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Tanto los medios de comunicación como los entidades de control han exagerado en la presentación de sus investigaciones relacionadas con la Refinería de Cartagena.
 
Han presentado el tema como si se hubiera producido un desfalco equivalente a los sobrecostos del proyecto, lo cual es totalmente falso. Al menos eso es lo que le han dado a entender al común de la gente que no sabe de estos temas. En lugar de aclarar, confunden.

El proyecto de ampliación y modernización de la Refinería de Cartagena (Reficar), que se presupuestó en US$3.500 millones, terminó costando algo mas de US$8.000 millones. Ya terminado su capacidad de producción es de 165.000 barriles diarios de crudos pesados.
 
En 2016 Reficar contribuyó con tres puntos porcentuales al crecimiento del PIB del sector manufacturero. En ese año sus ventas totales ascendieron a US$2.124 millones. Sus exportaciones fueron US$1.158 millones. Estas cifras deberán ser superiores en 2017-2018 cuando se supere totalmente el período arranque y pruebas de desempeño que en una refinería de alta conversión duran entre 18 y 24 meses.
 
Sin lugar a dudas el presupuesto inicial del proyecto estuvo completamente desfasado y lo primero que habría que preguntarse fue quién lo hizo y por qué se equivocó en tan grande proporción. Ni periodistas ni entes de control se hacen esta pregunta que es clave para cualquier tipo de investigación (esta subestimación fue una de las causas del retiro de la compañía suiza Glencore, el socio de Ecopetrol al comienzo del proyecto).

Los sobrecostos no son de por sí un delito ni implican un robo o desfalco. Si el presupuesto inicial estuvo mal elaborado, ahí radica parte del problema. Si se presentaron temas como el de huelgas y sabotajes, o un invierno inusualmente fuerte como el de 2010 que inundó las instalaciones y retrasó el cronograma, eso es otra parte del problema. Y luego está lo que siempre sucede en grandes proyectos como este: toda clase de imprevistos y pequeños accidentes u obstáculos que sumados le agregan a los estimativos iniciales.

De manera que no se puede de buenas a primeras decir que lo estimado inicialmente era tanto y que como lo que costó fue otro tanto adicional, ese otro tanto adicional fue un robo o desfalco.

El proyecto de Reficar, el mas grande y complejo proyecto de ingeniería que se ha hecho en Colombia, duró dos años mas de lo estimado inicialmente. Y entró en funcionamiento sin fallas. En otros países (como en Brasil) hay grandes refinerías que se han quedado a medio hacer o que han costado tres o cuatro veces lo presupuestado inicialmente, o que cuando terminadas sencillamente no arrancan. En el caso de Reficar se logró terminarla sin fallas en un plazo relativamente razonable.

En Colombia, al igual que en otros países de un similar grado de desarrollo, ningún proyecto de ingeniería con un mínimo grado de complejidad o sofisticación se termina con los costos o en el plazo inicialmente acordado, si es que se termina o si es que no se va a pique al poco tiempo (los ejemplos son infinitos: ni siquiera se han podido hacer andenes que no sean quiebra caderas de personas de la tercera edad en las principales avenidas de Bogotá porque las losas colapsan a los seis meses de hecha la obra).

En esto de los sobrecostos habría que probar renglón por renglón que lo que se importó no valía lo que se cobró y que hubo unos personajes que se quedaron con la diferencia. O que lo se gastó en mano de obra fue excesivo y benefició a otros personajes que se quedaron con una tajada. Si esto no se puede demostrar, nada se puede afirmar acerca de robos o desfalcos.

Un caso ilustrativo es el del costo de unos soldadores expertos que se trajeron del exterior. Rasgaduras de vestiduras porque esos soldadores costaban mucho mas que los colombianos sin experiencia en este tipo de proyectos. Poner en riesgo un proyecto de esta complejidad con mano de obra no reconocida como lo suficientemente experta no era una opción para el contratista.

Y esto lleva a otro punto: en un proyecto de esta magnitud, la suspensión de obras o la no terminación es por lejos la alternativa mas costosa. Con Reficar aparentemente se dio este dilema. Tal vez ello explica el cambio de modalidad de contrato de llave en mano al de gastos reembolsables. Porque, dígase lo que se diga, llave en mano no funciona cuando el presupuesto inicial esta completamente desfasado, como en este caso. La alternativa hubiera sido suspender el proyecto a medio hacer y entrar en un eterno pleito jurídico con el contratista.  

En este último caso Colombia estaría sin Reficar y con el lucro cesante de una inversión enterrada de unos US$4.000 millones.

Al final de cuentas, ¿a qué bolsillos fue a parar el dinero que periodistas e investigadores dicen que se robaron? Este tipo de alegres acusaciones solo lleva al linchamiento público de personas honestas que por sus funciones o trabajo intervinieron en decisiones que no eran para nada fáciles.

Se podría argumentar que hubo “desgreño” en el manejo del proyecto. Pero este tipo de acusaciones también tiene que fundamentarse en hechos concretos. Comparaciones internacionales serían de utilidad para analizar el tema. Por ejemplo, expertos internacionales imparciales (sin intereses políticos locales) que rindan un informe sobre cuál podría ser un estimativo realista acerca del costo de un proyecto como Reficar.

De todas maneras, si fue que hubo sobrecostos injustificados, y después de probar que fueron injustificados, el contratista CB&I (Chicago Bridge & Iron) tendría que responder por ellos, posiblemente en instancias internacionales de justicia.

Y en el caso de los colombianos que intervinieron en las decisiones, hasta ahora al menos, no hay ninguna prueba concreta que hubo enriquecimiento ilícito o dineros mal habidos originados en el proyecto. Y mientras no haya pruebas, el linchamiento público que se ha dado en estos últimos meses constituye una gran injusticia.