Y no solamente de muertes. También de toda clase de lesiones físicas permanentes. Las empresas de transporte terrestre de pasajeros son directas responsables.

 

En Colombia durante 2009 las muertes por accidente de tránsito triplicaron a las del conflicto armado. Fueron aproximadamente 6.000, al lado de más de 70.000 heridos, de los cuales casi dos terceras partes ocasionados por vehículos de empresas de transporte público de pasajeros, especialmente buses y busetas.

Ahora bien, la explicación para la mayoría de los accidentes es que fue el resultado de “una falla mecánica”. Aparentemente esa explicación exonera a las empresas de responsabilidad alguna. Las “fallas mecánicas” son consideradas un hecho fortuito, como si se tratara de un rayo caído del cielo.

En muchos accidentes se mezcla el exceso de velocidad o maniobras de alto riesgo del conductor con la pérdida de frenos o una falla relacionada con las llantas del vehículo. Es decir, se trata de una doble falta. Un conductor irresponsable al mando de un vehículo que no ofrece las mínimas condiciones técnicas de seguridad.

Es absolutamente inexplicable la razón por la cual nadie en Colombia, ni los Presidentes, ni los ministros, ni los congresistas, ni ninguna autoridad, le ha dado importancia a tan grave asunto, un asunto que afecta especialmente a los más pobres del país.  

Aparentemente estas empresas asesinas tienen una importante influencia política. Y son empresas asesinas, de eso no cabe la menor duda. Transportan seres humanos sin la menor consideración a su seguridad.

Estas empresas son, en la mayoría de los casos, las directas responsables de la accidentalidad de sus vehículos. Deben recibir una sanción ejemplar por los daños y perjuicios que ocasionan. Pero no sucede así. ¿Por qué?

Es paradójico que la mayoría de las empresas de transporte terrestre de carga, en especial las más grandes, si transportan sus mercancías en condiciones óptimas. Se esfuerzan para que su carga llegue a su destino sin problemas. Los seguros y las penalidades si funcionan en su caso.

Pero en el caso de las empresas que transportan seres humanos, los conductores se transforman en desquiciados violadores de todas las normas y, como si lo anterior no fuera suficiente, utilizan vehículos que están a punto de quedarse sin frenos o sin el eje que sostiene a las llantas.

¿Qué se les pasa por la mente a estos asesinos? ¿Cómo pueden dormir con la conciencia tranquila los dueños, administradores y conductores de estos ataúdes andantes? ¿Quién les concede las licencias para que operen?

 

Pero sobretodo, ¿cómo es posible que no haya sanciones ejemplares para los culpables de esta lacra que es comparable en su impacto a la peor de las criminalidades? Se han modificado periódicamente los códigos, el penal, el de transporte y todos lo demás. Y estos asesinos continúan sueltos, y sus empresas funcionando como si nada.

Mientras tanto vuelve y juega la noticia del día: los muertos y heridos ocasionados por las “fallas mecánicas”.