Alianzas con Gaddafi, Kenia y Zimbawbe, pedazo de refinería en Siria, relaciones diplomáticas con Ossetia del Sur, etc, etc.
Hugo Chávez se la pasa inventándose instituciones: Alba, Banco del Sur, Cumbre América del Sur – África, e incluso Telesur. Otras como Unasur ha sido con el liderazgo compartido de Brasil. Todo esto en medio de la presencia de una pléyade de instituciones internacionales que harían pensar a cualquier ser razonable que no hay espacio para otras.
Mientras Hugo Chávez se la pasa en cumbres y reuniones internacionales, mientras visita a Irán, Rusia y Bielorrusia, su país, que se llama Venezuela, está sumido en una encrucijada económica de insospechadas proporciones. Despilfarro, ineficiencia y politización tienen a Venezuela al borde de un ataque de nervios.
La situación sin tapujos es la siguiente. Venezuela, la de ahora, la que su gobierno llama República Bolivariana de Venezuela, vive exclusivamente de un producto, el petróleo. Más que nunca antes, la Venezuela actual es parásita del petróleo; totalmente dependiente de lo que acontezca con el precio internacional del crudo.
Con un precio internacional alrededor de US$70 barril, Venezuela más o menos sobrevive económicamente. Digamos que sobrevive, pero endeudándose, ya sea con la colocación de bonos o no pagándole a acreedores (especialmente importadores y dueños de empresas nacionalizadas). Es decir, lo que ha venido ocurriendo recientemente.
Ahora bien, el gran enigma es qué va a pasar con el precio del petróleo. Las apuestas se inclinan levemente a favor de la tesis de que, luego del repunte de los últimos meses, ese precio retornará a los niveles deprimidos de comienzos de 2009. Si este escenario se hiciera realidad así fuera por no mucho tiempo, las angustias financieras de Chávez se acrecentarían, así como la presión para devaluar el bolívar y reajustar el precio de la gasolina. ¡Ni qué decir de recortes adicionales en los presupuestos familiares!
Definitivamente, en medio de las difíciles circunstancias económicas y de libertad que enfrentan en su vida diaria los venezolanos, los innumerables viajes internacionales de Hugo Chávez a reuniones sin resultados prácticos y los utópicos proyectos conjuntos con países igual o más despilfarradores e ineficientes, se han convertido en un espectáculo crecientemente surrealista.
Con un precio internacional alrededor de US$70 barril, Venezuela más o menos sobrevive económicamente. Digamos que sobrevive, pero endeudándose, ya sea con la colocación de bonos o no pagándole a acreedores (especialmente importadores y dueños de empresas nacionalizadas). Es decir, lo que ha venido ocurriendo recientemente.
Ahora bien, el gran enigma es qué va a pasar con el precio del petróleo. Las apuestas se inclinan levemente a favor de la tesis de que, luego del repunte de los últimos meses, ese precio retornará a los niveles deprimidos de comienzos de 2009. Si este escenario se hiciera realidad así fuera por no mucho tiempo, las angustias financieras de Chávez se acrecentarían, así como la presión para devaluar el bolívar y reajustar el precio de la gasolina. ¡Ni qué decir de recortes adicionales en los presupuestos familiares!
Definitivamente, en medio de las difíciles circunstancias económicas y de libertad que enfrentan en su vida diaria los venezolanos, los innumerables viajes internacionales de Hugo Chávez a reuniones sin resultados prácticos y los utópicos proyectos conjuntos con países igual o más despilfarradores e ineficientes, se han convertido en un espectáculo crecientemente surrealista.