El gobierno de Hugo Chávez esconde la profunda crisis financiera de PDVSA, que es la que provee más del 90% de las divisas del país.
De manera dispersa salen datos sobre la magnitud de una crisis que ha llevado al caos al mercado cambiario venezolano. Ese caos lo refleja el valor del dólar negro o paralelo, que ha alcanzado un precio equivalente a 6 veces la tasa de cambio oficial más alta permitida por el gobierno. Ese caos se refleja en un creciente retraso en el pago de deudas públicas y privadas de todo tipo. Venezuela es actualmente un país al que nadie le presta sino con un gran sobreprecio.
¿Cómo llegó Venezuela a tan absurda situación cambiaria, no obstante que el precio internacional del petróleo está en un nivel histórico alto?
La respuesta obviamente está en un manejo completamente alocado de la política económica y en una administración manirrota de la gallina de los huevos de oro, que no es otra que PDVSA. Bajo el gobierno de Chávez, la dependencia del país en los ingresos petroleros se ha vuelto casi total. Al tiempo que ese gobierno destruyó a otros sectores que proporcionaban ingresos externos adicionales y que eran fuente de empleo productivo, se dio a la tarea de explotar al máximo a PDVSA, sin hacer provisión alguna para el mantenimiento y ampliación de su capacidad de producción.
En el entretanto, los sindicatos oficialistas depredadores, aleccionados por funcionarios públicos ladrones, no solamente robaron y destruyeron un gran número de empresas productivas, sino que se han vuelto insaciables y exigen una tajada creciente de lo que llaman la “renta petrolera”. Todos en el oficialismo venezolano, con Chávez a la cabeza, creen que esa “renta petrolera” es infinita, a pesar de los golpes contra las paredes que últimamente están dándose.
La cruda verdad es que la “renta petrolera” ya no existe. PDVSA cada vez produce menos, gasta más en funcionamiento y en actividades que nada que ver con los hidrocarburos, y se endeuda de manera creciente. Su deuda externa ya supera los US$22.000 millones y pretende aumentarla en otros US$20.000 millones con oferta de petróleo a futuro a China.
Esa “renta petrolera” se volvería negativa si sólo se incluyeran gastos no presupuestados necesarios para mantener y aumentar la producción de PDVSA. Para mencionar sólo los más importantes, unos US$15.000 millones anuales que se requieren para la adecuada explotación de la Faja del Orinoco, y unos US$8.000 millones anuales que son indispensables para el mantenimiento y la renovación de la infraestructura productiva existente, incluidas las refinerías. Hablar de “renta petrolera” sin tomar en cuenta estas urgentes prioridades no atendidas, es soñar despierto.
Esa “renta petrolera” se ha esfumado en una empresa cuya producción es declinante, cuyo número de empleados ha pasado de 38.500 en 2004 a más de 90.000 en 2010, y que está obligada a apagar “incendios” en el resto sector público y a subsidiar a Cuba y a otros países aliados de Chávez.
De hecho, las exportaciones petroleras de Venezuela volvieron a caer en julio de 2010. Las ventas externas de crudo y derivados promediaron 2.29 millones de barriles por día (bpd), o sea 4,5% menos que en igual mes de 2009 (las de crudo fueron 1.54 millones de bpd). De esas ventas totales, un volumen cercano a 400.000 bpd son bajo esquemas subsidiados de créditos a largo plazo. Esta tendencia decreciente se ha acentuado durante el último año, a la vez que se ha incrementado la importación de derivados para llenar vacíos en el circuito interno de refinación.
Así las cosas, Venezuela se encuentra en una dramática encrucijada. El gobierno no quiere reconocer, ante la opinión pública de su país y ante los sindicatos depredadores que lo apoyan, la magnitud de los faltantes de divisas. Sus partidarios se hacen los de la vista gorda, engolosinados como están con los beneficios o prebendas que reciben.
A quienes todavía están en el negocio de importar y producir los asfixia esta falta de divisas. Y en el exterior, se sabe o se sospecha que el gobierno de Venezuela está quebrado, y que cualquier venta ha de ser de contado.
Nadie cree en el bolívar. El gobierno pretende que un dólar sirve para comprar apenas 3 o 4 o 5 bolívares. Manipula la tasa de cambio para que unos pocos se favorezcan con un abaratamiento artificial del dólar. Se trata de un círculo cada vez más reducido de beneficiarios, entre quienes se encuentran los “adictos” al régimen. Sin embargo, la realidad es que para los mortales sin acceso a los mercados cambiarios oficiales, para el ciudadano de la calle, el valor de un dólar es, en agosto de 2010, superior a 30 bolívares.
