La expresión “Dios proveerá” del presidente de Venezuela ilustra a las mil maravillas un tipo de mentalidad que es quizás el principal obstáculo al progreso de países como el suyo.
En su discurso anual ante la Asamblea de Venezuela “le brilló el cobre intelectual”. Venezuela en su peor crisis económica, y su gobierno sin hacer nada para remediarla. El desplome de los precios internacionales del petróleo simplemente acabó con el último de los andamios que sostenía a una economía postrada por malos manejos y una corrupción rampante.
Ninguna rectificación para desenredar la encrucijada en la que se encuentra la economía venezolana. Nada de nada. Vagas promesas sobre eventualmente ponerle un precio a la gasolina (actualmente es gratis) y sobre eventualmente resolver a medias el entuerto cambiario existente. Cero en relación con modificaciones a un modelo político y económico anacrónico. Cero es la calificación que merece este discurso en el que algunos habían centrado expectativas de cambio de rumbo.
Maduro no tiene ideas distintas a las que trae de las épocas de su indoctrinación marxista. Hasta allí llegó en evolución mental. No hay el mas mínimo intento de aproximarse a una realidad que escapa por completo a sus rígidos esquemas mentales.
Se le escucharon los mismos trillados cuentos marxistas de siempre. Entre ellos, la idea de que los problemas no son de hechura propia sino originados en la actividad conspirativa de unos imaginados enemigos (en este caso Estados Unidos y la burguesía venezolana). El mundo según Maduro es un escenario en el que se está en permanente guerra contra la mitad del planeta, sin importar si a esa mitad le desvela mayormente lo que pase en Venezuela.
La fantasía de Don Quijote se queda en pañales: el mundo está lleno de molinos de viento y hay que irse lanza en ristre contra ellos. El arte de gobernar es inventarse los molinos de viento y luego ponerse armaduras y montarse en corceles para atacarlos sin tregua.
Pero de vuelta a la realidad con su caída del precio del petróleo, las colas en los supermercados, la hiperinflación, la contracción de la actividad productiva, la represión de la oposición, la inseguridad en las calles y, como dice un narrador de fútbol en Colombia, “¡nooo me diga mas!”
Aquello de “Dios proveerá” fue la tapa. Fue como una especie de desliz que mostró lo que es Maduro sin su disfraz ideológico. En cierta manera fue el reconocimiento de su perplejidad ante una situación que se le salió de las manos. Lo mismo que decían las abuelitas cuando escaseaba el pan encima del remendado mantel de la mesa de cocina.
“Dios proveerá”. Pero, ¿quién diablo es ese Dios? El hecho es que el Dios al que invoca Maduro si que ha sido generoso con Venezuela. Según el humorista y politólogo venezolano Laureano Márquez, Dios ya le respondió a Maduro:
“El día que creé a Venezuela la coloqué en la zona tropical, para que los rigores del invierno y las nieves no les acosaran y el sol brillara todo el año. Sin embargo, les puse los Andes con nieves perpetuas para que los maracuchos tuviesen donde pasar frío y usar guantes y gorritos tejidos con orejeras. Las tierras de que les doté son fértiles casi todas. Los llanos son propios para una buena ganadería. En las selvas costeras tienen el mejor cacao del planeta y donde cultivar un excelente café. Les di tierras productivas en el sur del Lago, en los Andes, en toda la zona central. Muchos ríos les hice, para que nunca les faltara el agua. Es más, puse dos bien caudalosos uno al lado del otro, para que usaran uno para producir electricidad y el otro -navegable- para que saquen los productos de exportación mineral, que además los coloque al ladito del río para que no hagan mucho esfuerzo en sacarlos. Les di playas maravillosas para que lleven turistas: Margarita, Los Roques, Morrocoy y la Gran Sabana con su salto Ángel para que se sintieran maravillados y orgullosos de lo que son. En el subsuelo les puse las reservas petroleras más grandes del planeta. Tienen también, oro, aluminio, bauxita, diamantes y tantas cosas más.
“Como si lo anterior fuese poco. Les acabo de enviar 15 años de la bonanza petrolera más grande que ha conocido la historia de la humanidad. Multiplica, bebé: dos millones y medio de barriles diarios X 100 X 30 X 12 X 15. El resultado es el dinero que les envié, para que convirtieran a Venezuela en un Paraíso Terrenal de abundancia y progreso.
