Durante todas sus vidas lo único que han hecho es consumir y destruir riqueza. Han vivido del dinero ajeno desde que nacieron.
Según el Diccionario de la Lengua Española parásito es “un organismo o vegetal que vive a costa de otro de distinta especie, alimentándose de él y depauperándolo sin llegar a matarlo”.
Después de 12 años de gobierno de Chávez y sus funcionarios, Venezuela está en ruinas. PDVSA está quebrada, su producción es declinante, y su deuda llega a límites preocupantes no obstante el alto precio internacional del petróleo.
Las industrias básicas de la Guayana, con Sidor a la cabeza, han sido saqueadas por los sindicatos y su capacidad de producción está seriamente afectada por falta de mantenimiento.
Las expropiaciones de empresas rurales ha conducido a que Venezuela tenga que importar 85% de su consumo de alimentos. Da tristeza la producción agrícola y ganadera en los terrenos expropiados. Igual acontece con las empresas industriales y de servicios que le fueron despojadas a sus legítimos dueños.
Más muertes violentas ha habido en Venezuela durante los 12 años de gobierno de los parásitos que durante las guerras de Irak y Afganistán combinadas. Ni siquiera han sido capaces de ponerle algún freno a la delincuencia común.
Aunque los parásitos se han beneficiado de la mayor bonanza petrolera de la historia de Venezuela, los dineros recibidos no se reflejan en obras e infraestructura. Tampoco en mejores y más confiables servicios públicos. O en la construcción de más viviendas de interés social.
Después de 12 años de gobierno de Chávez y sus funcionarios, Venezuela está en ruinas. PDVSA está quebrada, su producción es declinante, y su deuda llega a límites preocupantes no obstante el alto precio internacional del petróleo.
Las industrias básicas de la Guayana, con Sidor a la cabeza, han sido saqueadas por los sindicatos y su capacidad de producción está seriamente afectada por falta de mantenimiento.
Las expropiaciones de empresas rurales ha conducido a que Venezuela tenga que importar 85% de su consumo de alimentos. Da tristeza la producción agrícola y ganadera en los terrenos expropiados. Igual acontece con las empresas industriales y de servicios que le fueron despojadas a sus legítimos dueños.
Más muertes violentas ha habido en Venezuela durante los 12 años de gobierno de los parásitos que durante las guerras de Irak y Afganistán combinadas. Ni siquiera han sido capaces de ponerle algún freno a la delincuencia común.
Aunque los parásitos se han beneficiado de la mayor bonanza petrolera de la historia de Venezuela, los dineros recibidos no se reflejan en obras e infraestructura. Tampoco en mejores y más confiables servicios públicos. O en la construcción de más viviendas de interés social.
El país más rico de América Latina en recursos naturales es, por lejos, el de peor desempeño económico de la región. Simultáneamente, es uno de los pocos donde no se respeta el voto de las urnas y donde se coarta a la población sus libertades básicas.
¡Quién dijo que a los parásitos les importa que el organismo en el cual viven y del cual viven, pueda moverse con voluntad propia! Su ideal es el habitar un organismo vivo pero inerte, es decir, vivo pero inactivo, vivo pero ineficaz, vivo pero incapaz de reacción.
Frente al gobierno de los parásitos, es falta mayor crear riqueza y hacerlo bien. Eso por sí solo es un testimonio, por la vía del contraste, de su incapacidad para administrar lo que cae en su poder. El resentimiento y la envidia los lleva a apoderarse y a destruir con creciente ímpetu lo que todavía funciona bien.
Lo peor de todo es que el parasitismo ya se apoderó por completo de las fuerzas armadas y de los sindicatos de Venezuela. Todos exigen de todo sin contraprestación alguna. Se reparten entre ellos alegremente lo que ellos mismos llaman la “renta petrolera”. No le devuelven al país mayor cosa en términos de esfuerzo productivo. Pero como viudas ricas, se sienten con el derecho a vivir de la renta.
Al final de cuentas, el modelo parasitario de Chávez está condenado a un rotundo fracaso. Los parásitos voraces, como Chávez y sus funcionarios, no crean riqueza sino que la consumen a gran velocidad. Engullen sin contemplaciones las entrañas interiores de lo que más vida tiene. Después de 12 años de su gobierno, a Venezuela sólo le está quedando una menguante renta petrolera para alimentarlos.
¡Quién dijo que a los parásitos les importa que el organismo en el cual viven y del cual viven, pueda moverse con voluntad propia! Su ideal es el habitar un organismo vivo pero inerte, es decir, vivo pero inactivo, vivo pero ineficaz, vivo pero incapaz de reacción.
Frente al gobierno de los parásitos, es falta mayor crear riqueza y hacerlo bien. Eso por sí solo es un testimonio, por la vía del contraste, de su incapacidad para administrar lo que cae en su poder. El resentimiento y la envidia los lleva a apoderarse y a destruir con creciente ímpetu lo que todavía funciona bien.
Lo peor de todo es que el parasitismo ya se apoderó por completo de las fuerzas armadas y de los sindicatos de Venezuela. Todos exigen de todo sin contraprestación alguna. Se reparten entre ellos alegremente lo que ellos mismos llaman la “renta petrolera”. No le devuelven al país mayor cosa en términos de esfuerzo productivo. Pero como viudas ricas, se sienten con el derecho a vivir de la renta.
Al final de cuentas, el modelo parasitario de Chávez está condenado a un rotundo fracaso. Los parásitos voraces, como Chávez y sus funcionarios, no crean riqueza sino que la consumen a gran velocidad. Engullen sin contemplaciones las entrañas interiores de lo que más vida tiene. Después de 12 años de su gobierno, a Venezuela sólo le está quedando una menguante renta petrolera para alimentarlos.