Imposible producir ante la escasez de divisas que existe en ese paraíso socialista (uno que se precia de tener las mayores reservas de hidrocarburos del planeta).
Desde noviembre de 2013 su subsidiaria no ha recibido divisas para pagar por los insumos y las materias primas importadas que necesita para producir. Cinco meses después de esta situación la multinacional tomó la decisión de abandonar el país.
GM Venezuela, que ha estado activa desde 1944, informó que debía US$1.200 millones a sus proveedores externos. Ocupaba 4.000 empleos directos y 70.000 indirectos. El vocero de la empresa indicó que “sin producción es difícil para la empresa cumplirle a los trabajadores”.
Esta perogrullada, que aplica en cualquier país del planeta, no tiene vigencia alguna en el paraíso socialista de Venezuela. Allá abundan las empresas expropiadas, todas ellas saqueadas y quebradas y que ya no producen, pero cuyos empleados continúan siendo pagados por el gobierno.
Al tiempo que GM Venezuela anunciaba su salida del paraíso, la IATA (International Air Transport Association) se pronunciaba sobre la deuda de US$3.700 millones que el gobierno venezolano le debe a las aerolíneas extranjeras. Su CEO Tony Tyler señaló que le escribió a Nicolás Maduro reclamándole que era inaceptable que Venezuela no jugara con las reglas establecidas en un tratado internacional que ha firmado.
Lo que no se percata del todo el señor Tyler es que en Venezuela las reglas internacionales importan un carajo. Las decisiones, allí en el paraíso, son arbitrarias y completamente subordinadas al capricho y a las bravuconadas de los gobernantes de turno.
GM Venezuela, que ha estado activa desde 1944, informó que debía US$1.200 millones a sus proveedores externos. Ocupaba 4.000 empleos directos y 70.000 indirectos. El vocero de la empresa indicó que “sin producción es difícil para la empresa cumplirle a los trabajadores”.
Esta perogrullada, que aplica en cualquier país del planeta, no tiene vigencia alguna en el paraíso socialista de Venezuela. Allá abundan las empresas expropiadas, todas ellas saqueadas y quebradas y que ya no producen, pero cuyos empleados continúan siendo pagados por el gobierno.
Al tiempo que GM Venezuela anunciaba su salida del paraíso, la IATA (International Air Transport Association) se pronunciaba sobre la deuda de US$3.700 millones que el gobierno venezolano le debe a las aerolíneas extranjeras. Su CEO Tony Tyler señaló que le escribió a Nicolás Maduro reclamándole que era inaceptable que Venezuela no jugara con las reglas establecidas en un tratado internacional que ha firmado.
Lo que no se percata del todo el señor Tyler es que en Venezuela las reglas internacionales importan un carajo. Las decisiones, allí en el paraíso, son arbitrarias y completamente subordinadas al capricho y a las bravuconadas de los gobernantes de turno.