En noviembre de 2015 la inflación al consumidor alcanzó 6,39% anual, un nivel que no se veía desde inicios de 2009. Lo mas preocupante es la tendencia de aumento.
El renglón de alimentos registró en noviembre una variación anual de 9.81%. Es evidente que el fenómeno climatológico de El Niño ha contribuido a exacerbar esta alza. Casi todos los componentes de este renglón se han disparado. Hortalizas y legumbres, frutas, arroz, papa, fríjol, tomate y papa, entre otros.
Otros renglones como los relacionados con el cuidado personal, esparcimiento, el servicio de gas natural y el transporte por medio de vehículos particulares, han experimentado significativos incrementos.
El impacto de la fuerte devaluación reciente se aprecia al discriminar entre el aumento de precios de los bienes transables y el de los bienes no transables. Los primeros tuvieron en noviembre una variación anual de 6.92% (en noviembre de 2014 fue 1,68%), en tanto que los no transables de 4,39% (hace un año 3,23%).
Hasta ahora el Banco de la República ha reaccionado con cierta lentitud al incremento de la inflación. Se podría argumentar que la política monetaria ha sido mas bien pasiva antes que activa en términos de control inflacionario. El aumento en su tasa de interés de intervención ha ido a la zaga de la variación de los precios al consumidor.
El Banco mantuvo inalterada esta tasa en 4,50% entre septiembre de 2014 y septiembre de 2015. Solo a partir de entonces y hasta noviembre la incrementó en tres movidas hasta 5,50%, un nivel que está por debajo del 6,39% anual en el que actualmente se sitúa la inflación al consumidor.
Es claro que las autoridades monetarias están esperanzadas en que eventualmente cederá la inflación de alimentos, así como las presiones originadas en la devaluación del peso. En el entretanto se han preocupado por darle una liquidez suficiente a la economía para que el crecimiento económico se mantenga en el horizonte de 3% anual y para que el desempleo no se incremente mayormente.
Sin embargo, el problema es que el fenómeno del El Niño se prolongará hasta el segundo trimestre de 2016 y, por otro lado, todavía no se observa un cierre significativo en el elevado desequilibrio que se ha registrado en las cuentas externas a raíz de la abrupta caída en los precios internacionales del petróleo y del carbón, los dos principales renglones de exportación de Colombia.
Es de esperar entonces la continuación de presiones inflacionarias por el lado de los precios de alimentos y de la devaluación del peso. Se mantendrá por ahora el ciclo ascendente de las tasas de interés, así como el complejo reacomodo de la economía colombiana a un sector externo no expansivo.
Otros renglones como los relacionados con el cuidado personal, esparcimiento, el servicio de gas natural y el transporte por medio de vehículos particulares, han experimentado significativos incrementos.
El impacto de la fuerte devaluación reciente se aprecia al discriminar entre el aumento de precios de los bienes transables y el de los bienes no transables. Los primeros tuvieron en noviembre una variación anual de 6.92% (en noviembre de 2014 fue 1,68%), en tanto que los no transables de 4,39% (hace un año 3,23%).
Hasta ahora el Banco de la República ha reaccionado con cierta lentitud al incremento de la inflación. Se podría argumentar que la política monetaria ha sido mas bien pasiva antes que activa en términos de control inflacionario. El aumento en su tasa de interés de intervención ha ido a la zaga de la variación de los precios al consumidor.
El Banco mantuvo inalterada esta tasa en 4,50% entre septiembre de 2014 y septiembre de 2015. Solo a partir de entonces y hasta noviembre la incrementó en tres movidas hasta 5,50%, un nivel que está por debajo del 6,39% anual en el que actualmente se sitúa la inflación al consumidor.
Es claro que las autoridades monetarias están esperanzadas en que eventualmente cederá la inflación de alimentos, así como las presiones originadas en la devaluación del peso. En el entretanto se han preocupado por darle una liquidez suficiente a la economía para que el crecimiento económico se mantenga en el horizonte de 3% anual y para que el desempleo no se incremente mayormente.
Sin embargo, el problema es que el fenómeno del El Niño se prolongará hasta el segundo trimestre de 2016 y, por otro lado, todavía no se observa un cierre significativo en el elevado desequilibrio que se ha registrado en las cuentas externas a raíz de la abrupta caída en los precios internacionales del petróleo y del carbón, los dos principales renglones de exportación de Colombia.
Es de esperar entonces la continuación de presiones inflacionarias por el lado de los precios de alimentos y de la devaluación del peso. Se mantendrá por ahora el ciclo ascendente de las tasas de interés, así como el complejo reacomodo de la economía colombiana a un sector externo no expansivo.