La gigante energética china CNPC realizará estudios de factibilidad para una refinería en su país en la que participaría PDVSA.
La refinería, que quedaría en la provincia de Guangdong de China tendría una capacidad de 400.000 barriles diarios. Su costo aproximado es de US$10.000 millones. No es claro cuánto sería la participación de PDVSA en un eventual joint venture con CNPC.
Aunque, por ahora, se trata apenas de un estudio de factibilidad, lo cierto es que PDVSA no dispone la de capacidad financiera y técnica para participar como inversionista y ejecutor en este lejano proyecto. Ni siquiera ha podido renovar y modernizar sus propias refinerías. La infraestructura petrolera venezolana se encuentra en un lamentable progresivo deterioro.
Sometida a la tiranía de unos voraces e ineficientes sindicatos, al despilfarro de unos gigantescos subsidios de la gasolina y el gas que se vende en Venezuela, a considerables gastos o regalos para promover la imagen externa de Hugo Chávez, y a financiar los numerosos faltantes del resto de la administración pública, la operación de PDVSA arroja pérdidas en lugar de utilidades.
Adicionalmente, le tocará extraer dinero de donde no existe para financiar el 60% de los muy costosos proyectos de explotación del crudo pesado del Orinoco, si es que se concreta la licitación que tendrá lugar a finales de enero de 2010.
PDVSA y el gobierno venezolano se han convertido en pésimos socios. Incumplen con sus acreencias. No responden oportunamente con los fondos de contrapartida a los que se comprometen. Y lo más complicado son las proyecciones: una definida tendencia hacia un creciente déficit en sus cuentas.
PDVSA y el gobierno venezolano (incluido su completamente subordinado Banco Central) están quebrados. Esconden con maromas contables la magnitud de la crisis fiscal y el tamaño de las deudas. No hay planeación ni transparencia en su gestión. Ni la puede haber. Los caprichos de Hugo Chávez y los criterios puramente políticos que prevalecen en la toma de decisiones impiden la fijación racional de prioridades.
Venezuela es ciertamente el país más rico de América Latina en recursos energéticos, pero también el que más los despilfarra y desaprovecha. El que cuenta con el gobierno más inepto de la región, sin contar a Haití por supuesto.
Aunque, por ahora, se trata apenas de un estudio de factibilidad, lo cierto es que PDVSA no dispone la de capacidad financiera y técnica para participar como inversionista y ejecutor en este lejano proyecto. Ni siquiera ha podido renovar y modernizar sus propias refinerías. La infraestructura petrolera venezolana se encuentra en un lamentable progresivo deterioro.
Sometida a la tiranía de unos voraces e ineficientes sindicatos, al despilfarro de unos gigantescos subsidios de la gasolina y el gas que se vende en Venezuela, a considerables gastos o regalos para promover la imagen externa de Hugo Chávez, y a financiar los numerosos faltantes del resto de la administración pública, la operación de PDVSA arroja pérdidas en lugar de utilidades.
Adicionalmente, le tocará extraer dinero de donde no existe para financiar el 60% de los muy costosos proyectos de explotación del crudo pesado del Orinoco, si es que se concreta la licitación que tendrá lugar a finales de enero de 2010.
PDVSA y el gobierno venezolano se han convertido en pésimos socios. Incumplen con sus acreencias. No responden oportunamente con los fondos de contrapartida a los que se comprometen. Y lo más complicado son las proyecciones: una definida tendencia hacia un creciente déficit en sus cuentas.
PDVSA y el gobierno venezolano (incluido su completamente subordinado Banco Central) están quebrados. Esconden con maromas contables la magnitud de la crisis fiscal y el tamaño de las deudas. No hay planeación ni transparencia en su gestión. Ni la puede haber. Los caprichos de Hugo Chávez y los criterios puramente políticos que prevalecen en la toma de decisiones impiden la fijación racional de prioridades.
Venezuela es ciertamente el país más rico de América Latina en recursos energéticos, pero también el que más los despilfarra y desaprovecha. El que cuenta con el gobierno más inepto de la región, sin contar a Haití por supuesto.