Algunos dicen que después de Grecia sigue España. El gobierno de España sostiene que su quiebra no es tan grave.
Últimamente, con la excusa de la crisis económica global, los gobiernos se han abrogado la autoridad de gastar sin límites. O mejor dicho, de gastar sin el respaldo de ingresos reales. O puesto de una manera todavía más simple, de gastar con base en una creciente deuda y emisión (préstamos de los bancos centrales). Como resultado, los déficit fiscales y las deudas públicas de los países llamados “desarrollados” han alcanzado unos niveles que hubieran dejado boquiabierto a cualquier ministro de Hacienda de país “subdesarrollado” de los años ochenta.
En el caso de España, el colapso de una inmensa burbuja de finca raíz y de una prosperidad basada en el aumento de un consumo de hogares al debe (cualquier parecido con Estados Unidos no es coincidencia), ha llevado a niveles de desempleo de 20% y a un déficit fiscal que en 2009 superó 11,4% del PIB.
El gobierno español sostiene que la situación del país no es tan grave como la de Grecia porque la deuda pública representará en 2010 apenas 66% del PIB, y no 120% del PIB como es en ese país. Sin embargo, eso no tranquiliza a varios acreedores y analistas que consideran que España no cuenta con un liderazgo político capaz de convencer a la población de reducir significativamente sus niveles actuales de gasto, así como los innumerables beneficios que reciben del gobierno.
La falta de un programa fiscal sostenible por parte del gobierno español para resolver la crisis fiscal ha llevado a que se eleven los intereses de su deuda soberana y el costo de los seguros contra eventuales incumplimientos. Pero más importante aún, España es la cuarta economía de la eurozona, y la quiebra de su gobierno llevaría a una reacción en cadena que hundiría a otros gobiernos y pondría en duda la supervivencia misma del sistema monetario que rige en la Unión Europea (UE).
Ahora bien, Irlanda, que se encontraba en una situación fiscal similar a la de España, ya recortó los salarios de los empelados públicos, redujo beneficios a su población y aumentó algunos impuestos. Pero en España la procrastinación por parte del gobierno de José Luis Zapatero tiene perplejos hasta a sus propios seguidores. Inclusive, se le escuchó al ministro de Infraestructura José Blanco decir que “España está siendo víctima de una conspiración internacional dirigida a destruir el status económico del país, y por esa vía, el del euro”. Cuando un gobierno acude al cuento de la "conspiración" es porque los problemas lo han desbordado.
En el caso de España, el colapso de una inmensa burbuja de finca raíz y de una prosperidad basada en el aumento de un consumo de hogares al debe (cualquier parecido con Estados Unidos no es coincidencia), ha llevado a niveles de desempleo de 20% y a un déficit fiscal que en 2009 superó 11,4% del PIB.
El gobierno español sostiene que la situación del país no es tan grave como la de Grecia porque la deuda pública representará en 2010 apenas 66% del PIB, y no 120% del PIB como es en ese país. Sin embargo, eso no tranquiliza a varios acreedores y analistas que consideran que España no cuenta con un liderazgo político capaz de convencer a la población de reducir significativamente sus niveles actuales de gasto, así como los innumerables beneficios que reciben del gobierno.
La falta de un programa fiscal sostenible por parte del gobierno español para resolver la crisis fiscal ha llevado a que se eleven los intereses de su deuda soberana y el costo de los seguros contra eventuales incumplimientos. Pero más importante aún, España es la cuarta economía de la eurozona, y la quiebra de su gobierno llevaría a una reacción en cadena que hundiría a otros gobiernos y pondría en duda la supervivencia misma del sistema monetario que rige en la Unión Europea (UE).
Ahora bien, Irlanda, que se encontraba en una situación fiscal similar a la de España, ya recortó los salarios de los empelados públicos, redujo beneficios a su población y aumentó algunos impuestos. Pero en España la procrastinación por parte del gobierno de José Luis Zapatero tiene perplejos hasta a sus propios seguidores. Inclusive, se le escuchó al ministro de Infraestructura José Blanco decir que “España está siendo víctima de una conspiración internacional dirigida a destruir el status económico del país, y por esa vía, el del euro”. Cuando un gobierno acude al cuento de la "conspiración" es porque los problemas lo han desbordado.
A este ministro había que responderle que la conspiración es la de Zapatero y sus ministros contra su propio país, por la falta de decisión y de medidas concretas para resolver la crisis económica. Porque, como van las cosas, España se encontrará con Grecia a la vuelta de la esquina. En un punto de no retorno, después del cual el gobierno pierde todo margen de maniobra y queda en manos de Sarkozy y Merkel, como componedores de última instancia frente a sus acreedores.