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El climategate ha puesto en tela de juicio la credibilidad de la comunidad científica que investiga el calentamiento global.
 
Piratas informáticos pusieron en conocimiento público más de 3.000 e-mail y múltiples documentos del Climate Research Unit (CRU) de la University of East Anglia en Inglaterra. Hasta ahora el CRU había sido el centro neurálgico de varias investigaciones que han servido de base a Naciones Unidas para sus pronunciamientos sobre el calentamiento global, y que han sido utilizadas por varios movimientos políticos partidarios de restringir las emisiones de CO2 en el planeta.

El CRU se enorgullece de poseer la información más completa sobre las temperaturas del planeta. Sus investigaciones y modelos matemáticos constituyeron la piedra angular del informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, sigla en inglés), publicado en 2007 por las Naciones Unidas. En este informe hay una famosa gráfica, que ha sido llamada "hockey stick", que muestra un aumento en las temperaturas del planeta durante el último siglo. Todas las informacionales adicionales que ha proporcionado el CRU ratifican la tendencia de la gráfica.

Pues bien, los e-mail que se dieron a conocer por los piratas informáticos muestran los esfuerzos de los científicos del CRU y de sus colegas en otras universidades y centros de investigación para manipular la información, suprimir evidencia opuesta, reprimir a científicos que están en desacuerdo, y castigar a publicaciones especializadas que no se alinean con la visión apocalíptica de sus proyecciones climáticas.

Entre otras, los e-mail indican que los científicos del CRU no saben cómo se agregaron las informaciones que dieron lugar a la gráfica "hockey stick". Ellos siempre sostuvieron que las agregaciones que se hicieron para calcular las temperaturas del planeta en los últimos 120 años fueron con base en la lectura de estaciones climatológicas individuales y que a partir de ahí se obtuvieron promedios para determinar las temperaturas en áreas más grandes. Pero en uno de los documentos internos de trabajo se dice que el sistema de agregaciones utilizado "deja sin sentido alguno las contabilizaciones de las estaciones". Y concluye que "incluyendo una cantidad importante de basura" es que se logra el objetivo de "llegar al resultado apropiado".

Adicionalmente, de la lectura de la información interna del CRU se desprende que los modelos fueron diseñados en forma tal que siempre arrojaran una tendencia de aumento en la temperatura global. Eso se logra eliminando toda aquella información contraria a la tendencia preestablecida o disminuyendo su importancia o peso relativo dentro de los modelos.

En otras comunicaciones entre investigadores del CRU y otras universidades, se coordina la eliminación de e-mail que pudieran comprometer los resultados del informe IPCC. Otros e-mail describen las manera como los científicos deben usar su influencia para deslegitimar a quienes no están de acuerdo con ellos. En fin, el escándalo del climategate desenmascara en forma dramática una infinidad de incongruencias y de actuaciones poco transparentes y tramposas de muchos de los principales miembros de la comunidad científica que investigan el cambio climático.

Toda esta historia ilustra lo difícil que es mantener la objetividad científica cuando un tema ha capturado la imaginación de la gente y se vuelve susceptible de aprovechamiento económico y político. Surgen con gran fuerza una gran variedad de intereses de toda índole que obstaculizan la fluidez y sesgan los resultados de la investigación científica.

Es así como centros de investigación, ONGs, partidos políticos, comunicadores sociales, miembros destacados de farándula y personajes del jet set internacional, se han retroalimentado los unos con los otros para hacer del calentamiento global y del cambio climático producido por el hombre, todo un modus vivendi. Sus éxitos en este empeño han sido tales, que durante dos o tres décadas lograron reprimir la crítica, con actitudes crecientemente dogmáticas y que envidiarían los inquisidores religiosos del pasado.

Pero, no por convertirse en dogmas es que las teorías científicas adquieren validez. Ni tampoco por el posicionamiento social y político de quienes las apoyan y promueven. Lo único que las valida finalmente es la solidez de sus fundamentos, los que son muy endebles en el caso de las teorías desarrolladas por el CRU y expuestas en el informe IPCC de Naciones Unidas.