El nuevo gobierno no puede dar señales de debilidad ante el atentado en Bogotá con carro bomba a Caracol Radio en agosto 12 de 2010.
¿Cuántos aplausos no se escucharon recientemente para celebrar el tono menos beligerante del nuevo Presidente Juan Manuel Santos en el tema de la seguridad? Incluso la reunión con Hugo Chávez en Santa Marta fue interpretada por algunos como un cambio de actitud del nuevo gobierno frente a la dura posición que había adoptado el anterior gobierno de Álvaro Uribe con el tema de la guerrilla.
En el exterior algunas agencias de noticias se atrevieron a insinuar que Santos iba a iniciar un nuevo proceso de paz con las FARC y el ELN.
Pues este ingenuo optimismo duró muy poco. Como suele suceder a la llegada de un nuevo Presidente el saludo de la narcoguerrilla no se hizo esperar. Con la bomba demuestran que todavía pueden causar daño y de paso, medirán la reacción del gobierno de Santos. Si queda la sensación de una respuesta débil, será el inicio del fin de la luna de miel de Santos con el país.
El nuevo gobierno no puede darse el lujo de que la gente crea que el principal legado de Uribe, el de la seguridad, fue flor de un día. No importa que sea injusta esta apreciación por cuanto el gobierno apenas se inicia y porque durante la era Uribe también hubo este tipo de atentados. El tema es de la mayor sensibilidad para Santos debido a que el anterior gobierno lo dejó en un punto bien alto.
La respuesta debe ser contundente. No solamente la del gobierno nacional sino también la del gobierno de la capital. En este contexto, no se entiende la decisión del alcalde de Bogotá Samuel Moreno de no ofrecer recompensa por información sobre los autores porque dizque se trató de un atentado contra la gente de bien y, por tanto, se espera que la ciudadanía colabore sin nada a cambio.
Increíble que el alcalde Moreno no sepa que las recompensas no están dirigidas solamente a favorecer a la gente de bien que colabora con la justicia (a los ciudadanos ejemplares). Esas recompensas con inusitada frecuencia son para estimular la traición de cómplices, o para derrotar el miedo de personas, que por una razón u otra, estuvieron cerca, antes y después, de los autores del atentado.
Ante esta medición, la varilla del motor tiene que mostrar que el nivel del aceite está en su punto máximo.
En el exterior algunas agencias de noticias se atrevieron a insinuar que Santos iba a iniciar un nuevo proceso de paz con las FARC y el ELN.
Pues este ingenuo optimismo duró muy poco. Como suele suceder a la llegada de un nuevo Presidente el saludo de la narcoguerrilla no se hizo esperar. Con la bomba demuestran que todavía pueden causar daño y de paso, medirán la reacción del gobierno de Santos. Si queda la sensación de una respuesta débil, será el inicio del fin de la luna de miel de Santos con el país.
El nuevo gobierno no puede darse el lujo de que la gente crea que el principal legado de Uribe, el de la seguridad, fue flor de un día. No importa que sea injusta esta apreciación por cuanto el gobierno apenas se inicia y porque durante la era Uribe también hubo este tipo de atentados. El tema es de la mayor sensibilidad para Santos debido a que el anterior gobierno lo dejó en un punto bien alto.
La respuesta debe ser contundente. No solamente la del gobierno nacional sino también la del gobierno de la capital. En este contexto, no se entiende la decisión del alcalde de Bogotá Samuel Moreno de no ofrecer recompensa por información sobre los autores porque dizque se trató de un atentado contra la gente de bien y, por tanto, se espera que la ciudadanía colabore sin nada a cambio.
Increíble que el alcalde Moreno no sepa que las recompensas no están dirigidas solamente a favorecer a la gente de bien que colabora con la justicia (a los ciudadanos ejemplares). Esas recompensas con inusitada frecuencia son para estimular la traición de cómplices, o para derrotar el miedo de personas, que por una razón u otra, estuvieron cerca, antes y después, de los autores del atentado.
Ante esta medición, la varilla del motor tiene que mostrar que el nivel del aceite está en su punto máximo.