El gobierno de Nicolás Maduro se tambalea no obstante tener el dominio de la fuerza bruta, incluido el apoyo de las bandas de malandros que son las dueñas de la calle.
Las bandas de malandros, llamadas “colectivos”, fueron una creación de Hugo Chávez, especialmente a partir del fallido intento de derrocamiento que le hicieron sus opositores en 2002. Sus objetivos iniciales fueron varios. Uno de ellos atemorizar a la población y especialmente a los opositores del gobierno. Otro fue disponer de una fuerza con poder militar paralela a las Fuerzas Armadas Bolivarianas de Venezuela (FANB) que sirviera de contrapeso en caso de una rebelión, o de soporte si se produjera una invasión proveniente de países hostiles como Colombia en ese momento.
Un tercer objetivo fue el de avanzar en el proceso de introducción del comunismo en Venezuela, que empezaría con el control político de los barrios populares de Caracas y otros centros urbanos. Para tal efecto, se dispuso que las Misiones Bolivarianas y los médicos cubanos fueran puntos de apoyo. Las bandas se volvieron los canales a través de los cuales el gobierno distribuye gratuitamente alimentos, electrodomésticos, motos y otros bienes y servicios.
Otro objetivo muy importante, y que se ha cumplido a cabalidad, ha sido el de utilizar en esos barrios el poder criminal de disuasión de las bandas y los recursos oficiales a su disposición para garantizar la afluencia masiva de la población que ahí habita en manifestaciones políticas a favor del régimen, pero mas importante aún, para reforzar el caudal electoral del chavismo en las diferentes votaciones que han tenido lugar.
Aparte de lo anterior, estas bandas, en cuya organización han participado cubanos y dirigentes del régimen como Diosdado Cabello (actual presidente de la Asamblea Nacional), Francisco Amialach (actual gobernador de Carabobo) y José Vielma Mora (actual gobernador del Táchira), todos ellos de la vieja guardia militar golpista de Chávez, se han convertido en las que administran la operación día a día de unas muy extendidas redes de delincuencia común, que además de asesinatos, secuestros, robos y extorsiones, incluye el lucrativo negocio del narcotráfico.
Chávez le proporcionó a estas bandas de malandros toda clase de armas tales como pistolas semi automáticas calibre 9mm y rifles de asalto FAL y AK-103/104. Estas bandas son mucho mas poderosas que la Guarda Nacional Bolivariana (GNB) y otras policías.
La deuda del régimen con las bandas, aparte de favores específicos relacionados con asesinatos o amedrentamientos, es la inclinar a su favor las elecciones. Ellas controlan una porción muy significativa del voto chavista. Nadie en el chavismo que haya resultado electo lo ha sido sin su apoyo. Desde Chávez y Maduro hasta miembros de la Asamblea, gobernadores y alcaldes. No sorprende entonces que las bandas se crean dueñas del país, y que a estas alturas del paseo, después de los múltiples asesinatos que han cometido en las protestas de este febrero, sean respaldadas y elogiadas por Maduro.
Entonces la falta de “democracia” en Venezuela no solamente se refiere a la eliminación de las libertades políticas y económicas fundamentales, a la mordaza a los medios de comunicación y a la centralización de los poderes públicos. El tema también tiene que ver, y en forma determinante, con la alteración del voto a través del uso por parte del régimen de bandas de malandros que ejercen un indisputado dominio sobre los barrios populares.
De modo que las bandas de malandros son protagonistas vitales en el esquema operativo del régimen. Están ahí para quedarse mientras dure el régimen. Reciben apoyo del gobierno y apoyan al gobierno, en una simbiosis en la que están involucrados muchas figuras del chavismo y que incluyen miembros de las policías y las fuerzas armadas (activos y no activos), altos funcionarios públicos y dirigentes sindicales. Toda una asociación para delinquir en lo grande y en lo pequeño fortalecida y consolidada con el saqueo durante 15 años de la riqueza petrolera del país y con la expropiación de innumerables empresas y propiedades.
Últimamente Henrique Capriles y la MUD han puesto en la agenda de discusión el tema de la seguridad y la violencia. Es en este contexto que reiteradamente han solicitado al gobierno que desarme y desmantele las bandas de malandros. De hecho, fue una manifestación estudiantil que exigía que el gobierno actuara en este frente la que desembocó en las grandes explosiones de descontento popular que actualmente afloran a lo largo y ancho del país.
