Los periodistas en Colombia (y en todas partes del mundo) critican, pero no les gusta recibir críticas. Menos aún si se trata de periodistas estrella.
Nadie puede desconocer los méritos de Julio Sánchez Cristo, o Julito como lo llama cariñosamente su audiencia. Innovador en su momento, con una voz que cautiva y con un manejo muy inteligente de la audiencia. También con sentido de humor. Es secundado en su programa mañanero de la doble W (Caracol Radio) por todo un equipo periodístico donde sobresalen Alberto Casas y Félix de Bedout. Un bien ganado liderazgo en sintonía.
Pero (siempre hay peros) últimamente peca por aburrido. No se sabe muy bien si es porque tiene que dirigir un programa que dura toda la mañana. Se le nota un cierto cansancio. El formato de su programa parece agotado. Se perdió el espíritu de innovación. Exceso de complacencia con el éxito, quizás.
Reportajes o entrevistas extensísimas. La audiencia entre las 7 y las 9 de la mañana, que es la principal del programa, va de afán. pero los reportajes o entrevistas en este horario duran más de quince minutos. Y a veces sobre temas que no importan mayormente. Son repetitivos hasta el cansancio. Con el agravante de que si el oyente los agarró en la mitad, se queda sin saber de qué diablos se trata el barullo, por esa falla usual en el periodismo colombiano de no recapitular sobre lo que se está discutiendo.
En muchas de las entrevistas se le busca el pierde al entrevistado. Y hasta no encontrar algún pierde no se termina la entrevista. Con mucha frecuencia el pierde no es pierde, pero queda la sensación de que si lo es por la angustia con que el entrevistado trata de aclarar las acusaciones que se le hacen. Es motivo de perplejidad cómo todos los que son entrevistados para ser atacados, acceden a las entrevistas.
Muchos de los pelmazos entrevistados creen que pueden aclarar lo que hicieron o no hicieron. Pelmazos de una proporción mayúscula porque tienen todas las de perder. Salen a dar explicaciones sobre un tema del cual la audiencia no sabe mayor cosa y del que no tiene mayor interés. Y lo hacen frente a periodistas escudriñadores e implacables como Felix de Bedout. Salen al ruedo como cristianos en circo romano a enfrentar a los leones, sin armas con que defenderse. El espectáculo para la audiencia es el de oírlos patinar y equivocarse en las respuestas, sin que importe si tienen o no la razón.
A estas entrevistas extensísimas se suman unas investigaciones mamonsísimas. En ellas Julito poco interviene, excepto cuando se trata de una licitación importante. Que un sobreprecio en la compra de unos útiles de escritorio de las oficinas de la Cámara de Representantes. Que un contratista quedó inconforme porque su propuesta no ganó la licitación de una entidad pública. Que hubo un despido injusto de no se sabe quién. Unas explicaciones detalladísimas que sólo interesan a los entrevistados y aparentemente, a la acuciosa reportera. Aunque, pensándolo mejor, es posible que despierte el interés de aquellos que están buscando un pretexto para llamar al programa. La supuesta investigación les da motivo para decir al aire “cómo está de jodido el país” o “como todos los políticos son una mierda” (momento en el cual reaparece Julito pidiéndole respeto a la audiencia).
Pero (siempre hay peros) últimamente peca por aburrido. No se sabe muy bien si es porque tiene que dirigir un programa que dura toda la mañana. Se le nota un cierto cansancio. El formato de su programa parece agotado. Se perdió el espíritu de innovación. Exceso de complacencia con el éxito, quizás.
Reportajes o entrevistas extensísimas. La audiencia entre las 7 y las 9 de la mañana, que es la principal del programa, va de afán. pero los reportajes o entrevistas en este horario duran más de quince minutos. Y a veces sobre temas que no importan mayormente. Son repetitivos hasta el cansancio. Con el agravante de que si el oyente los agarró en la mitad, se queda sin saber de qué diablos se trata el barullo, por esa falla usual en el periodismo colombiano de no recapitular sobre lo que se está discutiendo.
En muchas de las entrevistas se le busca el pierde al entrevistado. Y hasta no encontrar algún pierde no se termina la entrevista. Con mucha frecuencia el pierde no es pierde, pero queda la sensación de que si lo es por la angustia con que el entrevistado trata de aclarar las acusaciones que se le hacen. Es motivo de perplejidad cómo todos los que son entrevistados para ser atacados, acceden a las entrevistas.
Muchos de los pelmazos entrevistados creen que pueden aclarar lo que hicieron o no hicieron. Pelmazos de una proporción mayúscula porque tienen todas las de perder. Salen a dar explicaciones sobre un tema del cual la audiencia no sabe mayor cosa y del que no tiene mayor interés. Y lo hacen frente a periodistas escudriñadores e implacables como Felix de Bedout. Salen al ruedo como cristianos en circo romano a enfrentar a los leones, sin armas con que defenderse. El espectáculo para la audiencia es el de oírlos patinar y equivocarse en las respuestas, sin que importe si tienen o no la razón.
