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La izquierda de Estados Unidos ha hecho una ridícula manipulación del atentado que sufrió la representante Gabrielle Giffords y en la que murieron seis personas.
 
Comentaristas como el economista Paul Krugman de inmediato, a habían pocas horas del atentado y sin conocer antecedentes, culpó a Sarah Palin y al Tea Party por lo que había sucedido. “Para quienes se pregunten por qué una congresista conservadora (blue dog) del Partido Demócrata fue un objetivo (target) la respuesta es que ella sobrevivió a la barrida de los republicanos en Arizona. Derrotó a un activista del Tea Party y estaba en la lista de los objetivos políticos de Sarah Palin.”

El comentario de Krugman fue tan apresurado como el del sheriff del condado donde sucedió el incidente. Este sheriff, que pertenece al Partido Demócrata, salió a decir en una conferencia de prensa, también a pocas horas de lo sucedido, que el acusado de la masacre Jared Loughner de 22 años no había actuado sólo (si actuó solo), que no era un loco sino un individuo “unbalanced” (sólo un siquiatra puede determinarlo), y que el clima de odio y de prejuicios imperante en Estados Unidos fue el causante (resultó todo un “sociólogo” este sheriff).

Luego periodistas simpatizantes de la izquierda recogieron las aventuradas opiniones de Krugman, el sheriff, Jane Fonda y otras personalidades para insinuar que el atentado tenía motivaciones políticas y que mostraba como la derecha, personificada por Sarah Palin y el Tea party, “se está volviendo cada vez más radical y violenta”, tal como lo sentenció Jacob Heilbrunn, editor principal de National Interest.

Es increíble que sin saberse todavía del caso y sin analizar los antecedentes de Loughner, estos comentaristas de la izquierda lancen tan temerarias opiniones, y que ellas sean acogidas alegremente por periodistas de todo el planeta.

Hay varias piezas del rompecabezas que vale la pena mencionar, sin que todavía sea posible llegar a conclusiones definitivas sobre el atentado (Loughner no ha colaborado con la policía). En primer lugar, Loughner había participado en 2007 en la campaña de Giffords, antes de que Palin fuera figura política y existiera el Tea Party. Además, Giffords es una representante Demócrata moderada que votó contra la reelección de Nancy Pelosi y que si bien ha apoyado algunas iniciativas legislativas del Presidente Obama, no es considerada propiamente como uno de sus congresistas incondicionales.

En segundo lugar, no hay una sola referencia en la historia de Loughner que lo vincule al Tea Party o que muestre que sea simpatizante de Palin. Por el contrario, un compañero de colegio afirmó que Loughner era de izquierda. En sus sitios en las redes sociales de Internet se declara admirador del Manifiesto Comunista de Karl Marx y de Mi Lucha de Adolf Hittler, la antítesis de la ideología política libertaria que distingue a Palin y al Tea Party.  

Loughner es crítico de las religiones y drogadicto (por lo cual fue arrestado en una ocasión), lo que tampoco cuadra con las posturas de Palin y del Tea Party. Por otro lado, ha creído, al igual que muchos en la extrema izquierda, que el atentado del 11 de septiembre no fue perpetrado por Osama Bin Laden sino que fue resultado de una conspiración del gobierno de Estados Unidos.

La verdad es que no hay coherencia en los pensamientos de este personaje. ¡Vaya alguien a saber qué fue lo que se le pasó por la mente para realizar semejante crimen! Es imposible atribuirle racionalidad a un acto como el que protagonizó aisladamente este perturbado individuo.

Como sea, no deja de sorprender los comentarios que a raíz del atentado hicieron Krugman y otros izquierdistas. Indudablemente son indicativos de su gran desespero por los recientes éxitos políticos de Palin y el Tea Party. Están tan obsesionados al respecto que no les importa acudir a una argumentación abiertamente falaz y tendenciosa.