Obviamente que este descontento no solamente tiene que ver con la gran inseguridad reinante. Es evidente que la alta inflación, la falta de oportunidades de trabajo, las colas en los supermercados, la escasez de insumos y materias primas para producir, y las regulaciones asfixiantes a los negocios, han exacerbado los ánimos. Pero sin duda la inseguridad está en el primerísimo plano de las actuales preocupaciones de los venezolanos. Las bandas de malandros dueñas de la calle, con sus crímenes y permanentes demostraciones de fuerza, tienen arrinconada a la población.
Mientras tanto Maduro ha intentado mostrar que está lidiando con el tema, pero sin que en la práctica produzca resultados algunos. No lo puede hacer porque las bandas son parte integral de su gobierno. De ahí que las palabras de Maduro en contra de la inseguridad sean huecas y lo continuarán siendo. Y de ahí que acuse descaradamente a quienes protestan de asesinarse entre ellos. Según su versión, que por supuesto nadie inteligente cree, las balas no provienen de quienes poseen las armas, o sea las bandas, la GNB y las FANB, sino de quienes están desarmados.
Que algunos periodistas internacionales y voceros de otros gobiernos se refieran a Venezuela como un país “democrático” es un chiste. Que algunos en Venezuela crean que el régimen cederá el poder por la vía electoral es otro chiste. Nunca lo va a hacer. Los líderes opositores que quedan serán victimizados mas temprano que tarde. La mordaza a los medios de comunicación se acentuará. La represión se agudizará y muy especialmente si, como parece ser, la situación económica continúa deteriorándose.
Con todo el poder político en sus manos, y con el apoyo de la izquierda latinoamericana a la que ayuda logística y financieramente, Maduro y sus secuaces actúan con una aparente desbordada prepotencia. Ni siquiera se han propuesto rectificar las desastrosas políticas que tienen postrada a la economía venezolana. Después de todo, si la dictadura de los hermanos Castro en Cuba ha sobrevivido mas de 50 años en las peores penurias económicas, ¿cómo no lo van a lograr ellos que cuentan con considerables ingresos petroleros?
Y sin embargo… Las recientes protestas estudiantiles y de la población en general, aparte de que han desenmascarado al régimen, lo han puesto a la defensiva y por momentos ha dado la impresión que se tambalea. La burdas y estridentes amenazas de Maduro y sus secuaces “contra Raimundo y todo el mundo” y el uso injustificado de la fuerza bruta no son otra cosa que señales de debilidad.
La magnitud de las protestas indudablemente ha sorprendido no solo al régimen sino también a la oposición. Entre esta última, Leopoldo López, María Cristina Machado, Antonio Ledezma y otros pocos dirigentes supieron, al menos inicialmente, interpretar el momento.
Dada la respuesta violenta e histérica del régimen, así como su decisión de mandar al carajo lo poco que queda de formas democráticas, no parecería que hubiera vuelta atrás. Es uno de esos momentos en el que el futuro de la democracia se juega al todo o nada.
Un tercer objetivo fue el de avanzar en el proceso de introducción del comunismo en Venezuela, que empezaría con el control político de los barrios populares de Caracas y otros centros urbanos. Para tal efecto, se dispuso que las Misiones Bolivarianas y los médicos cubanos fueran puntos de apoyo. Las bandas se volvieron los canales a través de los cuales el gobierno distribuye gratuitamente alimentos, electrodomésticos, motos y otros bienes y servicios.
Otro objetivo muy importante, y que se ha cumplido a cabalidad, ha sido el de utilizar en esos barrios el poder criminal de disuasión de las bandas y los recursos oficiales a su disposición para garantizar la afluencia masiva de la población que ahí habita en manifestaciones políticas a favor del régimen, pero mas importante aún, para reforzar el caudal electoral del chavismo en las diferentes votaciones que han tenido lugar.
Aparte de lo anterior, estas bandas, en cuya organización han participado cubanos y dirigentes del régimen como Diosdado Cabello (actual presidente de la Asamblea Nacional), Francisco Amialach (actual gobernador de Carabobo) y José Vielma Mora (actual gobernador del Táchira), todos ellos de la vieja guardia militar golpista de Chávez, se han convertido en las que administran la operación día a día de unas muy extendidas redes de delincuencia común, que además de asesinatos, secuestros, robos y extorsiones, incluye el lucrativo negocio del narcotráfico.
Chávez le proporcionó a estas bandas de malandros toda clase de armas tales como pistolas semi automáticas calibre 9mm y rifles de asalto FAL y AK-103/104. Estas bandas son mucho mas poderosas que la Guarda Nacional Bolivariana (GNB) y otras policías.