A estas entrevistas extensísimas se suman unas investigaciones mamonsísimas. En ellas Julito poco interviene, excepto cuando se trata de una licitación importante. Que un sobreprecio en la compra de unos útiles de escritorio de las oficinas de la Cámara de Representantes. Que un contratista quedó inconforme porque su propuesta no ganó la licitación de una entidad pública. Que hubo un despido injusto de no se sabe quién. Unas explicaciones detalladísimas que sólo interesan a los entrevistados y aparentemente, a la acuciosa reportera. Aunque, pensándolo mejor, es posible que despierte el interés de aquellos que están buscando un pretexto para llamar al programa. La supuesta investigación les da motivo para decir al aire “cómo está de jodido el país” o “como todos los políticos son una mierda” (momento en el cual reaparece Julito pidiéndole respeto a la audiencia).
Luego el tema del día. A Alberto Casas le han encargado la comprometedora tarea de escoger el tema. Y cada día lo hace con más dificultad. Da la impresión que se acabaron los temas del día. Hace tiempos que no hay un llamativo tema del día. Da la impresión que una porción significativa de la audiencia lleva seis años exigiendo que el tema del día sea “Álvaro Uribe, el mejor Presidente que ha tenido y que tendrá el país.” Pero de hecho, poco importa. Si el tema no es Álvaro Uribe, simplemente lo que quieren quienes llaman es escucharse a sí mismos (o participar en una de las frecuentes rifas). Y le toca a Julito decirles que por favor le bajen al volumen del radio (por aquello de la interferencia). Varios le ruegan a Julito que no les vayan a colgar porque tienen dos asuntos importantísimos que tratar. El primer asunto es el de las felicitaciones a Julito por el programa. El segundo asunto… todavía lo están pensando.
De cuando en vez en el programa, Julito pregunta ¿y qué se estará preguntando María Isabel? Y aparece María Isabel Rueda con unas preguntas, a veces interesantes, otras veces no tan interesantes. En su momento estas preguntas fueron un toque innovador y refrescante para el programa. Pero como todo en la vida, después de tanta preguntadera, María Isabel ha perdido algo de su gracia. Después de todo, muchos colombianos lo que están es cansados de preguntarse y lo que quieren es respuestas. De pronto, si cambiaran el formato por uno en donde Julito preguntara, ¿y qué se estará respondiendo María Isabel?
Y luego están los españoles. Muchas de las noticias de España, vayan y vengan. Poco importan en realidad. Varias son refritos de las agencias internacionales de noticias. El peor refrito de todos, las noticias sobre Israel y los palestinos. Ese refrito viene desde los años sesenta y no ha variado una coma. Es un refrito que todos los días llena espacio periodístico a nivel planetario, pero que a muy pocos importa, y menos por estas latitudes. Otras veces la noticia de España proviene de una de las reporteras que llega excitada al programa porque en la entrada de un Hotel se encontró con tal o cual actor o actriz que la miró y la saludó. Es difícil creer que la audiencia comparta el entusiasmo de la reportera, a pesar de las exclamaciones de admiración de Julito y de la mesa de trabajo.
En fin. A pesar de todo a Julito lo seguimos escuchando. En el entre tanto leemos el periódico, desayunamos, recibimos la llamada de primera hora y de repente nos acordamos que tenemos la radio prendida y que de pronto Julito ahora si está hablando de algo interesante. Ponemos atención ¿Un agobiado funcionario público explicando sus errores? ¿Un político culpable defendiendo su inocencia? Pero se hace tarde. El deber llama. Hay cosas más urgentes que atender.
A Julito se le está pasando la hora de innovar. De hacerle una auto crítica al formato de su programa. Puede ser que la competencia siga sin dar la talla, pero eso no es excusa para uno de los más avezados periodistas de Colombia.
De cuando en vez en el programa, Julito pregunta ¿y qué se estará preguntando María Isabel? Y aparece María Isabel Rueda con unas preguntas, a veces interesantes, otras veces no tan interesantes. En su momento estas preguntas fueron un toque innovador y refrescante para el programa. Pero como todo en la vida, después de tanta preguntadera, María Isabel ha perdido algo de su gracia. Después de todo, muchos colombianos lo que están es cansados de preguntarse y lo que quieren es respuestas. De pronto, si cambiaran el formato por uno en donde Julito preguntara, ¿y qué se estará respondiendo María Isabel?
Y luego están los españoles. Muchas de las noticias de España, vayan y vengan. Poco importan en realidad. Varias son refritos de las agencias internacionales de noticias. El peor refrito de todos, las noticias sobre Israel y los palestinos. Ese refrito viene desde los años sesenta y no ha variado una coma. Es un refrito que todos los días llena espacio periodístico a nivel planetario, pero que a muy pocos importa, y menos por estas latitudes. Otras veces la noticia de España proviene de una de las reporteras que llega excitada al programa porque en la entrada de un Hotel se encontró con tal o cual actor o actriz que la miró y la saludó. Es difícil creer que la audiencia comparta el entusiasmo de la reportera, a pesar de las exclamaciones de admiración de Julito y de la mesa de trabajo.
En fin. A pesar de todo a Julito lo seguimos escuchando. En el entre tanto leemos el periódico, desayunamos, recibimos la llamada de primera hora y de repente nos acordamos que tenemos la radio prendida y que de pronto Julito ahora si está hablando de algo interesante. Ponemos atención ¿Un agobiado funcionario público explicando sus errores? ¿Un político culpable defendiendo su inocencia? Pero se hace tarde. El deber llama. Hay cosas más urgentes que atender.
A Julito se le está pasando la hora de innovar. De hacerle una auto crítica al formato de su programa. Puede ser que la competencia siga sin dar la talla, pero eso no es excusa para uno de los más avezados periodistas de Colombia.