Chávez ha realizado una campaña para las elecciones presidenciales del 7 de octubre negando una enfermedad sobre la cual no le ha informado al pueblo venezolano como debe ser. Incluso ha dicho con desparpajo que ya se curó completamente, lo que se contradice con su aspecto físico y con el tipo de campaña que ha desarrollado basada en muy pocas apariciones en público, la mayoría de las cuales en ruedas de prensa en recinto cerrado.
La respuesta de Chávez no sido propiamente la de resaltar los logros de su gobierno. Por el contrario, cada vez que aparece en público solo lanza epítetos denigrantes contra su oponente, amenazas subliminales sobre una eventual guerra civil si pierde la elección, fragrantes inventos sobre unas supuestas funestas políticas que implementaría Capriles si llegara a triunfar, repartición de prebendas a algunos dirigentes de partidos políticos minúsculos que se le han abierto a la Mesa de la Unidad, y saboteo con violencia a las manifestaciones de su adversario.
Si Chávez estuviera tranquilo sobre su eventual triunfo en las elecciones no se mostraría tan incómodo cada vez que habla del tema. Pero se lo ve de mal genio y a la defensiva. Con ideas muy trajinadas y gastadas. Obviamente su enfermedad no lo ayuda. Así las cosas, aquello de que sorpresas da la vida no sería un pronóstico para descartar en el caso de las próximas elecciones venezolanas.
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