Está a la búsqueda de recursos externos alternativos. No se vislumbran resultados que despejen la actual incertidumbre.
Es evidente que Ecuador está progresivamente agotando sus fuentes de financiamiento externo. Ha logrado recursos del Fondo Andino de Reservas (FAR) y del Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR). También, para algunos proyectos específicos, préstamos de la Corporación Andina de Fomento (CAF) y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Después de esta ronda, agotó las fuentes multilaterales sobre las cuales disponía de algún acceso. Sus incumplimientos con los tenedores de los bonos soberanos y su actitud hostil hacía el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), le han cerrado las puertas de otras fuentes tradicionales y que son las que cuentan con los mayores recursos.
Quedan, entonces, las fuentes alternativas. Le hipotecó a China el equivalente de US$1.000 millones en exportaciones futuras de petróleo. Por este lado, le ha solicitado al gobierno de Rusia un préstamo, sin que se sepa el monto. Ese gobierno ha recibido varias solicitudes de este tipo, pero ha sido parco con el tema. Le ha prestado a algunos vecinos que pertenecieran a la antigua Unión Soviética como Kyrgyzstán y Armenia, pero ha rechazado solicitudes como la de Islandia. Su situación fiscal no es la mejor actualmente y cuando presta lo hace para asegurar exportaciones, como por ejemplo de armas.
¿Qué le queda, entonces, a Ecuador? El gobierno de Rafael Correa está gastando más de lo que recauda. La producción de petróleo del país es declinante y aunque el aumento reciente en el precio internacional ha representado un respiro, no hay la seguridad de que no se presentará un nuevo descenso en el cercano futuro. En estas circunstancias, procrastinar sobre la consecución de un adecuado financiamiento externo, como de tiempo atrás lo viene haciendo Correa, tendrá un elevado costo que eventualmente el pueblo ecuatoriano pagará.
Un ejemplo que viene al caso es la idea que ha promovido el gobierno de Ecuador entre los países europeos y que pretende conseguir recursos frescos por la no explotación petrolera del Parque Nacional Yasuni, donde según parece hay reservas de alguna consideración. Inicialmente se dijo que el gobierno de Alemania se había comprometido con US$50 millones durante 13 años. Sin embargo, ese gobierno negó de inmediato que hubiera adquirido un compromiso en firme.
Para que una iniciativa como la de Yasuni tenga alguna viabilidad se requiere de la participación de varios países, entre los que estarían, además de Alemania, Francia, España e Inglaterra. Pero algunos de los posibles donantes se han manifestado abiertamente en contra del maltrato que el gobierno ecuatoriano le ha brindado a empresas de su nacionalidad, como en el caso reciente del gobierno de Francia con Perenco. Además, poner de acuerdo a un grupo de gobiernos donantes sobre la forma como se administrarán los recursos y sobre otros temas relacionados con el proyecto será casi un milagro y si se logra, implicará la pérdida de soberanía de Ecuador sobre un pedazo estratégico de su territorio.
Ecuador es un país que le incumple a sus acreedores externos y que matonea a las empresas extranjeras que allí han invertido. Pero se presenta como uno que supuestamente debe ser merecedor de toda clase de regalos y prebendas por parte de la comunidad internacional. El problema es que esa comunidad ya no simpatiza como antes con Ecuador y, como si fuera poco, los diferentes gobiernos están fiscalmente agobiados con la crisis económica global como para comprometer el dinero de sus contribuyentes en proyectos sin beneficios palpables.
Después de esta ronda, agotó las fuentes multilaterales sobre las cuales disponía de algún acceso. Sus incumplimientos con los tenedores de los bonos soberanos y su actitud hostil hacía el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), le han cerrado las puertas de otras fuentes tradicionales y que son las que cuentan con los mayores recursos.
Quedan, entonces, las fuentes alternativas. Le hipotecó a China el equivalente de US$1.000 millones en exportaciones futuras de petróleo. Por este lado, le ha solicitado al gobierno de Rusia un préstamo, sin que se sepa el monto. Ese gobierno ha recibido varias solicitudes de este tipo, pero ha sido parco con el tema. Le ha prestado a algunos vecinos que pertenecieran a la antigua Unión Soviética como Kyrgyzstán y Armenia, pero ha rechazado solicitudes como la de Islandia. Su situación fiscal no es la mejor actualmente y cuando presta lo hace para asegurar exportaciones, como por ejemplo de armas.
¿Qué le queda, entonces, a Ecuador? El gobierno de Rafael Correa está gastando más de lo que recauda. La producción de petróleo del país es declinante y aunque el aumento reciente en el precio internacional ha representado un respiro, no hay la seguridad de que no se presentará un nuevo descenso en el cercano futuro. En estas circunstancias, procrastinar sobre la consecución de un adecuado financiamiento externo, como de tiempo atrás lo viene haciendo Correa, tendrá un elevado costo que eventualmente el pueblo ecuatoriano pagará.
Un ejemplo que viene al caso es la idea que ha promovido el gobierno de Ecuador entre los países europeos y que pretende conseguir recursos frescos por la no explotación petrolera del Parque Nacional Yasuni, donde según parece hay reservas de alguna consideración. Inicialmente se dijo que el gobierno de Alemania se había comprometido con US$50 millones durante 13 años. Sin embargo, ese gobierno negó de inmediato que hubiera adquirido un compromiso en firme.
Para que una iniciativa como la de Yasuni tenga alguna viabilidad se requiere de la participación de varios países, entre los que estarían, además de Alemania, Francia, España e Inglaterra. Pero algunos de los posibles donantes se han manifestado abiertamente en contra del maltrato que el gobierno ecuatoriano le ha brindado a empresas de su nacionalidad, como en el caso reciente del gobierno de Francia con Perenco. Además, poner de acuerdo a un grupo de gobiernos donantes sobre la forma como se administrarán los recursos y sobre otros temas relacionados con el proyecto será casi un milagro y si se logra, implicará la pérdida de soberanía de Ecuador sobre un pedazo estratégico de su territorio.
Ecuador es un país que le incumple a sus acreedores externos y que matonea a las empresas extranjeras que allí han invertido. Pero se presenta como uno que supuestamente debe ser merecedor de toda clase de regalos y prebendas por parte de la comunidad internacional. El problema es que esa comunidad ya no simpatiza como antes con Ecuador y, como si fuera poco, los diferentes gobiernos están fiscalmente agobiados con la crisis económica global como para comprometer el dinero de sus contribuyentes en proyectos sin beneficios palpables.