La oleada de desconfianza que sacude a la zona del euro llevó a la prima de riesgo de la deuda soberana de España a su punto más alto desde la introducción del euro.
A finales de noviembre de 2010, la prima de riesgo de Grecia era de 895, la de Irlanda de 640, la de Portugal de 426 y luego se encuentra la de España de 298. Más atrás está Italia, cuya última colocación de bonos soberanos por US$6.400 millones estuvo poco demandada: su spread de 195 puntos es el más elevado desde cuando reventó Grecia.
Pocos dudan que después de la pequeña Irlanda, que finalmente recibió un salvamento equivalente al 50% de su PIB que es de US$200.000 millones, seguirá el pequeño Portugal con otro similar en tamaño.
Pero otra historia es España. Se trata de un país cuya economía es el doble de la suma de las de Grecia, Irlanda y Portugal. Su salvamento se ha estimado que podría estar entre US$400.000 millones y US$500.000 millones. De llegarse a producir un salvamento de España, quedaría sin mayores recursos el Fondo Europeo de Estabillidad Financiera (EFSF por sus siglas en inglés) establecido por Comunidad Europea (CE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) de US$1 trillón para contener la crisis.
No hay ambiente político en Alemania y Francia para continuar financiando el rescate de sus vecinos. Al final de cuentas, las dos economías más grandes de la Comunidad ya tienen deudas públicas relativamente altas de 76% y 86% del PIB, respectivamente.
Ahora bien, el problema de España es parecido en su naturaleza al de Irlanda, en el sentido que su debilidad más grande es su sector financiero, afectado por el estallido de una burbuja hipotecaria de gran alcance. La experiencia de Irlanda muestra que el salvamento de los bancos es a costa de un significativo aumento del déficit fiscal, el cual llegará a la absurda cifra de 35% del PIB. Si a un déficit fiscal que ya es alto se agrega la necesidad de un rescate masivo del sistema financiero, el salvamento termina siendo de proporciones insospechadas.
Si colapsa España, es difícil detener el efecto dominó sobre otros países como Italia y Bélgica, por ejemplo, que también tienen una situación de deudas públicas insostenibles en un entorno de desconfianza generalizada.
Hasta ahora el objetivo central de los salvamentos es el de evitar que los sistemas financieros colapsen, debido a la elevada exposición de todos ellos en los diferentes países de la CE. Ese colapso se traduciría en un gran retraimiento del crédito y en una recesión superior a la de finales de 2008 y primer semestre de 2009.
Sin embargo, los salvamentos solamente compran tiempo. El hueco del sistema financiero es cubierto con fondos públicos. Al aumentarse la deuda pública y los déficit fiscales con los salvamentos, los gobiernos se ven forzados a aumentar impuestos y a recortar gastos. El gran apretón o ajuste económico termina dándose por algún lado.
En último término, la crisis de la CE no es otra cosa que el retorno a niveles de gasto privado y público consecuentes con lo que sus distintos países producen. Durante años, sino décadas, la Comunidad ha vivido más allá de sus posibilidades mediante una expansión, sin límites hasta hace poco, del crédito a gobiernos, empresas y hogares. Una política monetaria y financiera irresponsable fue la celestina de esa expansión. Una política laboral contraria a la competitividad y generación de empleo coadyuvó a agravar la crisis.
Fue al debe, entonces, como se construyó el actual sistema político europeo de la social democracia. Sobre endebles bases, la clase dirigente europea se embarcó en un festín de beneficios, prebendas y subsidios de todo tipo a sus poblaciones. Hasta que el vaso se llenó y no queda otra salida que desenredar la madeja creada por estos políticos dadivosos, especialistas en repartir lo que no se tiene.
Difícil no pronosticar que Europa caerá en una fuerte recesión como resultado del gran apretón del cinturón que ya empezó a darse. Se trata de una quinta parte de la economía global, comparable a la que representa Estados Unidos. El contagio de una próxima recesión europea no se hará esperar sobre el resto del planeta.
El inevitable ajuste europeo ya comenzó. El otro gran ajuste, el de Estados Unidos no ha empezado aún, especialmente el de su sector público. La trayectoria fiscal que lleva ese país es también insostenible. De manera que es imposible hacerse ilusiones sobre el futuro económico del planeta. Falta todavía un buen trecho para salir de la gran crisis económica que se inició a finales de 2008. El respiro proporcionado por paquetes de estímulo y salvamentos financiados con aire ya se está agotando. España constituye una reafirmación de que ello es así.
