Ese parque no fue construido, ni está diseñado, para albergar eventos masivos como el festival gastronómico de la fundación Corazón Verde.
El editor en jefe del diario El Tiempo Ernesto Cortés Fierro, en un artículo del 1 de agosto de 2010 titulado “La casa de Rosa”, hace una defensa emocional de la realización anual del festival gastronómico Alimentarte de la fundación Corazón Verde en el parque de El Virrey de Bogotá. Con ese evento la fundación recauda fondos para regalarle viviendas a viudas de policías que perdieron su vida en cumplimiento de su deber.
En el artículo Cortés Fierro se burla de las quejas de los vecinos de El Virrey agrupados en la asociación Archie, quienes sostienen que como el evento se ha vuelto masivo, destruye a un parque que no fue hecho para recibir semejante cantidad de gente, ni tampoco como lugar para cocinar y merendar.
Cortés Fierro compara al parque El Virrey con el parque Simón Bolívar. Nada que ver. El parque Simón Bolívar fue hecho para recibir multitudes. Es un parque gigantesco con la infraestructura requerida para eventos masivos, incluidos conciertos. El parque El Virrey, en cambio, es una pequeña zona verde al lado de un pequeño canal. No tiene la capacidad ni la infraestructura para ser sede de eventos masivos, y menos los relacionados con comida.
La gente que vive enfrente del Simón Bolívar compró o arrendó con el conocimiento de que viviría al lado de un gigantesco parque donde se realizan toda clase de actividades. Pero además sus viviendas están separadas del parque por una calle o avenida. En contraste, las viviendas o apartamentos aledaños a El Virrey están encima de las zonas verdes donde se realiza el evento masivo de Corazón Verde. Cuando sus residentes compraron o arrendaron, no se les pasó por la mente que ese pequeño parque se convertiría en lugar donde habría este tipo de eventos masivos.
No sólo Cortés Fierro iguala peras con manzanas en su artículo, sino que acude a ese detestable periodismo donde lo sentimental prima sobre lo racional (argucia fácil que desdice de un periodista de su categoría). Sugiere entre líneas que, por comodidad, los residentes aledaños a El Virrey se oponen a que las viudas de los policías reciban vivienda, lo cual es completamente falso y fuera de todo contexto.
Más de la mitad del artículo se refiere a la tragedia de la muerte del policía y a la felicidad de Rosa la viuda y de sus hijos mentalmente retardados al recibir un apartamento. La historia en si misma no tiene nada de malo. Lo malo es cuando da a entender que debido al egoísmo de los habitantes de El Virrey no habrá más historias como la de Rosa.
El tema de discusión no es ese, ni tampoco sobre los loables objetivos de Corazón Verde. La discusión planteada es acerca de dónde se debe realizar un evento masivo como este festival gastronómico. Entre otras, si esta fundación no paga por el lugar o sitio donde lo realiza, sino que “se toma”, por así decirlo, un lugar público, debería por los menos rendir cuentas claras sobre cuánto recoge, cómo distribuye las utilidades del festival, y cómo valora y paga por las pérdidas ocasionadas por el deterioro del espacio público.
Pero volviendo al punto central, imposible que en Bogotá no haya lugares adecuados para llevar a cabo un festival gastronómico de esta magnitud. Lugares con el espacio, la infraestructura y las condiciones sanitarias mínimas para este tipo de eventos.
Por ahora hay una sugerencia. Evaluar la posibilidad de realizarlo enfrente de la zona verde aledaña a la vivienda de Cortés Fierro, o si esa es insuficiente, explorar otras zonas verdes de la ciudad aledañas a donde habitan los “dueños” de Corazón Verde.
En el artículo Cortés Fierro se burla de las quejas de los vecinos de El Virrey agrupados en la asociación Archie, quienes sostienen que como el evento se ha vuelto masivo, destruye a un parque que no fue hecho para recibir semejante cantidad de gente, ni tampoco como lugar para cocinar y merendar.
Cortés Fierro compara al parque El Virrey con el parque Simón Bolívar. Nada que ver. El parque Simón Bolívar fue hecho para recibir multitudes. Es un parque gigantesco con la infraestructura requerida para eventos masivos, incluidos conciertos. El parque El Virrey, en cambio, es una pequeña zona verde al lado de un pequeño canal. No tiene la capacidad ni la infraestructura para ser sede de eventos masivos, y menos los relacionados con comida.
La gente que vive enfrente del Simón Bolívar compró o arrendó con el conocimiento de que viviría al lado de un gigantesco parque donde se realizan toda clase de actividades. Pero además sus viviendas están separadas del parque por una calle o avenida. En contraste, las viviendas o apartamentos aledaños a El Virrey están encima de las zonas verdes donde se realiza el evento masivo de Corazón Verde. Cuando sus residentes compraron o arrendaron, no se les pasó por la mente que ese pequeño parque se convertiría en lugar donde habría este tipo de eventos masivos.
No sólo Cortés Fierro iguala peras con manzanas en su artículo, sino que acude a ese detestable periodismo donde lo sentimental prima sobre lo racional (argucia fácil que desdice de un periodista de su categoría). Sugiere entre líneas que, por comodidad, los residentes aledaños a El Virrey se oponen a que las viudas de los policías reciban vivienda, lo cual es completamente falso y fuera de todo contexto.
Más de la mitad del artículo se refiere a la tragedia de la muerte del policía y a la felicidad de Rosa la viuda y de sus hijos mentalmente retardados al recibir un apartamento. La historia en si misma no tiene nada de malo. Lo malo es cuando da a entender que debido al egoísmo de los habitantes de El Virrey no habrá más historias como la de Rosa.
El tema de discusión no es ese, ni tampoco sobre los loables objetivos de Corazón Verde. La discusión planteada es acerca de dónde se debe realizar un evento masivo como este festival gastronómico. Entre otras, si esta fundación no paga por el lugar o sitio donde lo realiza, sino que “se toma”, por así decirlo, un lugar público, debería por los menos rendir cuentas claras sobre cuánto recoge, cómo distribuye las utilidades del festival, y cómo valora y paga por las pérdidas ocasionadas por el deterioro del espacio público.
Pero volviendo al punto central, imposible que en Bogotá no haya lugares adecuados para llevar a cabo un festival gastronómico de esta magnitud. Lugares con el espacio, la infraestructura y las condiciones sanitarias mínimas para este tipo de eventos.
Por ahora hay una sugerencia. Evaluar la posibilidad de realizarlo enfrente de la zona verde aledaña a la vivienda de Cortés Fierro, o si esa es insuficiente, explorar otras zonas verdes de la ciudad aledañas a donde habitan los “dueños” de Corazón Verde.