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No importan sus comentarios bobalicones. Lo único cierto es que la crisis eléctrica no da señales de ceder.
 
Al gobierno Chávez todo le sale al revés. Sus medidas cambiarias y monetarias han llevado al país a una profunda recesión, acompañada de una de las inflaciones más altas del planeta y de un bolívar con la bobadita de cuatro tasas de cambio. Sus expropiaciones han conducido a una ineficiencia y despilfarro generalizado. El país petrolero más rico de América Latina no tiene divisas para atender compromisos adquiridos y requerimientos productivos mínimos.

En el caso del sector eléctrico, el racionamiento lleva más de seis meses y todo apunta a que continuará por largo tiempo. El verano es cosa del pasado, llegaron generosas las lluvias, pero todo sigue igual. Once años de desgobierno, de desidia, de falta de planificación y mantenimiento, llevaron a una situación de total postración en ese sector, la que obviamente no se remedia en unos meses.

Para poner la situación eléctrica de Venezuela en perspectiva es interesante una comparación con Colombia. Ambos países tienen un régimen de lluvias similar. Al igual que en Venezuela, en Colombia la sequía producida por el fenómeno climatológico El Niño fue muy severa. Sin embargo, en Colombia el sistema de generación termoeléctrica respondió en plena sequía para reemplazar al sistema de generación hidráulico, que en condiciones normales provee alrededor de 65% de la demanda total. Ese nivel de dependencia en las fuentes hidráulicas es similar al que tiene Venezuela con respecto al complejo de Guri.

Durante el momento más severo de la sequía en Colombia, hacía marzo de 2010, el sistema de generación termoeléctrica atendió 50% de la demanda, lo que disminuyó la presión sobre los embalses de las distintas presas y evitó que ellas alcanzaran niveles críticos. No hubo necesidad de aplicar racionamiento, las térmicas estaban en buen estado y no se fundieron, y el nivel promedio de los embalses no se redujo más allá de un cómodo 40%.

Sucedió lo opuesto en Venezuela. El sistema térmoelécdtrico no respondió, la alta dependencia en la energía hidráulica continuó y hubo necesidad de racionar para evitar un colapso total. El nivel de Guri, aún con racionamiento de por medio, cayó a un crítico 18-19%.

Ahora bien, el tema no es si unos días el nivel de Guri baja o sube unos centímetros. Esa es una estadística para que jueguen con ella payasos y pelmazos.

En Colombia, sin racionamiento y luego de un mes largo de lluvias, el sistema de generación hidráulica nuevamente está atendiendo a más de 60% de una demanda no racionada y simultáneamente, los niveles de los embalses van en ascenso. Han pasado de un promedio de 40% a 45% de su capacidad total. Eso significa no unos centímetros sino metros de aumento, tal como debe ser en épocas de lluvias.

Y la razón para que durante el invierno se llenen los embalses está relacionada con la necesidad de reducir la vulnerabilidad del sistema. Si Venezuela llega al próximo verano con el Guri entre 20-25% de su capacidad, el peligro de un racionamiento todavía más drástico que el actual es inminente. Es decir, si durante las lluvias no aumenta el nivel de Guri, sólo quedaría aquello de que “apague y vayámonos” durante la próxima época de sequía.

El hecho angustiante es que aunque las lluvias llegaron y se mantiene el racionamiento, el nivel de Guri no aumenta mayormente. Las unidades térmicas no responden como debería ser y se ha forzado al Guri a continuar generando mas de 60% del total racionado. La altísima vulnerabilidad del sistema no se ha reducido un ápice. Antes bien, hace poco se filtró la pésima noticia de que una de las turbinas de Guri colapsó, quedando en operación sólo 9 de las 20 allí instaladas.