La deuda del régimen con las bandas, aparte de favores específicos relacionados con asesinatos o amedrentamientos, es la inclinar a su favor las elecciones. Ellas controlan una porción muy significativa del voto chavista. Nadie en el chavismo que haya resultado electo lo ha sido sin su apoyo. Desde Chávez y Maduro hasta miembros de la Asamblea, gobernadores y alcaldes. No sorprende entonces que las bandas se crean dueñas del país, y que a estas alturas del paseo, después de los múltiples asesinatos que han cometido en las protestas de este febrero, sean respaldadas y elogiadas por Maduro.
Entonces la falta de “democracia” en Venezuela no solamente se refiere a la eliminación de las libertades políticas y económicas fundamentales, a la mordaza a los medios de comunicación y a la centralización de los poderes públicos. El tema también tiene que ver, y en forma determinante, con la alteración del voto a través del uso por parte del régimen de bandas de malandros que ejercen un indisputado dominio sobre los barrios populares.
De modo que las bandas de malandros son protagonistas vitales en el esquema operativo del régimen. Están ahí para quedarse mientras dure el régimen. Reciben apoyo del gobierno y apoyan al gobierno, en una simbiosis en la que están involucrados muchas figuras del chavismo y que incluyen miembros de las policías y las fuerzas armadas (activos y no activos), altos funcionarios públicos y dirigentes sindicales. Toda una asociación para delinquir en lo grande y en lo pequeño fortalecida y consolidada con el saqueo durante 15 años de la riqueza petrolera del país y con la expropiación de innumerables empresas y propiedades.
Últimamente Henrique Capriles y la MUD han puesto en la agenda de discusión el tema de la seguridad y la violencia. Es en este contexto que reiteradamente han solicitado al gobierno que desarme y desmantele las bandas de malandros. De hecho, fue una manifestación estudiantil que exigía que el gobierno actuara en este frente la que desembocó en las grandes explosiones de descontento popular que actualmente afloran a lo largo y ancho del país.
Obviamente que este descontento no solamente tiene que ver con la gran inseguridad reinante. Es evidente que la alta inflación, la falta de oportunidades de trabajo, las colas en los supermercados, la escasez de insumos y materias primas para producir, y las regulaciones asfixiantes a los negocios, han exacerbado los ánimos. Pero sin duda la inseguridad está en el primerísimo plano de las actuales preocupaciones de los venezolanos. Las bandas de malandros dueñas de la calle, con sus crímenes y permanentes demostraciones de fuerza, tienen arrinconada a la población.
Mientras tanto Maduro ha intentado mostrar que está lidiando con el tema, pero sin que en la práctica produzca resultados algunos. No lo puede hacer porque las bandas son parte integral de su gobierno. De ahí que las palabras de Maduro en contra de la inseguridad sean huecas y lo continuarán siendo. Y de ahí que acuse descaradamente a quienes protestan de asesinarse entre ellos. Según su versión, que por supuesto nadie inteligente cree, las balas no provienen de quienes poseen las armas, o sea las bandas, la GNB y las FANB, sino de quienes están desarmados.
Que algunos periodistas internacionales y voceros de otros gobiernos se refieran a Venezuela como un país “democrático” es un chiste. Que algunos en Venezuela crean que el régimen cederá el poder por la vía electoral es otro chiste. Nunca lo va a hacer. Los líderes opositores que quedan serán victimizados mas temprano que tarde. La mordaza a los medios de comunicación se acentuará. La represión se agudizará y muy especialmente si, como parece ser, la situación económica continúa deteriorándose.
Con todo el poder político en sus manos, y con el apoyo de la izquierda latinoamericana a la que ayuda logística y financieramente, Maduro y sus secuaces actúan con una aparente desbordada prepotencia. Ni siquiera se han propuesto rectificar las desastrosas políticas que tienen postrada a la economía venezolana. Después de todo, si la dictadura de los hermanos Castro en Cuba ha sobrevivido mas de 50 años en las peores penurias económicas, ¿cómo no lo van a lograr ellos que cuentan con considerables ingresos petroleros?
Y sin embargo… Las recientes protestas estudiantiles y de la población en general, aparte de que han desenmascarado al régimen, lo han puesto a la defensiva y por momentos ha dado la impresión que se tambalea. La burdas y estridentes amenazas de Maduro y sus secuaces “contra Raimundo y todo el mundo” y el uso injustificado de la fuerza bruta no son otra cosa que señales de debilidad.
La magnitud de las protestas indudablemente ha sorprendido no solo al régimen sino también a la oposición. Entre esta última, Leopoldo López, María Cristina Machado, Antonio Ledezma y otros pocos dirigentes supieron, al menos inicialmente, interpretar el momento.
Dada la respuesta violenta e histérica del régimen, así como su decisión de mandar al carajo lo poco que queda de formas democráticas, no parecería que hubiera vuelta atrás. Es uno de esos momentos en el que el futuro de la democracia se juega al todo o nada.