Todo indica que se mantendrá las reducciones de impuestos de la era Bush más otras prebendas. No hay recortes al gasto público. El déficit fiscal continuará en niveles excesivos.

 

El acuerdo entre el Presidente Barack Obama y los congresistas del Partido Republicano contempla la extensión por dos años más de los recortes de impuestos que en 2003 implementó la administración de George W. Bush, en adición a una extensión de los beneficios de desempleo y la reducción por un año en los impuestos a la nómina que deben pagar los trabajadores.

Lo anterior sería coherente si esas medidas estuvieran acompañadas de un significativo recorte del gasto público. Pero esta otra cara de la moneda está ausente de los acuerdos entre Obama y los republicanos, al menos por ahora.

Desde que estalló la crisis económica global a finales de 2008, el gasto del gobierno federal ha pasado de cerca de 20% del PIB a un poco más de 25% del PIB. Mientras tanto los recaudos de impuestos han caído de 19% del PIB a casi 16% del PIB. El déficit post crisis, que lleva ya dos años, 2009-2010, se ha situado en los alrededores de 10% del PIB.

En medio de esta situación, Obama logró que el Congreso le aprobara su reforma a la salud, la que indudablemente presionará al alza el gasto público en la próxima década.

Es evidente que si no se implementa un drástico programa de recorte al gasto público, será imposible que el déficit del gobierno federal se reduzca a niveles que eviten una acelerada depreciación del dólar (y eventualmente la pérdida de su rol como moneda de reserva del planeta).

De mantenerse las tendencias actuales, la deuda pública alcanzará hacia 2012 los niveles de países europeos que están quebrados (más de 100% del PIB). Con el peso de este endeudamiento, será prácticamente imposible que Estados Unidos recobre en los próximos años el dinamismo económico que experimentó en las décadas pasadas.