Este es uno de los mejores chistes del año. Solo falta que nieguen que son asesinos, secuestradores, extorsionadores, sembradores de minas antipersonales, reclutadores de menores, destructores de la infraestructura y ejecutores de atentados contra la población civil con bombas explosivas.
El 24 de abril de 2014, al comenzar uno mas de tantos ciclos de las interminables conversaciones con el gobierno colombiano en Cuba, sus negociadores alias “Iván Márquez” y alias “Pablo Catatumbo” señalaron que las Farc “no son una organización narcotraficante”.
Y, ¿adivinen qué? A renglón seguido manifiestan que esta afirmación no solamente es de ellos sino que la es también del Presidente Juan Manuel Santos y de sus plenipotenciarios en La Habana. Sugieren que Santos al sentarse a negociar con ellos los exoneró de este delito.
Pero el asunto no termina ahí. Los alias que dirigen a las Farc están preocupados por la recompensa de US$5 millones que ofreció el Departamento de Estado de Estados Unidos por ellos debido a su involucramiento con el narcotráfico. Para estos individuos el hecho de que el Departamento de Estado los descalifique es una bofetada al gobierno colombiano que está negociando con ellos.
Esta es sin duda una de las tantas contradicciones de un proceso de negociación que ha sido muy mal llevado por Santos quien le ha dado el tratamiento de insurgentes políticos a la organización terrorista mas curtida del Continente.
Si por algo se distinguen las Farc, además de un diestro manejo de todas las formas de lucha delictivas y criminales, son por sus olímpicas mentiras. Nunca han reconocido ni reconocerán sus delitos y crímenes. Eso de su culpabilidad en la desaparición y destrucción de innumerables vidas humanas no es con ellos. Nunca pedirán perdón porque para ellos el fin justifica todos los medios y las mentiras son parte integral de su manual estratégico.
De manera que negociar con las Farc es realmente una perdedera de tiempo. Santos pensó que ya estaban derrotadas militarmente, luego de los golpes que les propinó Álvaro Uribe y que por lo tanto, estarían en actitud dócil y sumisa. Incluso se comprometió a que el proceso duraría un año, uno de muchos compromisos que le incumplió al país.
Pero lo que ha hecho Santos con estas negociaciones es darles un nuevo aire político y militar. Dada la ideología y mentalidad de esta organización, que muchos colombianos ingenuamente creen que es maleable y negociable a cambio de unos puestos públicos, dadas las divisiones que las negociaciones han causado en la dirigencia del país, y si además se tiene en cuenta el apoyo que reciben del gobierno de Venezuela, consideran que ahora nuevamente tienen las de ganar. Su tradicional prepotencia está en estos momentos por las nubes.
Bajo estas circunstancias, si Santos es reelegido en las próximas elecciones presidenciales, la “mamadera de gallo” de las Farc será peor que nunca. Dilatarán las negociaciones con cualquier disculpa. Jugarán a bajarle aún mas la moral a las fuerzas públicas y a convencer nuevamente a los colombianos que poseen el poderío militar que lograron tener antes de Uribe. Encontrarían a un Santos muy proclive, dispuesto a seguir creyéndose el cuento de que estas negociaciones son la única forma de rescatar su relativamente opaca presidencia.
Y, ¿adivinen qué? A renglón seguido manifiestan que esta afirmación no solamente es de ellos sino que la es también del Presidente Juan Manuel Santos y de sus plenipotenciarios en La Habana. Sugieren que Santos al sentarse a negociar con ellos los exoneró de este delito.
Pero el asunto no termina ahí. Los alias que dirigen a las Farc están preocupados por la recompensa de US$5 millones que ofreció el Departamento de Estado de Estados Unidos por ellos debido a su involucramiento con el narcotráfico. Para estos individuos el hecho de que el Departamento de Estado los descalifique es una bofetada al gobierno colombiano que está negociando con ellos.
Esta es sin duda una de las tantas contradicciones de un proceso de negociación que ha sido muy mal llevado por Santos quien le ha dado el tratamiento de insurgentes políticos a la organización terrorista mas curtida del Continente.
Si por algo se distinguen las Farc, además de un diestro manejo de todas las formas de lucha delictivas y criminales, son por sus olímpicas mentiras. Nunca han reconocido ni reconocerán sus delitos y crímenes. Eso de su culpabilidad en la desaparición y destrucción de innumerables vidas humanas no es con ellos. Nunca pedirán perdón porque para ellos el fin justifica todos los medios y las mentiras son parte integral de su manual estratégico.
De manera que negociar con las Farc es realmente una perdedera de tiempo. Santos pensó que ya estaban derrotadas militarmente, luego de los golpes que les propinó Álvaro Uribe y que por lo tanto, estarían en actitud dócil y sumisa. Incluso se comprometió a que el proceso duraría un año, uno de muchos compromisos que le incumplió al país.
Pero lo que ha hecho Santos con estas negociaciones es darles un nuevo aire político y militar. Dada la ideología y mentalidad de esta organización, que muchos colombianos ingenuamente creen que es maleable y negociable a cambio de unos puestos públicos, dadas las divisiones que las negociaciones han causado en la dirigencia del país, y si además se tiene en cuenta el apoyo que reciben del gobierno de Venezuela, consideran que ahora nuevamente tienen las de ganar. Su tradicional prepotencia está en estos momentos por las nubes.
Bajo estas circunstancias, si Santos es reelegido en las próximas elecciones presidenciales, la “mamadera de gallo” de las Farc será peor que nunca. Dilatarán las negociaciones con cualquier disculpa. Jugarán a bajarle aún mas la moral a las fuerzas públicas y a convencer nuevamente a los colombianos que poseen el poderío militar que lograron tener antes de Uribe. Encontrarían a un Santos muy proclive, dispuesto a seguir creyéndose el cuento de que estas negociaciones son la única forma de rescatar su relativamente opaca presidencia.