A raíz de la crisis económica global muchos gobiernos han dicho que sus países son especiales porque no serán afectados tanto como otros países.
Desde el primer ministro Gordon Brown de Inglaterra hasta el Presidente Hugo Chávez de Venezuela —y varios otros mandatarios— dijeron en su momento que sus países eran un caso especial porque estaban “blindados” contra la crisis. Después, cuando la crisis empezó a sentirse con todo su rigor, se han visto forzados a echar marcha atrás en sus declaraciones y a reconocer la dura realidad.
Así también ha sucedido con muchos analistas (y comentaristas) que subestimaron la profundidad de la crisis. Algunos de ellos ahora critican a quienes más o menos previeron la magnitud del problema tildándolos de pesimistas, no obstante que en este caso hasta los más pesimistas se quedaron cortos en sus pronósticos negativos.
Los que critican el pesimismo de quienes acertaron con sus proyecciones económicas, son unos pelmazos o bombetas de marca mayor. A nadie le gusta ser pesimista. Pero el deber principal de todo buen analista es tratar de mostrar hacía donde va la economía. En esa difícil labor puede ser portador de malas noticias. Pero si esa es la realidad, su análisis es útil para quienes lo consultan. Si pinta una realidad que no es, simplemente porque la verdadera realidad es muy negativa, engaña a su audiencia.
Nada más patético que los gobernantes y analistas que no ven la realidad tal como es. La única forma de salir de una crisis es diagnosticándola en toda su dimensión. Subestimarla sólo conduce a políticas económicas erradas en el caso de gobernantes despistados. Y contribuir a subestimarla, dejándose llevar por el deseo, es falta grave en el caso de todo analista que se respete.
Así también ha sucedido con muchos analistas (y comentaristas) que subestimaron la profundidad de la crisis. Algunos de ellos ahora critican a quienes más o menos previeron la magnitud del problema tildándolos de pesimistas, no obstante que en este caso hasta los más pesimistas se quedaron cortos en sus pronósticos negativos.
Los que critican el pesimismo de quienes acertaron con sus proyecciones económicas, son unos pelmazos o bombetas de marca mayor. A nadie le gusta ser pesimista. Pero el deber principal de todo buen analista es tratar de mostrar hacía donde va la economía. En esa difícil labor puede ser portador de malas noticias. Pero si esa es la realidad, su análisis es útil para quienes lo consultan. Si pinta una realidad que no es, simplemente porque la verdadera realidad es muy negativa, engaña a su audiencia.
Nada más patético que los gobernantes y analistas que no ven la realidad tal como es. La única forma de salir de una crisis es diagnosticándola en toda su dimensión. Subestimarla sólo conduce a políticas económicas erradas en el caso de gobernantes despistados. Y contribuir a subestimarla, dejándose llevar por el deseo, es falta grave en el caso de todo analista que se respete.