Aunque el dólar se ha debilitado recientemente frente a otras monedas, incluido el peso colombiano, en el país de la “renta petrolera”, en el país del bolívar “fuerte”, en el país del “socialismo del Siglo XIX” (perdón XXI), ese dólar es moneda durísima y tiende a valorizarse minuto a minuto.
¿Cómo llegó Venezuela a tan absurda situación cambiaria, no obstante que el precio internacional del petróleo está en un nivel histórico alto?
La respuesta obviamente está en un manejo completamente alocado de la política económica y en una administración manirrota de la gallina de los huevos de oro, que no es otra que PDVSA. Bajo el gobierno de Chávez, la dependencia del país en los ingresos petroleros se ha vuelto casi total. Al tiempo que ese gobierno destruyó a otros sectores que proporcionaban ingresos externos adicionales y que eran fuente de empleo productivo, se dio a la tarea de explotar al máximo a PDVSA, sin hacer provisión alguna para el mantenimiento y ampliación de su capacidad de producción.
En el entretanto, los sindicatos oficialistas depredadores, aleccionados por funcionarios públicos ladrones, no solamente robaron y destruyeron un gran número de empresas productivas, sino que se han vuelto insaciables y exigen una tajada creciente de lo que llaman la “renta petrolera”. Todos en el oficialismo venezolano, con Chávez a la cabeza, creen que esa “renta petrolera” es infinita, a pesar de los golpes contra las paredes que últimamente están dándose.
La cruda verdad es que la “renta petrolera” ya no existe. PDVSA cada vez produce menos, gasta más en funcionamiento y en actividades que nada que ver con los hidrocarburos, y se endeuda de manera creciente. Su deuda externa ya supera los US$22.000 millones y pretende aumentarla en otros US$20.000 millones con oferta de petróleo a futuro a China.
Esa “renta petrolera” se volvería negativa si sólo se incluyeran gastos no presupuestados necesarios para mantener y aumentar la producción de PDVSA. Para mencionar sólo los más importantes, unos US$15.000 millones anuales que se requieren para la adecuada explotación de la Faja del Orinoco, y unos US$8.000 millones anuales que son indispensables para el mantenimiento y la renovación de la infraestructura productiva existente, incluidas las refinerías. Hablar de “renta petrolera” sin tomar en cuenta estas urgentes prioridades no atendidas, es soñar despierto.
Esa “renta petrolera” se ha esfumado en una empresa cuya producción es declinante, cuyo número de empleados ha pasado de 38.500 en 2004 a más de 90.000 en 2010, y que está obligada a apagar “incendios” en el resto sector público y a subsidiar a Cuba y a otros países aliados de Chávez.
De hecho, las exportaciones petroleras de Venezuela volvieron a caer en julio de 2010. Las ventas externas de crudo y derivados promediaron 2.29 millones de barriles por día (bpd), o sea 4,5% menos que en igual mes de 2009 (las de crudo fueron 1.54 millones de bpd). De esas ventas totales, un volumen cercano a 400.000 bpd son bajo esquemas subsidiados de créditos a largo plazo. Esta tendencia decreciente se ha acentuado durante el último año, a la vez que se ha incrementado la importación de derivados para llenar vacíos en el circuito interno de refinación.
Así las cosas, Venezuela se encuentra en una dramática encrucijada. El gobierno no quiere reconocer, ante la opinión pública de su país y ante los sindicatos depredadores que lo apoyan, la magnitud de los faltantes de divisas. Sus partidarios se hacen los de la vista gorda, engolosinados como están con los beneficios o prebendas que reciben.
A quienes todavía están en el negocio de importar y producir los asfixia esta falta de divisas. Y en el exterior, se sabe o se sospecha que el gobierno de Venezuela está quebrado, y que cualquier venta ha de ser de contado.
Nadie cree en el bolívar. El gobierno pretende que un dólar sirve para comprar apenas 3 o 4 o 5 bolívares. Manipula la tasa de cambio para que unos pocos se favorezcan con un abaratamiento artificial del dólar. Se trata de un círculo cada vez más reducido de beneficiarios, entre quienes se encuentran los “adictos” al régimen. Sin embargo, la realidad es que para los mortales sin acceso a los mercados cambiarios oficiales, para el ciudadano de la calle, el valor de un dólar es, en agosto de 2010, superior a 30 bolívares.
Aunque el dólar se ha debilitado recientemente frente a otras monedas, incluido el peso colombiano, en el país de la “renta petrolera”, en el país del bolívar “fuerte”, en el país del “socialismo del Siglo XIX” (perdón XXI), ese dólar es moneda durísima y tiende a valorizarse minuto a minuto.