Las vallas publicitarias son un fiasco en Colombia. Su efectividad es nula por los sitios escogidos y por la tecnología utilizada.
No hay estudios serios sobre tráfico y visibilidad en los distintos sitios donde se colocan. Muchas de ellas son con materiales rudimentarios, sin iluminación para asegurar visibilidad nocturna. Las pocas pantallas electrónicas que se utilizan son de una pésima resolución y calidad. Se anulan con los rayos de sol. Se desfiguran con la cercanía.
¿Cómo es posible que quienes pagan por este servicio no se den cuenta de su poca efectividad? Cualquier encuesta sobre recordación de esta publicidad en una ciudad como Bogotá a quienes transitan por una de las avenidas importantes de la ciudad —de esas repletas de vallas— daría una respuesta que se aproximaría a cero.
En todos los demás sectores de la publicidad en Colombia se han hecho esfuerzos por innovar. Para hacer más atractiva y eficaz. En la publicidad exterior han pasado años e incluso décadas y todo sigue igual, aún en aquellos sitios con localización privilegiada.
Desde el punto de vista de contaminación visual es mil veces preferible contar con pocas pero buenas vallas y no con una infinidad de esperpentos que no se pueden utilizar para anuncios llamativos e informativos.
Pero la culpa de todo esto la tienen quienes pagan por esa publicidad exterior. Deberían exigir calidad y resultados. Retribuir un mal servicio es quizás uno de los peores favores que se le puede hacer a la sociedad: se bota el dinero a la caneca y se le hace creer al proveedor que no es necesario cambiar para mejorar.
¿Cómo es posible que quienes pagan por este servicio no se den cuenta de su poca efectividad? Cualquier encuesta sobre recordación de esta publicidad en una ciudad como Bogotá a quienes transitan por una de las avenidas importantes de la ciudad —de esas repletas de vallas— daría una respuesta que se aproximaría a cero.
En todos los demás sectores de la publicidad en Colombia se han hecho esfuerzos por innovar. Para hacer más atractiva y eficaz. En la publicidad exterior han pasado años e incluso décadas y todo sigue igual, aún en aquellos sitios con localización privilegiada.
Desde el punto de vista de contaminación visual es mil veces preferible contar con pocas pero buenas vallas y no con una infinidad de esperpentos que no se pueden utilizar para anuncios llamativos e informativos.
Pero la culpa de todo esto la tienen quienes pagan por esa publicidad exterior. Deberían exigir calidad y resultados. Retribuir un mal servicio es quizás uno de los peores favores que se le puede hacer a la sociedad: se bota el dinero a la caneca y se le hace creer al proveedor que no es necesario cambiar para mejorar.