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Sucedió en Colombia pero ha podido suceder en cualquier otro país de América Latina. Las chambonadas son uno de los mayores obstáculos para el progreso de los países.
 
La primera gran chambonada reciente, la más costosa de los últimos meses, es la de los finqueros que instalaron tubos hasta de ocho pulgadas de diámetro en el terraplén que recorre el Canal del Dique. Todo apunta a que la presencia de esos tubos fue la principal causa del boquete que se abrió en el canal y por el que entraron los 2.400 millones de metros cúbicos de agua que inundaron al sur del departamento del Atlántico.

Varias poblaciones y cientos de miles de habitantes y hectáreas de producción agropecuaria, incluidas obviamente las de los finqueros, fueron afectadas por las inundaciones resultantes.

¿Qué estaban pensando los finqueros al incrustar tuberías en el terraplén del Canal del Dique? Aparentemente este tipo de práctica, que según parece es común en Colombia, es utilizada por ellos para recoger agua para sus tierras cada vez que sube el nivel del canal.

Cientos de millones de dólares fueron los daños ocasionados por esta chambonada, algunos irreparables porque impactaron a personas sin capacidad de recuperación económica. Los finqueros hicieron lo que hicieron sin informarse acerca de las posibles consecuencias de su acción.

Si fuera una práctica sin consecuencias, el terraplén del Canal del Dique estaría repleto de tubos como estos. Estos finqueros lo hicieron a escondidas sin consultarle a Cormagdalena (la entidad rectora en estos temas) si eso era permitido o aconsejable. Sabihondos empíricos, de esos que abundan por estos lados, que creen que pueden alterar sin consecuencias lo que fue construido respetando todas los cánones de la ingeniería civil. 

La otra muy costosa chambonada reciente está relacionada con el proyecto de manejo de aguas negras de Cartagena. En la etapa final del proyecto financiado por el Banco Mundial se utilizaría una tubería (emisario submarino) de 4.3 kilómetros para llevar mar adentro las aguas residuales de la ciudad, después de ser filtradas en la planta de tratamiento de Punta Canoa.

Pues bien, la tubería con sus 888 lastres de hormigón de más de 10.000 toneladas fueron traídos sin problema desde Noruega hasta Bahía Honda en Cartagena. Luego la empresa encargada del proyecto, EDT Marine Construction, debería transportarla a la planta de Punta Canoa. Para tal efecto, contrató a Operaciones Técnicas Marítimas (OTM), un servicio de remolcadores de Cartagena.

En esta última operación la tubería se partió y sus partes se dispersaron por el Caribe. Se estima que sólo la mitad de la tubería será rescatada. El proyecto se retrasará no se sabe por cuánto tiempo y su terminación conllevará significativos sobre costos.  

¿Qué pasó? El interventor, la firma inglesa Halcrow Group, dio su veredicto. Aunque no habló de chambonada, se trató claramente de una muy típica de Colombia. En primer lugar, OTM no contaba con el equipo adecuado para transportar la tubería. En segundo lugar, el zarpe del convoy de remolcadores se hizo en un día con muy mal tiempo. La Capitanía del Puerto, que ha debido impedir el zarpe, no lo hizo aparentemente por razones de compadrazgo con OTM. En tercer lugar, OTM cambió la ruta establecida por una más azarosa (posiblemente para ahorrar tiempo).

Una recopilación mayor de chambonadas, imposible. Aunque EDT Marine Construction es la responsable final de lo sucedido, habría que decir en su defensa que creyó, seguramente de buena fe, que una firma como OTM era capaz de hacer su tarea en forma responsable.

OTM es una pequeña firma, que se comprometió con algo que le quedaba grande. Pero no sólo eso. En lugar de tomar todas las precauciones imaginables, puesto que estaba realizando una labor que nunca había hecho, asumió riesgos adicionales (mal tiempo y ruta no aconsejable). Al igual que los finqueros del Atlántico, esta firma parece administrada por sabihondos empíricos que no miden las consecuencias de sus actos.

Desafortunadamente EDT Marine Construction se dejó convencer por OTM. Fue su error y los errores se pagan. Ahora bien, es difícil en Colombia no ser víctima de chambones como OTM, que juran solemnemente ser capaces de hacer cosas para las cuales no disponen ni de los recursos ni de los conocimientos requeridos. Son increíblemente convincentes en promoverse. Pero también increíblemente chambones en la ejecución.

Ambos chambones, los finqueros del Atlántico y OTM, ocasionaron daños inmensos que todos los colombianos terminarán pagando de una forma u otra.