Serían muchos los beneficios que se dejarían de percibir por la no explotación responsable de la mina de Angostura, departamento de Santander.
Apenas hubo la noticia de que la firma canadiense Greystar Resources desistiría de su mina localizada en el páramo de Santurban, una multitud de pelmazos en Santander y en el resto del país saltaron del júbilo.
A la hora de la verdad Greystar replanteará su proyecto para realizar una explotación subterránea y no a cielo abierto, como tenía previsto originalmente. No se sabe cuál será la respuesta de las autoridades y de la comunidad ante esta nueva propuesta.
Lo que si se supo fue la respuesta ante la noticia no verdadera de que Greystar abandonaría del todo el proyecto. Las letras del himno nacional “Oh júbilo inmortal” se quedaron cortas para describir lo que opinó la gente por los distintos medios de comunicación.
¿De dónde este júbilo? Ciertamente no es proveniente del área de influencia que iba a beneficiarse con una inversión cercana a los US$1.000 millones, con unas regalías gigantescas y con una explotación del oro con las más estrictas exigencias ambientales.
Actualmente hay toda clase de explotaciones chambonas ilegales que están destruyendo el páramo de Santurbán, sin que ningún ambientalista, o el gobierno nacional, o el gobierno departamental, o Fenalco Bucaramanga hayan movido un dedo para protestar por la falta de protección del páramo. Pero ahora todos al unísono salen a reclamar una supuesta “victoria” para el “berraco” pueblo de Santander, porque se logró frenar un proyecto de explotación responsable, con capital suficiente para hacerlo realidad.
A la hora de la verdad Greystar replanteará su proyecto para realizar una explotación subterránea y no a cielo abierto, como tenía previsto originalmente. No se sabe cuál será la respuesta de las autoridades y de la comunidad ante esta nueva propuesta.
Lo que si se supo fue la respuesta ante la noticia no verdadera de que Greystar abandonaría del todo el proyecto. Las letras del himno nacional “Oh júbilo inmortal” se quedaron cortas para describir lo que opinó la gente por los distintos medios de comunicación.
¿De dónde este júbilo? Ciertamente no es proveniente del área de influencia que iba a beneficiarse con una inversión cercana a los US$1.000 millones, con unas regalías gigantescas y con una explotación del oro con las más estrictas exigencias ambientales.
Actualmente hay toda clase de explotaciones chambonas ilegales que están destruyendo el páramo de Santurbán, sin que ningún ambientalista, o el gobierno nacional, o el gobierno departamental, o Fenalco Bucaramanga hayan movido un dedo para protestar por la falta de protección del páramo. Pero ahora todos al unísono salen a reclamar una supuesta “victoria” para el “berraco” pueblo de Santander, porque se logró frenar un proyecto de explotación responsable, con capital suficiente para hacerlo realidad.
Tampoco debería recibir con júbilo la noticia el resto del país. Son miles de millones de dólares los que se dejarían de recibir en los próximos 15 años, incluidos los impuestos para atender el creciente gasto social y construir la infraestructura que todos los colombianos también al unísono le reclaman al gobierno nacional como si los recursos estuvieran ahí listos para ser apropiados, sin necesidad de producirlos.
En Colombia no abundan las posibilidades de avance económico en zonas como el área de influencia de la mina de Angostura. Tampoco es que tenga el país muchas fuentes de divisas y de generación de excedentes económicos. Colombia es un país pobre, con muchas necesidades básicas insatisfechas. La riqueza no le va a caer del cielo. Las reservas minerales sin explotar no producen nada. Tampoco produce mayor cosa una montaña como la de Santurbán tal cual la entregó la naturaleza.
Los colombianos tienen que decidir si quieren explotar o no su riqueza mineral. Si no lo quieren hacer porque los asusta el costo ecológico y menosprecian los beneficios, entonces habrá que olvidarse de esta fuente de riqueza. Quedarán eso si, como desde hace más de un siglo, las explotaciones artesanales ilegales que violan todos los códigos ambientales. Pero para los políticos demagogos y medios de comunicación sensacionalistas eso es lo de menos: no les interesa los resultados a largo plazo sino las apariencias del momento.
Los colombianos no le pueden pedir a las compañías mineras serias que inviertan dinero del grande, que exploren, que realicen todos los estudios pertinentes, que incurran en una serie de gastos, y después darles una patada en el trasero, tal como está pasando con Greystar. No se los puede tratar como si fueran delincuentes y enemigas de Colombia, por la sencilla razón de que no lo son. Por el contrario, son socias en el desarrollo del país, y como tales deben ser consideradas.
Cuando esta empresa vino a Colombia la legislación no prohibía la actividad minera en zonas como Santurbán. Le cambiaron las reglas de juego a mitad de camino cuando ya había realizado una importante inversión. No es una empresa que esté actuando de mala fe y engañando a la gente, para que sea objeto de una especie de linchamiento colectivo, como el que se ha dado en los últimos días.
