las expectativas de los colombianos acerca de su futuro. Los dos primeros años del gobierno de Santos se distinguieron por una aceleración del crecimiento que tuvo su pico en 2011 cuando el PIB se incrementó en 6,6%. Luego ese crecimiento cayó a 4% en 2012 y a un estimado de 3,5% en el primer semestre de 2013.
Aunque no se trata de un desplome económico catastrófico, esta trayectoria es un duro golpe para un Presidente cuyo lema central de su gobierno ha sido el de la “prosperidad para todos”.
A lo anterior se agrega que prácticamente todas las llamadas “locomotoras” o sectores que el gobierno presentó en los inicios de su gestión como impulsores de la economía, ninguno realmente lo fue con el paso del tiempo. Al entrar al último año del período para el que fue elegido, los colombianos han enterrado por completo el cuento de las “locomotoras” y el gobierno no tiene mayores logros que presentar al respecto.
Y es aquí dónde cabe la pregunta, ¿cuáles son los logros reales del actual gobierno para que merezca una reelección? En realidad no se ven por ningún lado. Al menos el colombiano del común no los ve por ningún lado. Mucha bulla en temas como el de la justicia, el de la salud, el de las obras viales, el de la tributación y otros más, pero a la hora de la verdad, escasas realizaciones para mostrar.
Considérese el caso de la última reforma tributaria porque ilustra el talante del actual gobierno. Inicialmente se presentó como que se trataría de una reforma fundamental al régimen, que llevaría a su simplificación, a una ampliación de la base, y a una reducción interesante de las tarifas para quienes eran cumplidores en el pago de los impuestos. Pero después de meses de discusión el gobierno salió con una reforma cositera, que como otras anteriores, modificó una gran cantidad de artículos pero mantuvo inalterada la esencia de lo que había. Fue una reforma fiscalista, sin visión acerca de la necesidad que existe de hacer de Colombia un país muy competitivo y atractivo para la recepción de inversión y para la gestación de actividades empresariales.
Y así ha sido todo lo de este gobierno. Anuncios de grandes reformas que terminan en pequeñas reformas o simplemente en nada. Un liderazgo desgastado en reformar para que todo siga igual.
Quizás como un intento para neutralizar la percepción de una carencia de realizaciones concretas, Santos resolvió en la segunda parte de su gobierno jugársela a las negociaciones de paz con las Farc. ¿Jugada brillante de póquer? Hasta ahora parece que ha sido una movida con mas costos que beneficios. Según Datexco, actualmente el 63% de los encuestados está en desacuerdo con la forma como se maneja la negociación en Cuba y una mayoría de los colombianos votaría en contra de la ratificación de los acuerdos mediante un referendo.
Y la verdad parecería ser que este proceso de paz ha afectado la imagen de Santos de una manera sutilmente negativa. Santos no fue elegido para hacer un proceso de estos sino que por el contrario, para continuar con la política de seguridad de Álvaro Uribe, su antecesor. Su distanciamiento con Uribe especialmente en este tema es visto por muchos colombianos como una especie de traición a sus ofrecimientos de campaña. Su imagen inicial de líder firme y predecible se ha transformado en una de líder ambiguo en sus objetivos y un tanto chueco en su accionar
Esta imagen de líder ambiguo y un tanto chueco se ha acentuado con los bandazos que su gobierno ha dado en distintos aspectos de las políticas sectoriales ante las presiones gremiales que le ha tocado enfrentar. Una que ilustra el punto a la perfección son las concesiones absurdas a los transportadores de carga ante la amenaza de un paro. Estos pescadores en río revuelto lograron aumentar el flete que los colombianos pagan por sus servicios a un extremo que atenta contra lo que se necesita para convertir a Colombia en un país competitivo. Y así se puede hablar de una serie de barreras arancelarias y salvaguardias impuestas para favorecer la posición privilegiada de unos pocos productores a costa del bolsillo de los colombianos.
Para rematar, resulta que ahora, después de los últimos cambios en el gabinete ministerial, el samperismo se convirtió, ni mas ni menos, en su principal punto de apoyo. Pero la verdad es que el grueso de quienes votaron por Santos rechazan abiertamente lo que representan el ex Presidente Ernesto Samper y sus amigos mas cercanos.
Por todo lo anterior parecería que la suerte ya está echada y que Santos, al final de este primer período presidencial se las ha arreglado para alienar a una buena parte del caudal electoral que necesita en su reelección. A muchos de estos electores que lo apoyaron inicialmente y que le dieron el beneficio de la duda durante dos o tres años se les llenó la copa. El personaje por el cual votaron tiene muy poco que ver con el de ahora. No tiene para mostrar de lo que prometió en la campaña y por el contrario, sus acciones últimamente lo han desdibujado por completo frente a lo que esperaban de su liderazgo.