Un país con déficit anuales de su gobierno consistentemente superiores a 10% del PIB y con una creciente deuda pública que supera 100% del PIB, ¿va por el camino económico correcto?
Que va por el camino correcto es lo que ha proclamado a los cuatro vientos su actual Presidente Barack Obama y así lo han difundido la gran mayoría de los medios de comunicación sin ningún cuestionamiento durante la actual campaña electoral. Estos medios tratan con guantes de seda a Obama, como si fuera un privilegiado que estuviera exento de responder por sus errores o equivocaciones.
En cambio, a su rival Mitt Romney casi todos los medios permanentemente le formulan preguntas hostiles y engañosas. Se la pasan escudriñándole y mal interpretándole sus declaraciones, para luego presentarlas como grandes pifias.
Como sea, estos manipuladores periodistas se abstienen de preguntarle a Obama qué es lo que específicamente haría para corregir la trayectoria fiscal explosiva que trae su país, la que se agravará cuando su reforma a la salud se implemente en su totalidad. Mas impuestos a los ricos es su fácil respuesta, pero bien se sabe que sin tocar el gasto público, el problema fiscal terminará por atravesarse en la débil recuperación económica que ha experimentado Estados Unidos.
Pero vamos a las cifras. Al final del gobierno de George W. Bush en 1998 la deuda del gobierno federal era US$9.900.000 millones (US$9.9 trillones) o 69,7% del PIB y el déficit en su último año fue de US$683.000 millones (US$683 billones). Cierto fue que Obama recibió una situación fiscal en deterioro, pero también es cierto que en sus cuatro años de gobierno no solamente no detuvo ese deterioro –lo mínimo que le correspondía hacer si fuera un mandatario responsable– sino que alegremente acrecentó el problema.
Los déficit anuales del gobierno federal se elevaron inicialmente a mas de US$1.000.000 millones (US$1 trillón) y últimamente a cerca de US$1.500.000 millones (US$1.5 trillones). Han estado bordeando consistentemente 10% del PIB durante cada uno de sus cuatro años de gobierno. A su vez, la deuda del gobierno federal ha alcanzado US$16.300.000 millones (US$16.3 trillones), o sea más de 100% del PIB.
Mientras esto ha pasado, el gobierno de Obama no ha presentado un solo plan creíble dirigido a abordar tan grave problema. Ha sido una actitud de olímpico desprecio por el problema, que tendrá implicaciones muy negativas sobre el nivel de vida, no en el futuro lejano de los nietos, sino en el de los actuales padres e hijos.
Sería pedirle peras al olmo que una prensa tan sesgada le hiciera caer en la cuenta a la gran mayoría de los norteamericanos sobre las difíciles consecuencias no solamente de la ya muy elevada deuda del gobierno federal sino de la trayectoria explosiva que trae, sin que exista la mas mínima señal por parte de su “héroe” que están en marcha las medidas correctivas que se requieren. Romney, por lo menos, ha dicho que se propone corregir el problema. Pero Obama, en sus entrevistas, ha negado que el problema sea preocupante (cualquier parecido con las posturas de Zapatero y de varios otros ex Presidentes europeos que fueron arrollados por el tema, no es una simple coincidencia).
Desde que Obama asumió la Presidencia, la economía de Estados Unidos ha tenido una lánguida recuperación, en medio de un deterioro fiscal sin precedentes desde la Segunda Guerra mundial. No se ha preparado a la población para asumir el gran ajuste fiscal que es impostergable si se quiere frenar y eventualmente revertir esa trayectoria insostenible. En otras palabras, ese país todavía no ha resuelto su gran crisis económica, la que reventó a finales de 2008. Sostener, como lo manifiesta Obama, que el actual rumbo es el correcto es realmente patético.
Al próximo Presidente le tocará otra contracción económica. La que corresponde cuando tiene lugar un gigantesco apretón fiscal. Obama ha pretendido que el orangután no existe, escondiéndolo por varios años debajo de una alfombra. Pero el orangután ha crecido y seguirá creciendo. Ya no cabe debajo de la alfombra y dentro de poco no cabrá en la casa. Pero, como suele suceder en estos casos, será solo en ese momento cuando la mayoría de la prensa, políticos como Obama y buena parte del electorado, ya no podrán continuar jugando a hacerse los de la vista gorda.
