No es seria la afirmación según la cual hay que devaluar para crear empleo. Eso puede ser cierto en algunos sectores pero no para el conjunto de la economía.
Con un peso fuerte se estimula el ingreso de capitales externos y el aumento de la inversión en distintos frentes de la actividad económica y social. Se abarata la adquisición de equipo, maquinaria y tecnología. Se estimula la inversión en finca raíz. Se promueve el consumo de hogares, se favorece el comercio y los servicios, y se incentiva el surgimiento de un industria más competitiva.
Los sectores sociales como educación y salud, y el gasto público de todo tipo, reciben un impulso. Se facilita el manejo de las finanzas públicas.
En general, un peso fuerte trae confianza sobre el futuro de la economía, reduce las presiones inflacionarias y crea un entorno propicio para disminuir las tasas de interés y expandir el horizonte de tiempo de la programación empresarial.
De manera que quienes dicen que la disyuntiva es entre un peso fuerte y un aumento del desempleo, no saben de lo que hablan. Un peso fuerte tiende a generar más empleo que desempleo.
Colombia siempre ha tenido una moneda débil, con devaluaciones masivas periódicas, y su tasa de desempleo fue consistentemente una de las más altas en América Latina. Lo que le ha faltado a Colombia es una moneda fuerte y estable en su fortaleza.
Es cierto que la variabilidad de la tasa de cambio ocasiona incertidumbre entre los empresarios. La única manera como se podría reducir a un mínimo la variabilidad del peso frente al dólar sería mediante la dolarización de la economía. Pero, parte del problema es que últimamente el dólar está débil y se ha vuelto una moneda muy variable. Y lo mismo podría decirse del euro.
Parecería que el planeta está ingresando en un período en el cual economías emergentes bien administradas tienen amplias ventajas comparativas sobre economías maduras, donde los costos laborales y las cargas tributarias han alcanzado niveles sencillamente insostenibles o irreales en un mundo globalizado como el actual. Así las cosas, es de esperar que las monedas de estas economías emergentes bien administradas se fortalezcan frente al dólar o el euro. Y que se trate de una tendencia que va más allá de uno o dos años.
Las tasas más altas de crecimiento de las economías emergentes bien administradas frente a las economías maduras impulsarán en las primeras un ciclo virtuoso de creciente inversión y consumo. Lo que a su vez se traducirá en mayores flujos de capital externo, a la búsqueda de rentabilidades y oportunidades de negocios que no ofrecen las relativamente estancadas economías maduras.
Si Colombia, como parece ser, hace parte del grupo de economías emergentes bien administradas, pasará por un período que se caracterizará por la relativa fortaleza de su moneda. Pero no será un período de elevado desempleo, sino uno de alto crecimiento económico que necesariamente traerá consigo, más temprano que tarde, reducciones significativas en su tradicional alto desempleo.
Los sectores sociales como educación y salud, y el gasto público de todo tipo, reciben un impulso. Se facilita el manejo de las finanzas públicas.
En general, un peso fuerte trae confianza sobre el futuro de la economía, reduce las presiones inflacionarias y crea un entorno propicio para disminuir las tasas de interés y expandir el horizonte de tiempo de la programación empresarial.
De manera que quienes dicen que la disyuntiva es entre un peso fuerte y un aumento del desempleo, no saben de lo que hablan. Un peso fuerte tiende a generar más empleo que desempleo.
Colombia siempre ha tenido una moneda débil, con devaluaciones masivas periódicas, y su tasa de desempleo fue consistentemente una de las más altas en América Latina. Lo que le ha faltado a Colombia es una moneda fuerte y estable en su fortaleza.
Es cierto que la variabilidad de la tasa de cambio ocasiona incertidumbre entre los empresarios. La única manera como se podría reducir a un mínimo la variabilidad del peso frente al dólar sería mediante la dolarización de la economía. Pero, parte del problema es que últimamente el dólar está débil y se ha vuelto una moneda muy variable. Y lo mismo podría decirse del euro.
Parecería que el planeta está ingresando en un período en el cual economías emergentes bien administradas tienen amplias ventajas comparativas sobre economías maduras, donde los costos laborales y las cargas tributarias han alcanzado niveles sencillamente insostenibles o irreales en un mundo globalizado como el actual. Así las cosas, es de esperar que las monedas de estas economías emergentes bien administradas se fortalezcan frente al dólar o el euro. Y que se trate de una tendencia que va más allá de uno o dos años.
Las tasas más altas de crecimiento de las economías emergentes bien administradas frente a las economías maduras impulsarán en las primeras un ciclo virtuoso de creciente inversión y consumo. Lo que a su vez se traducirá en mayores flujos de capital externo, a la búsqueda de rentabilidades y oportunidades de negocios que no ofrecen las relativamente estancadas economías maduras.
Si Colombia, como parece ser, hace parte del grupo de economías emergentes bien administradas, pasará por un período que se caracterizará por la relativa fortaleza de su moneda. Pero no será un período de elevado desempleo, sino uno de alto crecimiento económico que necesariamente traerá consigo, más temprano que tarde, reducciones significativas en su tradicional alto desempleo.