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El gobierno colombiano se unió a la absurda iniciativa de apagar la luz durante una hora el 26 de marzo de 2011.
 
Sus promotores la llaman la “Hora del Planeta”. La idea es que todos apaguemos la luz ese día entre las 8:30 y las 9:30 de la noche. Es un gesto simbólico supuestamente en solidaridad con el planeta y en apoyo a las iniciativas dirigidas a proteger el medio ambiente.

Que simbología más triste la que han escogido estos privilegiados de la civilización de la luz. Somos lo que somos gracias a la energía que explotamos. Gracias al progreso económico que ha tenido la humanidad en el último siglo desde que se explota comercialmente la electricidad, es que se han desarrollado distintas fuentes de energía y se ha avanzado en la investigación y conocimiento de alternativas interesantes hacia el futuro.

Antes de los inmensos avances en la explotación energética, que son especialmente del último siglo, la mayoría de los humanos sólo utilizaban la leña y el carbón. No había luces para apagar.

Estos promotores de la idea de que nos aproximamos a un Apocalipsis climático, son completamente negativos en su enfoque. En lugar de enaltecer los inconmensurables logros que ha traído la civilización actual, celebran con un simbolismo que implica repudiar todos esos logros.

Queremos todos los beneficios de la actual explotación energética del planeta sin incurrir en los costos. Pero eso no es posible. Cualquier explotación de recursos para fines energéticos tiene un costo. Afecta irremediablemente el medio ambiente. Sin embargo, no siempre en la forma catastrófica como sostienen los promotores de la Hora del Planeta.

Si los beneficios de la explotación energética son elevados, se pueden resarcir daños ambientales que se ocasionan, sobre lo cual ya existen muy interesantes experiencias. Por otro lado, sólo con la experiencia y los excedentes que proporcionan la actual explotación energética es que se puede financiar la investigación y el desarrollo de fuentes energéticas alternativas o la mejora de las actuales, tal como de hecho ha venido sucediendo en las últimas décadas.

En un entorno de estancamiento económico, que sería el que prevalecería si se siguen los consejos de política de los alarmistas, sería imposible la innovación en el frente energético. Pero además, con la población actual que tiene el planeta y con las legítimas aspiraciones de progreso económico de la mayoría de la población que es la que habita en los países emergentes, volver a un pasado de bajo consumo energético o promover fuentes que todavía no son competitivas, simplemente no es ni política ni económicamente viable.

Ciertamente todos pensamos en la salud del planeta. Pero los apóstoles del tema deberían haber pensado en un símbolo que implique más vida y más luz. Y no en uno que es el retorno a las tinieblas y el rechazo a lo mejor de la vida moderna. Esto último es el “apague y vayámonos” del 26 de marzo.