En cambio, a su rival Mitt Romney casi todos los medios permanentemente le formulan preguntas hostiles y engañosas. Se la pasan escudriñándole y mal interpretándole sus declaraciones, para luego presentarlas como grandes pifias.
Como sea, estos manipuladores periodistas se abstienen de preguntarle a Obama qué es lo que específicamente haría para corregir la trayectoria fiscal explosiva que trae su país, la que se agravará cuando su reforma a la salud se implemente en su totalidad. Mas impuestos a los ricos es su fácil respuesta, pero bien se sabe que sin tocar el gasto público, el problema fiscal terminará por atravesarse en la débil recuperación económica que ha experimentado Estados Unidos.
Pero vamos a las cifras. Al final del gobierno de George W. Bush en 1998 la deuda del gobierno federal era US$9.900.000 millones (US$9.9 trillones) o 69,7% del PIB y el déficit en su último año fue de US$683.000 millones (US$683 billones). Cierto fue que Obama recibió una situación fiscal en deterioro, pero también es cierto que en sus cuatro años de gobierno no solamente no detuvo ese deterioro –lo mínimo que le correspondía hacer si fuera un mandatario responsable– sino que alegremente acrecentó el problema.
Los déficit anuales del gobierno federal se elevaron inicialmente a mas de US$1.000.000 millones (US$1 trillón) y últimamente a cerca de US$1.500.000 millones (US$1.5 trillones). Han estado bordeando consistentemente 10% del PIB durante cada uno de sus cuatro años de gobierno. A su vez, la deuda del gobierno federal ha alcanzado US$16.300.000 millones (US$16.3 trillones), o sea más de 100% del PIB.
Mientras esto ha pasado, el gobierno de Obama no ha presentado un solo plan creíble dirigido a abordar tan grave problema. Ha sido una actitud de olímpico desprecio por el problema, que tendrá implicaciones muy negativas sobre el nivel de vida, no en el futuro lejano de los nietos, sino en el de los actuales padres e hijos.
Sería pedirle peras al olmo que una prensa tan sesgada le hiciera caer en la cuenta a la gran mayoría de los norteamericanos sobre las difíciles consecuencias no solamente de la ya muy elevada deuda del gobierno federal sino de la trayectoria explosiva que trae, sin que exista la mas mínima señal por parte de su “héroe” que están en marcha las medidas correctivas que se requieren. Romney, por lo menos, ha dicho que se propone corregir el problema. Pero Obama, en sus entrevistas, ha negado que el problema sea preocupante (cualquier parecido con las posturas de Zapatero y de varios otros ex Presidentes europeos que fueron arrollados por el tema, no es una simple coincidencia).
Desde que Obama asumió la Presidencia, la economía de Estados Unidos ha tenido una lánguida recuperación, en medio de un deterioro fiscal sin precedentes desde la Segunda Guerra mundial. No se ha preparado a la población para asumir el gran ajuste fiscal que es impostergable si se quiere frenar y eventualmente revertir esa trayectoria insostenible. En otras palabras, ese país todavía no ha resuelto su gran crisis económica, la que reventó a finales de 2008. Sostener, como lo manifiesta Obama, que el actual rumbo es el correcto es realmente patético.
Al próximo Presidente le tocará otra contracción económica. La que corresponde cuando tiene lugar un gigantesco apretón fiscal. Obama ha pretendido que el orangután no existe, escondiéndolo por varios años debajo de una alfombra. Pero el orangután ha crecido y seguirá creciendo. Ya no cabe debajo de la alfombra y dentro de poco no cabrá en la casa. Pero, como suele suceder en estos casos, será solo en ese momento cuando la mayoría de la prensa, políticos como Obama y buena parte del electorado, ya no podrán continuar jugando a hacerse los de la vista gorda.