El Centro Refinador Paraguaná, integrado por Amuay y Cardón en el occidente del país, ha experimentado reiteradas paradas programadas y fortuitas, en medio de una crisis que exige más combustibles para generar electricidad.
El gobierno acaba de anunciar que la refinería de Amuay, la más grande de Venezuela con una capacidad de 640.000 barriles por día, detendrá sus operaciones por varias semanas. Recientemente la refinería de Cardón, de más de 300.000 barriles por día de capacidad, sufrió un incendio en su unidad de craqueo catalítico. La refinería Isla en Curazao, administrada por PDVSA, ha estado inactiva desde hace más de un mes.
Igual colapso se está presentado en las industrias básicas de la Guayana. Tanto Sidor, como Venalum, Alcasa y Ferrominera se encuentran casi paralizadas debido a la falta de energía eléctrica y a una muy ineficiente administración. Se teme que un eventual rescate de estas empresas costaría más de lo que ellas valen.
A lo anterior se agregaría la deficitaria situación de varias de las empresas petroquímicas. También habría que mencionar la declinante producción de crudo por parte de PDVSA (que en abril de 2010 no ha presentado su balance correspondiente a diciembre 31 de 2009).
No hay una sola de las grandes empresas estatales de Venezuela que se distinga por estar bien administrada y por generar excedentes para ampliar y renovar su capacidad productiva. Ni una sola. No se trata solamente de las empresas del sector eléctrico. Todas la demás también son un desastre, desde cualquier punto de vista que se analice. La culpa es exclusivamente de Hugo Chávez y de sus funcionarios.
El gobierno acaba de anunciar que la refinería de Amuay, la más grande de Venezuela con una capacidad de 640.000 barriles por día, detendrá sus operaciones por varias semanas. Recientemente la refinería de Cardón, de más de 300.000 barriles por día de capacidad, sufrió un incendio en su unidad de craqueo catalítico. La refinería Isla en Curazao, administrada por PDVSA, ha estado inactiva desde hace más de un mes.
Igual colapso se está presentado en las industrias básicas de la Guayana. Tanto Sidor, como Venalum, Alcasa y Ferrominera se encuentran casi paralizadas debido a la falta de energía eléctrica y a una muy ineficiente administración. Se teme que un eventual rescate de estas empresas costaría más de lo que ellas valen.
A lo anterior se agregaría la deficitaria situación de varias de las empresas petroquímicas. También habría que mencionar la declinante producción de crudo por parte de PDVSA (que en abril de 2010 no ha presentado su balance correspondiente a diciembre 31 de 2009).
No hay una sola de las grandes empresas estatales de Venezuela que se distinga por estar bien administrada y por generar excedentes para ampliar y renovar su capacidad productiva. Ni una sola. No se trata solamente de las empresas del sector eléctrico. Todas la demás también son un desastre, desde cualquier punto de vista que se analice. La culpa es exclusivamente de Hugo Chávez y de sus funcionarios.
A muchos pelmazos venezolanos este pésimo manejo de los recursos productivos no les importa sencillamente porque creen que ese no es su problema. Estos pelmazos no ven más allá de sus narices. No se percatan que eso incide dramáticamente en el nivel de vida de toda la población y en el de ellos, y que ese mal manejo es precisamente el que ha impedido que Venezuela ingrese al club de los países más desarrollados del mundo.
En el subsuelo no pueden ser más ricos los venezolanos, pero en la superficie es difícil encontrar un caso más patético de despilfarro y desidia. Al tiempo que el gobierno de Chávez se la pasa ufanándose de las reservas energéticas que posee, conduce a su país hacia un deterioro vertiginoso en la calidad de vida de la gran mayoría de la población.
En el subsuelo no pueden ser más ricos los venezolanos, pero en la superficie es difícil encontrar un caso más patético de despilfarro y desidia. Al tiempo que el gobierno de Chávez se la pasa ufanándose de las reservas energéticas que posee, conduce a su país hacia un deterioro vertiginoso en la calidad de vida de la gran mayoría de la población.