Antanas Mockus rechazó la posibilidad de una alianza con otros grupos políticos sobre la base de acuerdos de cogobierno.
Aparentemente para Mockus cogobierno significa solamente acuerdos de distribución burocrática, un tema que muchos periodistas y comentaristas de Colombia consideran “pecaminoso” y que antogoniza a la mentalidad “zanahoria” que contagia a los verdes. Mockus resolvió que su nueva estrategia para la segunda vuelta era la de presentarse sin alianzas.
Ahora bien, el problema que tiene Mockus para la segunda vuelta es que después del resultado de la primera vuelta, pocos creen en sus posibilidades de ganar. ¿Qué tal hacer una alianza con Mockus y sacar menos votos que los que hubo en la primera vuelta? ¿Qué puede ofrecer un candidato con escasas oportunidades de ganar?
De hecho, el Polo Democrático condicionó el apoyo a Mockus a la introducción de postulados programáticos que chocan contra las posiciones que han expresado tanto el candidato como su partido, el Partido Verde. Es decir, ni más ni menos, que los verdes pierdan su identidad y terminen adoptando como propia la ideología del Polo (y no al revés como creería quien tuvo la mayor votación entre los dos).
Mientras Mockus intenta, sin perder su dignidad, hacerse a un apoyo de los intransigentes seguidores del Polo, el resto de la actividad política gira en torno a Juan Manuel Santos y su propuesta de unidad nacional. La acogida a esta propuesta fue fulminante. Los colombianos están en la tónica de permanecer unidos, para tener la seguridad y tranquilidad de poder dedicarse con alma, vida y sombrero a sacar adelante a su país.
Los colombianos intuyen, además, que se necesita de un liderazgo fuerte para hacer frente a vecinos que se volvieron hostiles.
¿Hasta dónde puede ampliar Santos su gobierno de unidad nacional? Esta pregunta es interesante porque entre más partidos o grupos hagan parte de su coalición de gobierno, más difícil darle gusto a cada uno de ellos en particular. Y aquí entra un tema que curiosamente escandaliza a muchos.
Si se entiende bien la política, ella consiste en buscar ser elegido para ejercer el gobierno de un país. Ese gobierno se ejerce a través de una compleja y vasta administración pública. Para llevar a cabo programas y propuestas, hay que presentarlas y aprobarlas en el Congreso de la República, ponerlas en ejecución a través de las distintas instancias de la administración pública, y someterlas a vigilancia por parte de las Cortes y del propio Congreso. Para mover todo este andamiaje se necesita del apoyo y la buena voluntad de muchos protagonistas y actores.
Un componente integral del gobierno es, entonces, su administración. En todos los países del mundo, en todos los sistemas políticos donde hay elecciones transparentes, los partidos o grupos ganadores, para garantizar la gobernabilidad, hacen alianzas sobre distribución burocrática. Y aquello no es visto como “pecaminoso” sino como una característica perfectamente natural e intrínseca a la actividad política. No quiere decir esto que lo burocrático sea lo único importante de la política. El buen arte de la política, obviamente, va más allá…
Ahora bien, el problema que tiene Mockus para la segunda vuelta es que después del resultado de la primera vuelta, pocos creen en sus posibilidades de ganar. ¿Qué tal hacer una alianza con Mockus y sacar menos votos que los que hubo en la primera vuelta? ¿Qué puede ofrecer un candidato con escasas oportunidades de ganar?
De hecho, el Polo Democrático condicionó el apoyo a Mockus a la introducción de postulados programáticos que chocan contra las posiciones que han expresado tanto el candidato como su partido, el Partido Verde. Es decir, ni más ni menos, que los verdes pierdan su identidad y terminen adoptando como propia la ideología del Polo (y no al revés como creería quien tuvo la mayor votación entre los dos).
Mientras Mockus intenta, sin perder su dignidad, hacerse a un apoyo de los intransigentes seguidores del Polo, el resto de la actividad política gira en torno a Juan Manuel Santos y su propuesta de unidad nacional. La acogida a esta propuesta fue fulminante. Los colombianos están en la tónica de permanecer unidos, para tener la seguridad y tranquilidad de poder dedicarse con alma, vida y sombrero a sacar adelante a su país.
Los colombianos intuyen, además, que se necesita de un liderazgo fuerte para hacer frente a vecinos que se volvieron hostiles.
¿Hasta dónde puede ampliar Santos su gobierno de unidad nacional? Esta pregunta es interesante porque entre más partidos o grupos hagan parte de su coalición de gobierno, más difícil darle gusto a cada uno de ellos en particular. Y aquí entra un tema que curiosamente escandaliza a muchos.
Si se entiende bien la política, ella consiste en buscar ser elegido para ejercer el gobierno de un país. Ese gobierno se ejerce a través de una compleja y vasta administración pública. Para llevar a cabo programas y propuestas, hay que presentarlas y aprobarlas en el Congreso de la República, ponerlas en ejecución a través de las distintas instancias de la administración pública, y someterlas a vigilancia por parte de las Cortes y del propio Congreso. Para mover todo este andamiaje se necesita del apoyo y la buena voluntad de muchos protagonistas y actores.
Un componente integral del gobierno es, entonces, su administración. En todos los países del mundo, en todos los sistemas políticos donde hay elecciones transparentes, los partidos o grupos ganadores, para garantizar la gobernabilidad, hacen alianzas sobre distribución burocrática. Y aquello no es visto como “pecaminoso” sino como una característica perfectamente natural e intrínseca a la actividad política. No quiere decir esto que lo burocrático sea lo único importante de la política. El buen arte de la política, obviamente, va más allá…