Así tienden a ser los gobernantes del Partido Demócrata en Estados Unidos. Actualmente ese país es la única super potencia. Si fuera por antecedentes históricos, ninguna super potencia a lo largo de la historia de la humanidad ha mantenido a raya a sus enemigos, que siempre los habrá, a base de diálogos y gestos de buena voluntad. Es el miedo del uso de la fuerza bruta por parte del más fuerte lo que finalmente disuade a los enemigos más débiles.
Pero siempre habrá políticos que creen que los enemigos se desarman y derrotan con gestos de buena voluntad. El problema con esos políticos es que creen que el resto de la humanidad se mueve al son de los mismos valores y sentimientos que ellos poseen. Desafortunadamente no es así. La asimetría en valores y sentimientos lleva a equívocos. Con frecuencia, los enemigos declarados interpretan los gestos de buena voluntad como señales de debilidad o de falta de decisión. Se sienten más poderosos y eso los estimula para emprender acciones todavía más agresivas.
El mensaje que ha transmitido Barack Obama a los radicales islámicos es equívoco. Ha ablandado la posición de Estados Unidos frente a Irán, ha dudado sobre la guerra de Afganistán, y su administración pretende juzgar a terroristas atrapados en acciones de combate y que se encuentran en la prisión de Guantánamo con los mismos derechos con los que se juzga a los ciudadanos norteamericanos.
Ha habido otras señales equívocas por parte de Obama. Por ejemplo, discursos excusándose de la política exterior de Estados Unidos. Inclinaciones de cabeza ante monarcas extranjeros, incluido el de Arabia Saudita. Ningún firme reclamo a China por su política económica mercantilista o por su abierta violación a los derechos humanos. Concesiones a Rusia en Polonia y Armenia. En fin, da la impresión que por encima de todo Obama quiere ser visto como un muy “querido” Presidente de Estados Unidos.
Pero la distancia en política exterior entre ser “querido” y ser visto como “débil” o “ingenuo” es tenue. Difícil de manejar el tema. Ojalá Obama no se convierta en uno de esos Presidentes que necesitan de varios golpes de realidad para entender que con lo enemigos declarados de su país el juego es de verdad y no de apariencias.
Pero siempre habrá políticos que creen que los enemigos se desarman y derrotan con gestos de buena voluntad. El problema con esos políticos es que creen que el resto de la humanidad se mueve al son de los mismos valores y sentimientos que ellos poseen. Desafortunadamente no es así. La asimetría en valores y sentimientos lleva a equívocos. Con frecuencia, los enemigos declarados interpretan los gestos de buena voluntad como señales de debilidad o de falta de decisión. Se sienten más poderosos y eso los estimula para emprender acciones todavía más agresivas.
El mensaje que ha transmitido Barack Obama a los radicales islámicos es equívoco. Ha ablandado la posición de Estados Unidos frente a Irán, ha dudado sobre la guerra de Afganistán, y su administración pretende juzgar a terroristas atrapados en acciones de combate y que se encuentran en la prisión de Guantánamo con los mismos derechos con los que se juzga a los ciudadanos norteamericanos.
Ha habido otras señales equívocas por parte de Obama. Por ejemplo, discursos excusándose de la política exterior de Estados Unidos. Inclinaciones de cabeza ante monarcas extranjeros, incluido el de Arabia Saudita. Ningún firme reclamo a China por su política económica mercantilista o por su abierta violación a los derechos humanos. Concesiones a Rusia en Polonia y Armenia. En fin, da la impresión que por encima de todo Obama quiere ser visto como un muy “querido” Presidente de Estados Unidos.
Pero la distancia en política exterior entre ser “querido” y ser visto como “débil” o “ingenuo” es tenue. Difícil de manejar el tema. Ojalá Obama no se convierta en uno de esos Presidentes que necesitan de varios golpes de realidad para entender que con lo enemigos declarados de su país el juego es de verdad y no de apariencias.