Pocos dudan que después de la pequeña Irlanda, que finalmente recibió un salvamento equivalente al 50% de su PIB que es de US$200.000 millones, seguirá el pequeño Portugal con otro similar en tamaño.
Pero otra historia es España. Se trata de un país cuya economía es el doble de la suma de las de Grecia, Irlanda y Portugal. Su salvamento se ha estimado que podría estar entre US$400.000 millones y US$500.000 millones. De llegarse a producir un salvamento de España, quedaría sin mayores recursos el Fondo Europeo de Estabillidad Financiera (EFSF por sus siglas en inglés) establecido por Comunidad Europea (CE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) de US$1 trillón para contener la crisis.
No hay ambiente político en Alemania y Francia para continuar financiando el rescate de sus vecinos. Al final de cuentas, las dos economías más grandes de la Comunidad ya tienen deudas públicas relativamente altas de 76% y 86% del PIB, respectivamente.
Ahora bien, el problema de España es parecido en su naturaleza al de Irlanda, en el sentido que su debilidad más grande es su sector financiero, afectado por el estallido de una burbuja hipotecaria de gran alcance. La experiencia de Irlanda muestra que el salvamento de los bancos es a costa de un significativo aumento del déficit fiscal, el cual llegará a la absurda cifra de 35% del PIB. Si a un déficit fiscal que ya es alto se agrega la necesidad de un rescate masivo del sistema financiero, el salvamento termina siendo de proporciones insospechadas.
Si colapsa España, es difícil detener el efecto dominó sobre otros países como Italia y Bélgica, por ejemplo, que también tienen una situación de deudas públicas insostenibles en un entorno de desconfianza generalizada.
Hasta ahora el objetivo central de los salvamentos es el de evitar que los sistemas financieros colapsen, debido a la elevada exposición de todos ellos en los diferentes países de la CE. Ese colapso se traduciría en un gran retraimiento del crédito y en una recesión superior a la de finales de 2008 y primer semestre de 2009.
Sin embargo, los salvamentos solamente compran tiempo. El hueco del sistema financiero es cubierto con fondos públicos. Al aumentarse la deuda pública y los déficit fiscales con los salvamentos, los gobiernos se ven forzados a aumentar impuestos y a recortar gastos. El gran apretón o ajuste económico termina dándose por algún lado.
En último término, la crisis de la CE no es otra cosa que el retorno a niveles de gasto privado y público consecuentes con lo que sus distintos países producen. Durante años, sino décadas, la Comunidad ha vivido más allá de sus posibilidades mediante una expansión, sin límites hasta hace poco, del crédito a gobiernos, empresas y hogares. Una política monetaria y financiera irresponsable fue la celestina de esa expansión. Una política laboral contraria a la competitividad y generación de empleo coadyuvó a agravar la crisis.
Fue al debe, entonces, como se construyó el actual sistema político europeo de la social democracia. Sobre endebles bases, la clase dirigente europea se embarcó en un festín de beneficios, prebendas y subsidios de todo tipo a sus poblaciones. Hasta que el vaso se llenó y no queda otra salida que desenredar la madeja creada por estos políticos dadivosos, especialistas en repartir lo que no se tiene.
Difícil no pronosticar que Europa caerá en una fuerte recesión como resultado del gran apretón del cinturón que ya empezó a darse. Se trata de una quinta parte de la economía global, comparable a la que representa Estados Unidos. El contagio de una próxima recesión europea no se hará esperar sobre el resto del planeta.
El inevitable ajuste europeo ya comenzó. El otro gran ajuste, el de Estados Unidos no ha empezado aún, especialmente el de su sector público. La trayectoria fiscal que lleva ese país es también insostenible. De manera que es imposible hacerse ilusiones sobre el futuro económico del planeta. Falta todavía un buen trecho para salir de la gran crisis económica que se inició a finales de 2008. El respiro proporcionado por paquetes de estímulo y salvamentos financiados con aire ya se está agotando. España constituye una reafirmación de que ello es así.