Ninguna rectificación para desenredar la encrucijada en la que se encuentra la economía venezolana. Nada de nada. Vagas promesas sobre eventualmente ponerle un precio a la gasolina (actualmente es gratis) y sobre eventualmente resolver a medias el entuerto cambiario existente. Cero en relación con modificaciones a un modelo político y económico anacrónico. Cero es la calificación que merece este discurso en el que algunos habían centrado expectativas de cambio de rumbo.
Maduro no tiene ideas distintas a las que trae de las épocas de su indoctrinación marxista. Hasta allí llegó en evolución mental. No hay el mas mínimo intento de aproximarse a una realidad que escapa por completo a sus rígidos esquemas mentales.
Se le escucharon los mismos trillados cuentos marxistas de siempre. Entre ellos, la idea de que los problemas no son de hechura propia sino originados en la actividad conspirativa de unos imaginados enemigos (en este caso Estados Unidos y la burguesía venezolana). El mundo según Maduro es un escenario en el que se está en permanente guerra contra la mitad del planeta, sin importar si a esa mitad le desvela mayormente lo que pase en Venezuela.
La fantasía de Don Quijote se queda en pañales: el mundo está lleno de molinos de viento y hay que irse lanza en ristre contra ellos. El arte de gobernar es inventarse los molinos de viento y luego ponerse armaduras y montarse en corceles para atacarlos sin tregua.
Pero de vuelta a la realidad con su caída del precio del petróleo, las colas en los supermercados, la hiperinflación, la contracción de la actividad productiva, la represión de la oposición, la inseguridad en las calles y, como dice un narrador de fútbol en Colombia, “¡nooo me diga mas!”
Aquello de “Dios proveerá” fue la tapa. Fue como una especie de desliz que mostró lo que es Maduro sin su disfraz ideológico. En cierta manera fue el reconocimiento de su perplejidad ante una situación que se le salió de las manos. Lo mismo que decían las abuelitas cuando escaseaba el pan encima del remendado mantel de la mesa de cocina.
“Dios proveerá”. Pero, ¿quién diablo es ese Dios? El hecho es que el Dios al que invoca Maduro si que ha sido generoso con Venezuela. Según el humorista y politólogo venezolano Laureano Márquez, Dios ya le respondió a Maduro:
“El día que creé a Venezuela la coloqué en la zona tropical, para que los rigores del invierno y las nieves no les acosaran y el sol brillara todo el año. Sin embargo, les puse los Andes con nieves perpetuas para que los maracuchos tuviesen donde pasar frío y usar guantes y gorritos tejidos con orejeras. Las tierras de que les doté son fértiles casi todas. Los llanos son propios para una buena ganadería. En las selvas costeras tienen el mejor cacao del planeta y donde cultivar un excelente café. Les di tierras productivas en el sur del Lago, en los Andes, en toda la zona central. Muchos ríos les hice, para que nunca les faltara el agua. Es más, puse dos bien caudalosos uno al lado del otro, para que usaran uno para producir electricidad y el otro -navegable- para que saquen los productos de exportación mineral, que además los coloque al ladito del río para que no hagan mucho esfuerzo en sacarlos. Les di playas maravillosas para que lleven turistas: Margarita, Los Roques, Morrocoy y la Gran Sabana con su salto Ángel para que se sintieran maravillados y orgullosos de lo que son. En el subsuelo les puse las reservas petroleras más grandes del planeta. Tienen también, oro, aluminio, bauxita, diamantes y tantas cosas más.
“Como si lo anterior fuese poco. Les acabo de enviar 15 años de la bonanza petrolera más grande que ha conocido la historia de la humanidad. Multiplica, bebé: dos millones y medio de barriles diarios X 100 X 30 X 12 X 15. El resultado es el dinero que les envié, para que convirtieran a Venezuela en un Paraíso Terrenal de abundancia y progreso.
“Les di todo, Nicolás del alma mía, hijito tierno de mi corazón: ¿Cómo te atreves a decirme que “Dios proveerá”? Mira, si en algún proyecto tenía yo esperanzas era en Venezuela. Les va a costar mucho que yo entienda cómo convirtieron una de una de mis mejores obras en esta ruina.
“Lo siento, hijo, tengo que decirte que tu petición a las finanzas celestiales también ha fracasado.”
Y es verdad. Maduro y el pueblo que dice representar han recibido muchísimo mas de la Providencia que otros pueblos cercanos y lejanos. Y los desagradecidos piden mas. No hay que mover un dedo puesto que “Dios proveerá”. Ni siquiera darle una manita al Dios que se invoca. Partida de sinvergüenzas que se merecen su suerte, sería como los calificaría un políticamente incorrecto neoliberal.