Aunque los dos eventos no están directamente relacionados entre sí, constituyen un gran campanazo de alerta para el próximo gobierno de Luis Guillermo Solís.
Intel cerrará su planta de ensamble en ese país, lo que implica el despido de 1.500 empleados. La idea es trasladar en los próximos dos trimestres las actividades de la planta de Heredia a las facilidades que posee en China, Malasia y Vietnam. Todo indica, sin embargo, que la multinacional mantendrá, al menos por ahora, las divisiones de ingeniería y diseño con sus 1.200 empleos.
Los microprocesadores de Intel son actualmente el primer producto de exportación de Costa Rica. En 2013 esta exportación ascendió a US$2.400 millones, o sea cerca de 21% del total de las exportaciones de bienes. Intel se estableció allí en 1997 con una inversión de US$600 millones para el montaje de la planta.
La salida de Intel de Costa Rica hace parte de su estrategia de reducir costos a nivel global ante la contracción del mercado de microprocesadores para computadores y en medio de desesperados intentos para penetrar con sus productos en el mercado de las tabletas y de ‘smartphones’. A comienzos de 2014 había anunciado que reduciría en un 5% los 107.000 empleados que tenía en ese momento en los distintos países donde opera.
Al tiempo que se daba a conocer lo de Intel, Bank of America anunció que cerrará su centro de servicios, en un proceso que durará un año y que significa la salida de 1.400 empleados. Se trata de los sitios de tecnología y operaciones que este banco tiene en San José y que incluyen un call center.
Para el próximo gobierno del recién electo Presidente Luis Guillermo Solís se trata de muy malas noticias. Hay desánimo entre los inversionistas a raíz de su discurso ambivalente en relación con la inversión extranjera y las zonas francas, así como por su reconocida animadversión hacía el TLC firmado con Estados Unidos.
Su elección ha generado bastante incertidumbre y no solo entre los inversionistas extranjeros sino también entre los nacionales. Es el momento en el que Solís ni siquiera ha dado a conocer el equipo económico que lo acompañará en su gestión de gobierno.
Costa Rica tiene un déficit fiscal que supera 6% del PIB y que requerirá de fuertes ajustes. Su sector público está capturado por los sindicatos. Ya no caben los puestos en la nómina oficial. Los gastos de funcionamiento han crecido a un ritmo insostenible, y no hay margen para la inversión pública.
Del cielo, de la tierra y de los animales es de lo que se le ha escuchado hablar a Solis, pero nada de fondo relacionado con el apretón en los gastos públicos (y todo lo que ello implica), sin lo cual no habrá salida del atolladero fiscal en el que se encuentra su país. Tampoco se le ha escuchado nada sobre los incentivos tributarios y de otra índole que hay que darle a los inversionistas para que permanezcan o para que lleguen a un país que tiene una fuerte competencia de otros países de su vecindario que buscan atraerlos.
Los microprocesadores de Intel son actualmente el primer producto de exportación de Costa Rica. En 2013 esta exportación ascendió a US$2.400 millones, o sea cerca de 21% del total de las exportaciones de bienes. Intel se estableció allí en 1997 con una inversión de US$600 millones para el montaje de la planta.
La salida de Intel de Costa Rica hace parte de su estrategia de reducir costos a nivel global ante la contracción del mercado de microprocesadores para computadores y en medio de desesperados intentos para penetrar con sus productos en el mercado de las tabletas y de ‘smartphones’. A comienzos de 2014 había anunciado que reduciría en un 5% los 107.000 empleados que tenía en ese momento en los distintos países donde opera.
Al tiempo que se daba a conocer lo de Intel, Bank of America anunció que cerrará su centro de servicios, en un proceso que durará un año y que significa la salida de 1.400 empleados. Se trata de los sitios de tecnología y operaciones que este banco tiene en San José y que incluyen un call center.
Para el próximo gobierno del recién electo Presidente Luis Guillermo Solís se trata de muy malas noticias. Hay desánimo entre los inversionistas a raíz de su discurso ambivalente en relación con la inversión extranjera y las zonas francas, así como por su reconocida animadversión hacía el TLC firmado con Estados Unidos.
Su elección ha generado bastante incertidumbre y no solo entre los inversionistas extranjeros sino también entre los nacionales. Es el momento en el que Solís ni siquiera ha dado a conocer el equipo económico que lo acompañará en su gestión de gobierno.
Costa Rica tiene un déficit fiscal que supera 6% del PIB y que requerirá de fuertes ajustes. Su sector público está capturado por los sindicatos. Ya no caben los puestos en la nómina oficial. Los gastos de funcionamiento han crecido a un ritmo insostenible, y no hay margen para la inversión pública.
Del cielo, de la tierra y de los animales es de lo que se le ha escuchado hablar a Solis, pero nada de fondo relacionado con el apretón en los gastos públicos (y todo lo que ello implica), sin lo cual no habrá salida del atolladero fiscal en el que se encuentra su país. Tampoco se le ha escuchado nada sobre los incentivos tributarios y de otra índole que hay que darle a los inversionistas para que permanezcan o para que lleguen a un país que tiene una fuerte competencia de otros países de su vecindario que buscan atraerlos.