Realmente, ¿qué es lo que habría que celebrar si Greystar se retira del proyecto? Que se va a salvar el páramo de Santurbán, dirán muchos pelmazos. Por Dios, qué teóricos y alejados de la realidad colombiana que son. Se requiere ser un gran pelmazo para creer que eso será así. A los santandereanos nunca los ha desvelado el cuidado de ese páramo. Ahí seguirán los mineros ilegales haciendo de las suyas. En cambio, con una minería responsable como la que propone Greystar, habría posibilidades y recursos para salvar y rescatar buena parte del ecosistema del páramo.
¿Qué más es digno de celebración en el caso de Santurbán? ¿Saltar de júbilo porque el país se da el lujo de echar por la borda miles de millones de dólares en inversiones, divisas e impuestos? ¿Es esto lo que celebran los pelmazos? ¿Estarán felices por el mensaje negativo para los inversionistas extranjeros que implicaría esta noticia? ¿O abrirán botella de champaña por el sacrificio de empleo formal y bien remunerado, que bastante hace falta en esa región, si llegare a suspenderse el proyecto?
Fácil para los ambientalistas sólo mirar una cara de la moneda, la de los costos, sin deparar mayormente en la otra cara, la de los beneficios, porque los incomoda intelectualmente.
En Colombia no abundan las posibilidades de avance económico en zonas como el área de influencia de la mina de Angostura. Tampoco es que tenga el país muchas fuentes de divisas y de generación de excedentes económicos. Colombia es un país pobre, con muchas necesidades básicas insatisfechas. La riqueza no le va a caer del cielo. Las reservas minerales sin explotar no producen nada. Tampoco produce mayor cosa una montaña como la de Santurbán tal cual la entregó la naturaleza.
Los colombianos tienen que decidir si quieren explotar o no su riqueza mineral. Si no lo quieren hacer porque los asusta el costo ecológico y menosprecian los beneficios, entonces habrá que olvidarse de esta fuente de riqueza. Quedarán eso si, como desde hace más de un siglo, las explotaciones artesanales ilegales que violan todos los códigos ambientales. Pero para los políticos demagogos y medios de comunicación sensacionalistas eso es lo de menos: no les interesa los resultados a largo plazo sino las apariencias del momento.
Los colombianos no le pueden pedir a las compañías mineras serias que inviertan dinero del grande, que exploren, que realicen todos los estudios pertinentes, que incurran en una serie de gastos, y después darles una patada en el trasero, tal como está pasando con Greystar. No se los puede tratar como si fueran delincuentes y enemigas de Colombia, por la sencilla razón de que no lo son. Por el contrario, son socias en el desarrollo del país, y como tales deben ser consideradas.
Cuando esta empresa vino a Colombia la legislación no prohibía la actividad minera en zonas como Santurbán. Le cambiaron las reglas de juego a mitad de camino cuando ya había realizado una importante inversión. No es una empresa que esté actuando de mala fe y engañando a la gente, para que sea objeto de una especie de linchamiento colectivo, como el que se ha dado en los últimos días.
Realmente, ¿qué es lo que habría que celebrar si Greystar se retira del proyecto? Que se va a salvar el páramo de Santurbán, dirán muchos pelmazos. Por Dios, qué teóricos y alejados de la realidad colombiana que son. Se requiere ser un gran pelmazo para creer que eso será así. A los santandereanos nunca los ha desvelado el cuidado de ese páramo. Ahí seguirán los mineros ilegales haciendo de las suyas. En cambio, con una minería responsable como la que propone Greystar, habría posibilidades y recursos para salvar y rescatar buena parte del ecosistema del páramo.
¿Qué más es digno de celebración en el caso de Santurbán? ¿Saltar de júbilo porque el país se da el lujo de echar por la borda miles de millones de dólares en inversiones, divisas e impuestos? ¿Es esto lo que celebran los pelmazos? ¿Estarán felices por el mensaje negativo para los inversionistas extranjeros que implicaría esta noticia? ¿O abrirán botella de champaña por el sacrificio de empleo formal y bien remunerado, que bastante hace falta en esa región, si llegare a suspenderse el proyecto?
Fácil para los ambientalistas sólo mirar una cara de la moneda, la de los costos, sin deparar mayormente en la otra cara, la de los beneficios, porque los incomoda intelectualmente.
Mientras la clase dirigente colombiana y los medios de comunicación no cambien su actitud hostil frente a la minería responsable, mientras no haya un gobierno que enfrente con valentía el tema, no hace mucho sentido realizar en Colombia inversión en la exploración y explotación de oro. Sencillamente los riesgos son demasiado altos (incluidos los que conlleva una inseguridad que últimamente ha empeorado).
Y menos ahora con un gobierno, el de Juan Manuel Santos, que parece débil frente a las demandas de grupos ambientalistas y que además le ha subido de manera significativa la tributación a esta actividad. Incluso se rumora que le impondrá un impuesto de ganancias ocasionales adicional al que ya existe. Definitivamente se está convirtiendo en todo un chiste aquello de la locomotora de la minería.
Y menos ahora con un gobierno, el de Juan Manuel Santos, que parece débil frente a las demandas de grupos ambientalistas y que además le ha subido de manera significativa la tributación a esta actividad. Incluso se rumora que le impondrá un impuesto de ganancias ocasionales adicional al que ya existe. Definitivamente se está convirtiendo en todo un chiste aquello de la locomotora de la minería.